La rebeldía
de Emma Goldman se gestó originalmente en la Rusia zarista donde nació en el
seno de una familia judía de Kaunas en Lituania, que regentaba un pequeño
hotel.
En sus
Memorias recuerda a su padre, un trabajador que vivía en el ghetto judío, como
“la pesadilla de mi infancia". Su madre, continuamente brutalizada por su
marido -lo que era perfectamente legal en la legislación zarista-, tenía
totalmente asumido el papel de mujer sumisa, atada a las tradiciones y
costumbres. El padre se quejaba constantemente de que Emma no hubiera sido
el niño que él esperaba y preparaba para ella un destino idéntico al que
conocía su madre.
Desde luego,
esto no era precisamente lo que soñaba Emma. Su paso por la escuela primaria
fue brillante y conflictivo. Por un lado demostraba poseer una inteligencia
natural así como también su lucha idealista por romper con el machismo. Esto
último fue lo que denegó su permiso para acceder a la enseñanza
secundaria y con ello vio truncadas sus aspiraciones de ser médico.
Tenía trece
años cuando durante el periodo de represión política que siguió al asesinato
de Alejandro II su familia se trasladó a San Petersburgo que era
entonces el centro industrial e intelectual de todas las Rusias. Inmediatamente
comenzó a ganarse la vida trabajando como obrera y al poco tiempo tuvo
relaciones con miembros del movimiento nihilista que conocía por
aquella época su apogeo, destacando en su interior una impresionante hornada de
mujeres antizaristas.
En 1884 su
padre arregló a muy «buen precio" su boda y creyó con ello poder
domesticar al fin a su indómita hija que contaba entonces con apenas quince
años, pero no fue así, Emma no consintió y amenazó con lanzarse al helado Volga
sí la obligaban. Su padre tuvo entonces que ceder, pero las tensiones con él
fueron agravándose hasta que un año después Emma pudo huir a América,
la «tierra prometida" para tantos rusos y sé estableció en Rochester junto
con su hermana mayor, lugar en donde conoció la soledad y la derrota, además de
vivir en malas condiciones. Al fin encontró trabajo en una fábrica y al
poco tiempo después acabó casándose con Jacob Kershher, otro emigrante
ruso y compañero suyo de trabajo, amable y cariñoso, pero que a la postre
resultó ser un marido convencional igual a su padre y que acabó haciéndosele
insoportable.
Como una
forma de liberar su rabia, sus primeros años de casada la llevaron a frecuentar
indistintamente los medios anarquistas y marxistas, pero tras un breve espacio
de tiempo de indecisión tomó partido por los primeros, fuertemente
influenciada por el caso del ahorcamiento de cuatro anarquistas (“Mártires de
Chicago”) a consecuencia del motín de Haymarket, y que animó a la joven
Emma Goldman a unirse al movimiento anarquista y convertirse, a sus 20 años, en
una auténtica revolucionaria.
Lo primero
que hizo fue separarse de su primer marido e irse a New York. Aquí conoce a un
ex marxista alemán llamado Johann Most, quien había sido expulsado del
Partido Socialdemócrata alemán por su ´extremismo´. El propiciaba la
teoría de la ´propaganda por el hecho´, es decir de la acción terrorista contra
la injusticia y quienes la representaban. Todo esto atrajo fuertemente a Emma,
quien se convirtió en su discípula y también en su amante. Sin embargo, Goldman
comenzó a cuestionarse ambos roles además de las ideas de Most. Ella creía que
no era necesario usar la violencia para conseguir los fines.
La ruptura de
ambos generó que se produjera una crisis en uno de los sectores del anarquismo norteamericano, siendo los que
la siguieron a ella la parte que se abrió al movimiento real y que huyeran del
ghetto de los sectores de inmigrantes.
El lugar que
había dejado vacío Johann paso a ser ocupado y esta vez por dos hombres a
la vez. Se trataba de Alexander Berkman, que desde entonces pasó a ser su
compañero casi inseparable, y un pintor también de origen ruso como Berkman y
con los que estableció un menage a trois que transcurrió sin incidentes
internos pero que al puritanismo norteamericano le pareció el colmo de la
perversidad.
Convertida en
la principal dirigente del movimiento anarquista de los Estados Unidos todo se
complicó sin embargo cuando Alexander Berkman, profundamente indignado por una
masacre que la patronal había ocasionado entre los obreros decidió ejecutar por
su propia cuenta a Henry Clay Frick, un “tiburón de la
industria. Protagonista de una gran campaña en defensa de su compañero y
amante, demostró ser una soberbia oradora con una gran fuerza y convicción,
aunque a pesar de todo no pudo evitar la suerte de Berkman que es condenando a
veintidós años de cárcel mientras que Henry Clay Frick, responsable del
asesinato de diez obreros no tuvo ni que pasar por la comisaría.
Del
"caso Berkman" Emma pasó a defender otras causas de la libertad y del
movimiento obrero, ocasionando cada vez mayor escándalo y miedo entre los bien
pensantes, llegando a ser también encarcelada en 1893 en la penitenciaria de
las islas Blackwell. Públicamente instigó a los obreros en paro a: “Pedid
trabajo, si no os lo dan, pedid pan, y si no os dan ni pan ni trabajo, coged el
pan”.
Mientras
permaneció en prisión, Goldman, desarrolló un profundo interés por la educación
de los niños, empeño en el que se involucró años más tarde.
El colmo
de sus actuaciones, que asombró a propios y extraños, tuvo lugar cuando
asumió la defensa de León Czolgosz, un obrero de origen polaco que había
causado la muerte del presidente McKinley en un atentado con una
bomba (1901). La prensa desarrollará entonces una gran campaña presentándola
como la instigadora del crimen, aunque en realidad no había tenido nada que ver
con éste. Ciertamente, Emma estaba muy lejos de aprobar la actuación de
Czolgosz, pero estaba convencida que éste había actuado por indignación
justiciera. No obstante vuelve a ser arrestada de nuevo, junto con nueve
personas más, el 10 de septiembre de 1901, acusada por participar en el
complot.
La policía la
vigilaba constantemente, obstaculizaba siempre que podía sus actividades, y la
detuvo en tantísimas que cada vez que daba una conferencia, esperaba ser
arrestada, por eso iba siempre pertrechada con un buen libro para no
perder demasiado el tiempo en prisión. La prensa sensacionalista la atacó
continuamente. Se la culpó de ser la instigadora de numerosas luchas obreras,
de conspirar para derrocar el gobierno constitucional, de antipatriota y, por
supuesto, de prostituta.
Al margen de
diversas detenciones menores, el 11 de febrero de 1916 es encarcelada de nuevo
por la distribución de un manifiesto en favor de la contracepción.
Igualmente,
cuando estalló la Gran Guerra en agosto de 1914, Emma hizo
públicas sus profundas convicciones pacifistas y criticó el conflicto por
considerarlo un acto de imperialismo. Así pués, no pasó mucho sin que fuera de
nuevo detenida y juzgada, al tiempo que las revistas que dirigía con Berkman
fueron cerradas e invadidas por la policía, y en 1917, y por tercera vez, es
encarcelada junto con Berkman.
Purgó durante
dos años en una prisión federal donde en poco tiempo se situó a la cabeza de la
lucha por la dignidad humana y sobre todo ganó para esta causa a otra
reclusa, Kate O’Hara, que con el tiempo se haría famosa cuando tras salir
en libertad se trasladó a California e inició desde allí una campaña de
protesta contra los métodos carcelarios imperantes y con el tiempo llegó a ser
directora de penales llevando a cabo notables reformas en el sistema.
Pero esta
vez, a pesar de todo el genio polémico de Emma, el veredicto del tribunal fue
más allá de la multa o la cárcel, y siguiendo los dictados del gobierno
de Wilson fueron obligados al destierro fuera del país. Durante la
audiencia en la que se trataba de su expulsión, J. Edgar Hoover, que era el
presidente de la misma, calificó a Emma como una de las mujeres más
peligrosas de América.
Residió en
la URSS con A. Berkman y participó en la sublevación anarquista
de Kronstad. Apoyó a los bolcheviques en contra de la división entre
anarquistas y comunistas, hecho que se produjo durante la primera
Internacional.
Pero la
represión política, la burocracia y los trabajos forzados que siguieron a la
Revolución rusa contribuyeron, en gran medida, a cambiar las ideas de Goldman
sobre la manera de utilizar la violencia, excepción hecha de la
autodefensa.
Disconforme
con el autoritarismo soviético, se instaló definitivamente en Canadá.
En 1936, Goldman
colaboró con el gobierno español republicano en Londres y Madrid durante
la Guerra Civil española.
Emma Goldman
murió el 14 de mayo de 1940 en Toronto.
Su cuerpo,
considerado por fin inofensivo, obtuvo el permiso para cruzar la frontera y ser
enterrado en el mismo cementerio donde años antes enterrarían a los "mártires"
de Haymarcket.
Nuestro agradecimiento a la magnífica fuente de información :
Nuestro agradecimiento a la magnífica fuente de información :
Buena historia que muestra el carácter de algunas mujeres que nacen con un gen de liderazgo al parecer, y luego se van haciendo en el camino, cruzando por los diferentes estadios de sus vidas con nuevos desafíos que las llevan a ejercer su voluntad en un plano que las convierte en cada minuto como auténticas guerreras de sus logro no necesariamente matando los cuerpos de los demás.
ResponderEliminarGracias ...ojala hayan muchas Emmas
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