María Angélica Luna Parra y Trejo Lerdo (14 de febrero de 1943, Ciudad de México- 29 de noviembre de 2017 ) experta en políticas públicas y planeamiento del desarrollo . Entre las batallas que ha librado
se cuenta haber disminuido la violencia urbana con un programa integral de
creación de espacios públicos y regeneración de la cohesión social, cuando
se desempeñó como delegada política en la delegación Álvaro Obregón.
Como legisladora y promotora social, impulsó leyes para atender y prevenir
la violencia intrafamiliar, los derechos de las mujeres, para combatir la dis
criminación y defender a las personas con discapacidad y a las y los adultos
mayores.
Ocupó el cargo de de directora del Centro de Estudios sobre Desarrollo, Mar
ginación y Pobreza del Estado de México, y ha sido coordinadora y expositora
en seminarios sobre política de género, derechos humanos, incorporación de
grupos vulnerables, liderazgo y vinculación con la sociedad.
Entre otras actividades que desarrolla ahora, es miembro fundador y presi
denta de México Ciudad Humana, A.C., y directora de Desarrollo y Transpa
rencia, S.C. Cultiva el arte de ser compañera de sus amigas, porque le ayudan
a vivir mejor.
Sus principales causas son analizar críticamente la realidad, soñar utopías y
rebelarse contra la injusticia. Son sorprendentes las luchas que ha asumido,
como la vocación de libertad y la reacción moral contra la intolerancia.
Traemos parte de un texto por ella escrito :
La lucha por la equidad de género y en contra de la discriminación
... Las mujeres de todo el mundo han tenido que aprender
a luchar para lograr algunos cambios y para evitar las nuevas amenazas:
¿quiénes se oponen a esas luchas?, ¿dónde están?, ¿quiénes han
construido esos muros infranqueables, esos techos de cristal? y ¿quiénes
intentan regresar a las personas oprimidas a los calabozos y a las mujeres
a la sumisión, a la abnegación y a la prudencia de las virtudes de castidad
y obediencia que exigen las buenas conciencias? Son las mismas fuerzas
que durante siglos construyeron la cultura de “la moral” impuesta por los
hombres poderosos y de las costumbres y reglas de una sociedad basada
en una forma de dominio y poder patriarcal.
Ese poder reforzó creencias, mitos, costumbres, que se definieron
en las religiones afirmando que la creación de los seres humanos venía
únicamente de Dios padre y de los hombres, y los papeles de la mujer
sólo se debían limitar a la crianza, desde la concepción hasta la muerte,
esto implica el cuidado de niños y niñas, de las personas enfermas, de las
personas adultas mayores, lo cual ha hecho que las mujeres a través de los siglos cuiden los bienes del hogar pero no los posean, sin descansar
nunca, sin poder pensar en sí mismas o por sí mismas.
Para eso hay que mantener a las mujeres siempre sumisas y evitar
su derecho a ser y a pensar, porque éste saldría muy caro a los sistemas
establecidos: ¿quién pagaría esas horas de trabajo?, ¿a qué botín se le
quitarían esos costos que hoy absorben las mujeres?
Además, todas esas obligaciones, virtudes y limitaciones se plasmaron
en leyes y códigos que dejaban a las mujeres al marguen de las
decisiones, de poder acceder al conocimiento, al trabajo remunerado, a
la posibilidad de “administrar sus bienes y los bienes familiares”, ya que
el patrimonio se refería a la capacidad del padre de administrar los bienes
personales y familiares, en tanto que la patria potestad remitía a la capacidad
del padre de decidir por todos en el hogar, a penalizar a la mujer por
el aborto y a no considerar como delitos graves la violación, la violencia
familiar: éstos ni siquiera podían ser causales de divorcio.
Por todo este entramado cultural, legal, político y social ha sido tan
difícil avanzar en la equidad de género. El camino ha sido largo y tortuoso.
En cada país las mujeres tuvieron que diseñar su estrategia, aprovechar
las oportunidades, influir en la vida pública, en los cambios que afectan o
benefician a todas las personas pero también en los que las afectan o benefician
en lo particular, por eso nos dimos cuenta con gran desilusión de
que participar en la Revolución y en las luchas libertarias para conquistar
la democracia electoral en México no era lo mismo que conquistar el voto
de las mujeres y mucho menos su acceso a puestos de elección popular,
que conquistar la seguridad social no era lo mismo para los hombres trabajadores,
quienes sí podían registrar a sus esposas o concubinas, que para
las mujeres, quienes no podían registrar a sus esposos y menos a sus parejas,
que mientras se lograba el acceso de las mujeres al trabajo no se lograba
el derecho a un salario igual, y menos el acceso a puestos de decisión
Parecía que la lucha por los derechos humanos en general tampoco
era suficiente, porque al parecer la violencia hacia las mujeres era
justificable y nadie tenía que preocuparse ni ocuparse de ella.
Por ello fue necesario establecer luchas paralelas por la justicia,
por la no discriminación, por la transparencia, por la paz del mundo, pero
al mismo tiempo concentrarnos en la equidad para las mujeres, en la
igualdad de oportunidades, en la lucha contra la violencia de género, hasta
penalizar con mayor rigor a los violadores y establecer esos delitos en
el código penal...
...No podemos ignorar que hay grupos, instituciones y personas que
no admiten lo que ellos llaman la “emancipación” de las mujeres. En las
últimos años la Iglesia católica y personas reaccionarias de todos los partidos
han impulsado reformas constitucionales en 18 estados para definir
el derecho a la vida desde la concepción, lo cual implica –y ya está sucediendo
en varios estados– penalizar implacablemente a la mujer en casos
de aborto e incluso al tomar anticonceptivos como la píldora del día siguiente. En fechas recientes presenciamos el triunfo de tres ministros de
la Suprema Corte de Justicia con vista retardataria sobre siete ministros
que expresaron con claridad los efectos que esas decisiones tendrían en
la penalización de la pobreza. Se están presentando tendencias dramáticas
de aumento de crímenes de odio, como los feminicidios, que según la concepción de algunos “juristas” no existían porque no estaba tipificado ese delito en el Código Penal.
Por eso es tan importante que estamos alertas para fortalecer esa masa crítica, ese cuerpo social cada vez más integrado por personas formadas e informadas, capaces de ser impulsoras de cambios y de defender sus logros pero sobre todo de no aceptar retrocesos.
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