Rogelia, Nora, Alaide, Yolanda, Haydeé, Myrna, Adelina, Irma, Aura Marina…
No cabe duda que las guatemaltecas están más visible
Ana Cofiño
La lista es larga, son nombres de mujeres que se atrevieron a trasponer los estrechos límites que esta sociedad retrógrada nos ha impuesto por la fuerza. Aquí, las que se rebelan contra las obligaciones del deber ser, son mal vistas y calificadas como ligeras, por no decir otras groserías. Quien se resiste a obedecer los mandatos patriarcales, recibe castigo. Así que ser rebelde de corazón, perder el miedo a la libertad, es una hazaña, un logro que nos llena de orgullo. Si revisamos el pasado, encontramos abuelas, tías, maestras que abrieron brecha en este sentido, yendo más allá de las prohibiciones. Y en el presente, encontramos cada vez más compañeras autónomas, dueñas de sí. Mujeres que ejercen su derecho a ser felices.
Hoy que hemos empezado a recuperar la historia de las mujeres en Guatemala, podemos no solo conocer sus nombres y datos biográficos, sino lo que pensaron, quisieron e hicieron, con quiénes y cómo. Documentar e interpretar nuestro pasado requiere de rigor y una elaboración cuidadosa, además, es tarea que implica inclusive lo personal. Tener hoy la oportunidad de leer y escuchar los testimonios de las que se involucraron en la política desde los años cincuenta es también una responsabilidad de seguir fortaleciendo lo alcanzado y bregando por lo que queda pendiente. Es necesario asumir que si ahora podemos estudiar, trabajar y participar, es gracias a quienes antes dieron los primeros pasos.
El miércoles pasado el Gobierno rindió un homenaje póstumo a la memoria de Rogelia Cruz Martínez, comprometida con la resistencia urbana en los años sesenta. Días antes, había pedido perdón por la participación del Estado en el crimen contra la combatiente Nora Paiz. Esta mañana el Diario de Centroamérica menciona a Yolanda Urízar, abogada laboralista, defensora de organizaciones sindicales, desaparecida hace 28 años, en 1983.
Rogelia Cruz se ha convertido en icono de la mujer rebelde. Quienes la reconocemos como ancestra política, por transgresora y valiente, al igual que a las otras compañeras lo hacemos con el convencimiento de que estamos cambiando la sociedad desde sus raíces, lenta, pero seguramente. Estudiar los caminos que hemos transitado para llegar hasta aquí es una necesidad sentida, un vacío por llenar. Es buena noticia decir que hoy en Europa se publica un libro sobre su vida, escrito por una ex belemita que la conoció en la infancia.
No cabe duda que actualmente las guatemaltecas estamos más visibles y que nuestras iniciativas se van concretando. Los resultados están a la vista, aunque a veces sean simbólicos. Cuando nombramos y reconocemos a otras mujeres, nos estamos conformando como una comunidad que tiene un lugar en la Historia. Allí radica la importancia de dignificar nuestra memoria colectiva.
Las candidatas y aspirantes a puestos en el próximo Gobierno tendrían que cobrar conciencia de que ellas pueden estar allí, porque las feministas han impulsado transformaciones que nos favorecen a todas.
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