Día Mundial de la Mujer Rural y día Mundial de la
Alimentación (15 de octubre)
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Las
mujeres pidieron inversión en la pequeña agricultura y facilidades para acceder
a la tierra, entre otras demandas
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El
acto se engloba en la campaña internacional de Oxfam centrada en el acceso a
los alimentos CRECE
Campesinas de Paraguay, Perú,
Colombia, El Salvador, Honduras, México, Guatemala y República Dominicana organizaron
la pasada semana un acto regional de “activismo fotográfico” para recordar a
las autoridades del continente y a la comunidad internacional sus propuestas y
demandas en el marco del Día Mundial de la Mujer Rural (15 de octubre) y el día
Mundial de la Alimentación (16 de octubre).
Las mujeres se reunieron en plazas de
las principales ciudades de sus países, allí se tomaron una fotografía
sosteniendo una pancarta en la que se leyó el fragmento de una frase que sólo está
completa cuando se coloquen juntas las fotos tomadas en los ocho países: “Exigimos
tierra e inversión, reconocimiento y justicia.
Nuestra lucha crece”.
Productoras
de alimentos
Las mujeres productoras son un sector
tradicionalmente excluido. Si bien los
sectores rurales en general son los más pobres en los países de Latinoamérica,
esta situación se acentúa más aún en el caso de las mujeres. En Colombia, por
ejemplo, las mujeres jefas de hogar en zonas rurales ganan el 41% de los
ingresos de los hombres en las mismas áreas. Por otra parte, en Honduras el 29% de la población rural es analfabeta, donde los mayores
índices de analfabetismo en la ciudadanía femenina se presentan en la población
mayor de 35 años. La tasa de analfabetismo de la mujer urbana es de 9.8 y de la
rural de 25.7, según datos del instituto Nacional de Estadísticas (INE). “Organicémonos
porque al estar organizadas adquirimos mejor conocimiento que nos sirve tanto
en la casa como en la sociedad. Valemos y podemos tomar decisiones y dar
opiniones. Ahora podemos tomar parte de organizaciones. Hay mejores condiciones
de vida al estar organizadas. Alcanzamos metas o propósitos si estamos
organizadas” dice al respecto Orfilia Quintanilla, vocal de la junta directiva
del Comité de la Feria de Ventas de Productos Agrícolas de San Marcos
(Honduras).
Existe una necesidad
de aumentar masivamente las inversiones en las pequeñas agricultoras y
pastoras, como una manera de empoderar a las mujeres rurales para mejorar la
seguridad alimentaria de familias, comunidades y países enteros. “Sin embargo,
aun si estas inversiones se llevan a cabo, es probable que no sean suficientes
para cerrar la brecha del género en la agricultura, impulsar la producción,
mejorar la seguridad alimentaria, y empoderar a las mujeres. Los estados deben mirar
también a los niveles bajos de alfabetismo, leyes y prácticas discriminatorias
con respecto a derechos de tenencia, herencia y acceso a servicios e
información financiera, falta de servicios sociales adecuados en comunidades
rurales, y violencia constante contra la mujer”, señala la coordinadora de la
campaña CRECE de Oxfam para Centroamérica y Caribe, Ana Eugenia Marín.
“Pese a nuestro aporte a
la economía familiar y a la alimentación nacional, padecemos los más altos
índices de pobreza y analfabetismo, somos víctimas de violencia, nuestra salud
es precaria y nuestro trabajo subvalorado pues solo el 4.7% de productoras
rurales posee un título de propiedad debidamente registrado”, sostuvo Lourdes
Huanca, presidenta de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas,
Artesanas, Indígenas Nativas y Asalariadas del Perú (Femucarinap). “No estamos pidiendo
regalos; pedimos que se hagan cumplir nuestros derechos a un
trabajo digno, a una seguridad y soberanía alimentaria, a una vida sin
violencia de género”, concluyó.
Mayor
acceso a la tierra
Latinoamérica es una de las regiones
con mayor concentración de la tierra, y ésta es una de las razones
fundamentales de la desigualdad de la región. En el caso de las mujeres, este
problema se acentúa. En Perú, por ejemplo, pese a que las cifras oficiales
señalan que las mujeres son el 20.3% de los productores, sólo poseen el 4.7% de
la tierra. Paraguay, por otro lado, es el caso más extremo de concentración de
la tierra: las pequeñas fincas (83.5% de las explotaciones) ocupan menos del 5%
de la tierra de cultivo, mientras que los grandes propietarios acaparan más del
95%.
En Guatemala, sólo el 8% de las
tierras productivas a pequeña escala son propiedad de mujeres rurales. “La
violencia para la mujer es el no tener tierra. En segundo lugar, el no tener
una vivienda digna. Así estamos siendo violentadas por el estado. No tener una
educación: estamos siendo violentadas, no tener una buena salud: estamos siendo
violentadas y no tener una alimentación digna: somos violentadas” dice Senaida
Cosagua del Comité de Unidad Campesina (CUC) en la comunidad de San Basilio
(Guatemala).
En El Salvador, la reforma agraria
sólo benefició al 11.7% de las mujeres campesinas en su primera fase y al 10.5%
en la tercera, según señala el informe Género y propiedad en el salvador de
PRISMA. “Deberíamos de tener tierra igual que el hombre porque somos mujeres
inteligentes y sabemos cómo cultivarla. Por ejemplo, en este paso que estamos
dando de los huertos caseros (un proyecto productivo y asistencia técnica para
mujeres), ¿qué necesitamos? Un pedacito de tierra para darle seguimiento al
cultivo de esos huertos caseros, para asegurar así nuestra alimentación sana.” dice
Ana Cecilia Ramírez del municipio salvadoreño Chalatenango.
Las mujeres comparten la preocupación
por la concentración de la tierra, fenómeno que en unos países es una realidad
de antigua data mientras que en otros está reapareciendo. En los países en los
que, como Colombia, se debaten leyes marco, se propone que las mujeres sean
también favorecidas en los procesos de adjudicación. “Las demandas de las
mujeres a lo largo de la región debieran ser escuchadas”, remarcó Asier
Hernando coordinador de la campaña CRECE en Sud América, “no sólo porque es su
derecho, sino porque demuestran un conocimiento profundo de la realidad del
campo y una clara identificación de las áreas que se necesitan cambiar para
disminuir la pobreza y asegurar una producción sostenible de alimentos”.
Nota para
la edición:
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Según la FAO, si las mujeres dispusieran de
los mismos recursos que los hombres podrían producir 20-30% más que lo que
producen actualmente y se podrían alimentar 100-150 millones más de personas.
Es decir: si se respetaran los derechos de las mujeres pequeñas productoras,
habría un aumento de 2.5 – 4% de la producción agrícola de los países en vías
de desarrollo, y una disminución de entre 12 y 17% de la desnutrición en el
mundo – sólo por emparejar el terreno entre hombres y mujeres.
·
Trabajan entre 14 y 16 horas diarias en
actividades de cuidado del hogar y la familia, producción y procesamiento de
alimentos y cría de animales.
·
Las mujeres productoras son con frecuencia
las principales productoras de cultivos de subsistencia, las encargadas de la
recolección de agua y leña para sus familias y -también- las promotoras de la
organización de sus comunidades, quienes exigen el cumplimiento de los derechos
de todos y todas.
·
Alrededor del mundo, 600 millones padecen
hambre y tienen cada vez menor acceso al agua y la propiedad de la tierra. Las
débiles o inexistentes políticas públicas dirigidas a las mujeres productoras
las exponen cada vez más a los efectos de inundaciones y sequías, las obliga a
migrar a las grandes ciudades y aumentar -aún más- su jornada de trabajo para
lograr incrementar sus ingresos.
En la foto aparecen los
siguientes países:
Fila de arriba de IZ a DE:
Paraguay, Perú, Colombia, El Savador
Fila de debajo de IZ a DE:
Honduras, Dominicana, Guatemla, México
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