A la Marcha de las putas, versión Panamá, asistieron diferentes grupos de la sociedad para pedir respeto hacia las mujeres.
“Alerta, alerta, alerta que camina la Marcha de las putas por América Latina” gritaba a todo pulmón una joven con bermudas, botas para la lluvia y una mochila morada. En su camiseta amarilla se leía: Ni putas ni santas. El resto de las mujeres con pancartas en mano coreaba la consigna.
“Vivimos en un país donde las vacas son más valoradas que las mujeres. Al robar una vaca se paga con condena de nueve años, pero al golpear a la esposa únicamente se castiga con cuatro años”.
La voz es de Natalia Beluche, de 24 años. Ella suelta el altoparlante un rato y dice: “participo por las mujeres que han sido violadas, incluyéndome a mí”. Nadie tiene derecho a violar a otro ser humano, afirma esta actriz independiente.
SlutWalk o la Marcha de las putas, versión Panamá, arrancó desde el Ministerio Público, en Calidonia, a las 4:11 p.m. del martes 25 de octubre, luego de que la lluvia se alejara de esa área de la ciudad.
Esta marcha de carácter global tuvo su origen en enero en Canadá, cuando un policía exclamó en público que las mujeres evitarían ser violadas si no se vistieran como putas.
Las canadienses indignadas realizaron el primer SlutWalk en abril y desde entonces se ha replicado en varios países de América y Europa, y también en Australia.
En Panamá, la marcha tuvo sus detractores por su nombre provocador.
A los caminantes no los frenaron los charcos de agua en la calle. A quienes observaban desde la acera de Calidonia, la feminista Alibel Pizarro les entregaba un comunicado. Dos mujeres lo recibieron, otra lo rechazó.
Más adelante una mujer que se topó con la protesta se detuvo unos minutos a escuchar. Solicitó una volante y comentó “basta de violencia con las mujeres. Yo me llamo Sandra Harvey, vivo en Mañanitas y tengo 45 años”.
Danixia Pineda vestía un trajecito de rayas, contoneaba su cuerpo con la música que sale de la camioneta con grandes bocinas que precedía la marcha. Ella es madre de varones y cuenta que antes le molestaba que si se ponía un pantalón ajustado los hombres hicieran comentarios acerca del tamaño de su anatomía.
“Yo que tengo mis hijos y les enseñó que el cuerpo de una mujer no se toca, no se insulta, se respeta”, declara Pineda, de 28 años.
“El piropo agresivo y hostil es una forma de violencia a través de la palabra. Todo hombre debe saber que lo que no le puede decir a su madre o a su hermana tampoco se lo puede decir a la mujer joven que transita por nuestras calles”, expresa la exdiputada Teresita Yaniz de Arias.
Ella no fue la única personalidad que llegó a la convocatoria.
“Cuando se dice no es no”, dice la abogada Urania Ungo, coordinadora de género de la Universidad de Panamá, recalcando que no hay que hacer interpretaciones de que ese “no” significa otra cosa. Añade que es injusto que las mujeres soporten “coqueteos indeseados”.
La ginecóloga Eyra Ruiz acompañó un rato a la juventud PRD, grupo que proclamaba además palabras en contra del Gobierno.
En la Marcha de las putas también caminaron hombres. “Todos tenemos abuela, madre, esposa, hijas y amigas que merecen respeto”, anunciaba la pancarta que sostenía el cardiólogo y columnista Daniel Pichel. El médico pediatra Xavier Sáez Llorens también cargaba el suyo. El diputado panameñista José Blandón caminó el trayecto junto a su esposa.
También había algunos ojos masculinos que siguieron la marcha, desde la neutralidad del observador. Sus miradas denotaban lujuria y no quisieron ser entrevistados.
Por el alto parlante se escuchaba: “Hombre que se respeta no golpea ni mata”.
René Guillén, de 18 años, vestía de negro y una máscara blanca. “Es un deber de todo panameño defender el derecho de las mujeres. No más mujeres muertas”, dice el joven que pertenece al Grupo Popular Juvenil.
Cerca del parque de la cuchilla de Calidonia, la española Irene Grijalbo, en blusa transparente, puso una lámina metálica en el suelo y agitó su spray amarillo para estampar allí el mensaje: “Seguimos luchando”. Cuenta que tiene cuatro años de vivir en el istmo y que nunca había escuchado el “piropo del ginecólogo”, le parece asqueroso que un hombre le diga eso a una mujer.
Para la socióloga Juana Camargo, la Marcha de las putas, versión Panamá, fue una actividad “contra todas las formas de violencia hacia las mujeres”.
Una señora que mostraba sus canas estuvo allí hasta el final de la marcha sin mostrar cansancio. Rodeando el Parque Legislativo dijo que “a mis hijas no le gustaba que viniera a participar de la marcha por su nombre, pero yo como mujer sindicalista les dije que la mujer tiene que defender a las mujeres. He vivido situaciones con compañeras de acoso sexual. Las mujeres, donde nos encontremos, estamos expuestas a esta situación”, afirma Carmen Taitt, de la Confederación de los Trabajadores de la República de Panamá.
La organizadora de la marcha, Joyce Araújo, del Espacio Encuentro de Mujeres, dice que cuando hablaba con sus compañeras de grupo decían que si llegaban más de 100 personas estarían contentas, pero que la marcha superó sus expectativas.
Algo más de 300 personas coreaban “Ni santas ni putas”.
Vannie Arrocha Morán
https://www.prensa.com/locales/marcha-putas-exigen-violencia-Panama_0_3235926405.html
http://www.ellasvirtual.com/history/2011/10/28/actualidad_3.asp
Interesante entrada, tienes un bonito espacio,
ResponderEliminarfeliz semana.