"Cualquier persona puede decir que fue violada, es una situación que no se
puede comprobar", dijo Enrique Gómez Hurtado en uno de los debates sobre
el aborto en el Senado.
Lo dijo como con la certeza de quien conoce de cerca los detalles de un
caso de violación impune. El supuesto de Gómez Hurtado es lo que le da
seguridad cada día a los violadores de este país machista donde se duda de cada
mujer que denuncia una violación. ¿Se lo buscó por coqueta?, ¿fue la
minifalda?, ¿empezaron a tirar pero ella cambió de opinión y ahí ya no se
vale?, ¿lo que quiere es plata?
El martes entrevistaron en La W a Lina Castro, la mujer que denunció al
asesor presidencial en Derechos Humanos, Tomás Concha, por abuso sexual. Julio
Sánchez Cristo comenzó por preguntarle cómo podía probar que el abuso de Concha
no había sido una “aventura de oficina”. Le pregunta a Castro si de verdad cada
una de las veces fue abuso, tal vez implicando que ella le cogió el gustico con
el tiempo.Que si fue en la oficina, o por fuera de la oficina y que si alguna
vez pasó algo afuera y que si fue afuera en dónde fue. Y Lina, llorando, dijo
que no daría detalles y a eso Julio lo llamó discreción.
Silvia Inxtaurrondo, otra periodista de La W, le preguntó a Lina si en cada
uno de los encuentros ella había dicho explícitamente “no”, (¿porque el que
calla otorga?) que por qué eso duró tanto tiempo sin que ella lo denunciara,
que por qué no prefirió simplemente perder su trabajo. Porque Silvia dice,
además, que si ella hubiera estado en el lugar de Lina se habría negado
virtuosamente, habría denunciado cuanto antes. No todas las mujeres son tan
asertivas como Silvia lo es en su imaginación, pero todas, hasta ella, somos
vulnerables. Según el X Informe sobre violencia sociopolítica contra mujeres,
jóvenes y niñas en Colombia 2000-2010, cada hora, nueve mujeres son víctimas de
abuso sexual. Lo anterior es solo contando las denuncias, pues probablemente
son más las mujeres que callan.
¿Y por qué callan? Callan porque cuando hacen sus denuncias públicamente no
les creen, las cuestionan, les hacen preguntas que sugieren que algún provecho
sacaban del abuso, las hacen sentir como unas putas. Y después de enfrentarse a
eso nadie les dará trabajo, por sapas, porque en el nuevo trabajo también
creerán que se lo inventaron todo, y que su misión en la vida es arruinarles la
vida a hombres tan románticos como Concha, que llama desliz sentimental a las
felaciones que, a puerta cerrada, le daba contra su voluntad su subalterna.
El abuso sexual es un asunto de poder. Se trata de poder controlar a su
víctima y eso se logra con violencia física y psicológica. Las víctimas de
abuso sexual suelen además sentirse culpables y, cuando salen del closet de la
violación, la sociedad les refuerza ese susurro judeocristiano de su cabeza que
les dice que se lo merecían. Este tipo de temas debe ser tratado con compasión,
especialmente por los medios, pues matonear al denunciante en público es
apabullar a otros posibles denunciantes. Los principales culpables de que estos
crímenes queden impunes somos nosotros, que cuando las mujeres alzan la voz las
agarramos a piedras.
Catalina Ruiz Navarro
En respuesta al artículo anterior :
Soy Silvia Intxaurrondo y con este texto quiero ejercer mi derecho de
réplica a un artículo publicado en este mismo diario. Soy mujer y periodista.
Por ese orden. Es decir, he tenido más tiempo de presenciar las desigualdades y
las situaciones de abuso contra las mujeres que tiempo para poder denunciar
esas lacras. Así que voy a aprovechar este pequeño espacio para hacer lo segundo.
Y voy a dirigirme directamente a las afectadas.
Señorita, señora: nadie tiene derecho a amenazarla, insultarla, golpearla o
abusar sexualmente de usted. Ni en casa, ni en la calle ni en su trabajo.
Quizás le resulte obvio que se lo recuerde, pero no lo es. Primero, porque,
desgraciadamente, puede que usted esté en cualquiera de las situaciones que
acabo de citar. Segundo, porque debe estar aterrada; de hecho, hay muchas
mujeres que están en su situación y no denuncian por miedo. Es un fenómeno en todo
el mundo. Y es tan evidente que no necesita que le aporte más datos.
Hoy quiero hablarle de lo que no es obvio. Quiero hablarle de las mujeres
que se han convertido en heroínas. Estaban en su misma situación y lo
denunciaron. Y eso a pesar de que estaban aterradas. Se lo recuerdo porque, a
pesar de que es obvio, no suelen aparecer en los medios de comunicación. Ellas
también pensaron que ni la policía ni los jueces las iban a escuchar. Y
debieron de pensar que, si lo denunciaban y el sistema no las escuchaba, ningún
periodista iba a contar su drama. Es más, seguro que lo pensaron, porque a
muchos periodistas les gusta regodearse en la crítica a las autoridades y no
asumir su responsabilidad de dedicar el espacio que tienen en los medios de
comunicación para denunciar que el sistema no funciona. Es un fenómeno en todo
el mundo. Y es tan evidente que no necesita que le aporte más datos.
Hoy quiero hablarle de los otros periodistas. De los que, con espacios como
este, demostramos que no nos resignamos a hablar sobre las injusticias, sino a
combatirlas. Así que, denuncie, por favor. Hay periodistas que presionaremos al
sistema para que las autoridades hagan su trabajo. Porque es nuestra
responsabilidad. Para que ni sus hijas ni las nuestras tengan miedo de regresar
a casa, salir a la calle o ir al trabajo. Para que, si se sienten violentadas,
sigan su ejemplo y denuncien. Señorita, señora: para que nuestras hijas no sean
unas simples mártires más, necesitan que usted se convierta en su heroína.
Silvia Intxaurrondo
Agradecemos los textos de estas dos magnificas periodistas y difundimos por su gran intereses no solo en Colombia :
No hay comentarios:
Publicar un comentario