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domingo, 1 de mayo de 2011

Señora: para que nuestras hijas no sean unas simples mártires más, necesitan que usted se convierta en su heroína.



"Cualquier persona puede decir que fue violada, es una situación que no se puede comprobar", dijo Enrique Gómez Hurtado en uno de los debates sobre el aborto en el Senado.


Lo dijo como con la certeza de quien conoce de cerca los detalles de un caso de violación impune. El supuesto de Gómez Hurtado es lo que le da seguridad cada día a los violadores de este país machista donde se duda de cada mujer que denuncia una violación. ¿Se lo buscó por coqueta?, ¿fue la minifalda?, ¿empezaron a tirar pero ella cambió de opinión y ahí ya no se vale?, ¿lo que quiere es plata?
El martes entrevistaron en La W a Lina Castro, la mujer que denunció al asesor presidencial en Derechos Humanos, Tomás Concha, por abuso sexual. Julio Sánchez Cristo comenzó por preguntarle cómo podía probar que el abuso de Concha no había sido una “aventura de oficina”. Le pregunta a Castro si de verdad cada una de las veces fue abuso, tal vez implicando que ella le cogió el gustico con el tiempo.Que si fue en la oficina, o por fuera de la oficina y que si alguna vez pasó algo afuera y que si fue afuera en dónde fue. Y Lina, llorando, dijo que no daría detalles y a eso Julio lo llamó discreción.

Silvia Inxtaurrondo, otra periodista de La W, le preguntó a Lina si en cada uno de los encuentros ella había dicho explícitamente “no”, (¿porque el que calla otorga?) que por qué eso duró tanto tiempo sin que ella lo denunciara, que por qué no prefirió simplemente perder su trabajo. Porque Silvia dice, además, que si ella hubiera estado en el lugar de Lina se habría negado virtuosamente, habría denunciado cuanto antes. No todas las mujeres son tan asertivas como Silvia lo es en su imaginación, pero todas, hasta ella, somos vulnerables. Según el X Informe sobre violencia sociopolítica contra mujeres, jóvenes y niñas en Colombia 2000-2010, cada hora, nueve mujeres son víctimas de abuso sexual. Lo anterior es solo contando las denuncias, pues probablemente son más las mujeres que callan.

¿Y por qué callan? Callan porque cuando hacen sus denuncias públicamente no les creen, las cuestionan, les hacen preguntas que sugieren que algún provecho sacaban del abuso, las hacen sentir como unas putas. Y después de enfrentarse a eso nadie les dará trabajo, por sapas, porque en el nuevo trabajo también creerán que se lo inventaron todo, y que su misión en la vida es arruinarles la vida a hombres tan románticos como Concha, que llama desliz sentimental a las felaciones que, a puerta cerrada, le daba contra su voluntad su subalterna.

El abuso sexual es un asunto de poder. Se trata de poder controlar a su víctima y eso se logra con violencia física y psicológica. Las víctimas de abuso sexual suelen además sentirse culpables y, cuando salen del closet de la violación, la sociedad les refuerza ese susurro judeocristiano de su cabeza que les dice que se lo merecían. Este tipo de temas debe ser tratado con compasión, especialmente por los medios, pues matonear al denunciante en público es apabullar a otros posibles denunciantes. Los principales culpables de que estos crímenes queden impunes somos nosotros, que cuando las mujeres alzan la voz las agarramos a piedras.
Catalina Ruiz Navarro 

En respuesta al artículo  anterior : 

Soy Silvia Intxaurrondo y con este texto quiero ejercer mi derecho de réplica a un artículo publicado en este mismo diario. Soy mujer y periodista. Por ese orden. Es decir, he tenido más tiempo de presenciar las desigualdades y las situaciones de abuso contra las mujeres que tiempo para poder denunciar esas lacras. Así que voy a aprovechar este pequeño espacio para hacer lo segundo. Y voy a dirigirme directamente a las afectadas.

Señorita, señora: nadie tiene derecho a amenazarla, insultarla, golpearla o abusar sexualmente de usted. Ni en casa, ni en la calle ni en su trabajo. Quizás le resulte obvio que se lo recuerde, pero no lo es. Primero, porque, desgraciadamente, puede que usted esté en cualquiera de las situaciones que acabo de citar. Segundo, porque debe estar aterrada; de hecho, hay muchas mujeres que están en su situación y no denuncian por miedo. Es un fenómeno en todo el mundo. Y es tan evidente que no necesita que le aporte más datos.

Hoy quiero hablarle de lo que no es obvio. Quiero hablarle de las mujeres que se han convertido en heroínas. Estaban en su misma situación y lo denunciaron. Y eso a pesar de que estaban aterradas. Se lo recuerdo porque, a pesar de que es obvio, no suelen aparecer en los medios de comunicación. Ellas también pensaron que ni la policía ni los jueces las iban a escuchar. Y debieron de pensar que, si lo denunciaban y el sistema no las escuchaba, ningún periodista iba a contar su drama. Es más, seguro que lo pensaron, porque a muchos periodistas les gusta regodearse en la crítica a las autoridades y no asumir su responsabilidad de dedicar el espacio que tienen en los medios de comunicación para denunciar que el sistema no funciona. Es un fenómeno en todo el mundo. Y es tan evidente que no necesita que le aporte más datos.

Hoy quiero hablarle de los otros periodistas. De los que, con espacios como este, demostramos que no nos resignamos a hablar sobre las injusticias, sino a combatirlas. Así que, denuncie, por favor. Hay periodistas que presionaremos al sistema para que las autoridades hagan su trabajo. Porque es nuestra responsabilidad. Para que ni sus hijas ni las nuestras tengan miedo de regresar a casa, salir a la calle o ir al trabajo. Para que, si se sienten violentadas, sigan su ejemplo y denuncien. Señorita, señora: para que nuestras hijas no sean unas simples mártires más, necesitan que usted se convierta en su heroína.
Silvia Intxaurrondo

 Agradecemos los textos de estas dos magnificas periodistas y difundimos por su gran intereses no solo en Colombia  :

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