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sábado, 12 de noviembre de 2011

Violencia de género en Nicaragua, una lacra a erradicar





No podemos dejar de apuntar que vemos por parte de las instituciones de Nicaragua , una búsqueda de revalorizar a sus Heroínas  pasadas pero entendemos que a sus Heroínas de cada día las tienen un poquito olvidadas. Los datos hablan por si solos en una población de entorno a 6 millones de habitantes, el numero de mujeres muertas es alarmante. No podemos construir una sociedad más justa olvidando esta lacra . 

Los movimientos nicaragüenses de mujeres se han movilizado constantemente ante el incremento de asesinatos de mujeres por parte de sus parejas o ex parejas. Las cifras aumentan rápidamente. 
Un total de 51 mujeres fueron asesinadas en el primer semestre del año 2011, reflejando un incremento de un 59.3% con respecto al año anterior, de acuerdo con los datos registrados por la Red de Mujeres contra la Violencia.
Según explica Anielka Ocón Vásquez, psicóloga del Movimiento María Elena Cuadra, existen varios factores que permiten dibujar una radiografía de las víctimas.


La dependencia económica
El primero de ellos es la dependencia económica, la cual conduce a que la víctima soporte muchos maltratos, señala la psicóloga.
Según el monitoreo de la Red de Mujeres, la mayoría de las víctimas eran amas de casa, tenían entre 21 y 30 años y habitaban en zonas rurales.
“El hecho de pertenecer a las zonas rurales las hacía más vulnerables porque tenían menor acceso a información y educación sobre sus derechos”, explica Ocón.
“Esa información les hubiese permitido comprender que eran seres humanos integrales que podían romper los patrones socioculturales de subordinación”, agrega.

La escolaridad y antecedentes de violencia
La escolaridad es otro de los factores que parece tener gran peso a la hora de analizar la violencia de género, ya que según las estadísticas, las mujeres asesinadas eran analfabetas o con escolaridad de primaria.
“Esto se explica porque eran mujeres con menor acceso a oportunidades de empleo que le permitieran independizarse de sus agresores, lo cual incitaba a  que continuaran en el círculo de la violencia”, señala Ocón.
La mayoría de las víctimas procedían de hogares disfuncionales y habían sufrido violencia desde la infancia, rasgo que refleja que los primeros años de vida son determinantes en los mecanismos de autoaceptación del individuo.
Para Ocón este es un aspecto que no debe ser pasado por alto, porque indica que las mujeres están naturalizando la violencia desde que son niñas.
“Por lo general, las víctimas tenían un historial personal de violencia, ya que sus madres habían sufrido agresiones físicas o verbales por parte de sus padres, y eso es muy peligroso, porque las mujeres se crean la falsa idea de que el amor está ligado al maltrato, y cuando lo sufren no piden ayuda”, detalla la psicóloga.



Patrones de cultura arraigados
Los patrones culturales de violencia aprendidos tradicionalmente en los medios de comunicación, la utilización de la mujer como un objeto sexual y reproductivo, el nivel de dependencia económica de los maridos, las normas familiares que se oponen al divorcio y la falta de respuesta en las instituciones judiciales explica por qué estas mujeres emiten un grito silencioso que termina en la muerte.
Paradójicamente, el sitio que ocupa el segundo lugar como escenario del crimen es la casa, el lugar donde la mujer debería sentirse más protegida, y su compañero de vida es el segundo en la lista de perpetuadores del crimen.
Ocón dice que la mayoría de estas mujeres eran amas de casa y desempeñaban trabajos de subsistencia como la venta de tortillas o helados, con ingresos precarios, que no le permitían separarse de su agresor por temor a no poder ser el sustento de su hogar. 


La influencia de los hijos
Enelvia María Ballesteros, sicóloga del Movimiento María Elena Cuadra, agrega que ser joven y tener hijos con el agresor, también predispone a la mujer a soportar la violencia intrafamiliar.
Cuando las mujeres tienen hijos con el agresor crean un nexo difícil de romper, ya que se consideran malas madres por romper el hogar, mas no analizan el daño que sufren los niños al ser coparticipes de esta violencia”, señala Ballesteros.
Y añade, la violencia intrafamiliar es un ciclo difícil de romper que requiere el apoyo de la familia, los amigos y muchas redes de apoyo, ya que las mujeres tienen una débil autoestima que las induce a sufrirla en silencio”.
Ballesteros también señala que el aumento en el número de feminicidios son la prueba fehaciente de que los hombres están desarrollando un odio perverso hacia las mujeres, debido a que las brechas de género se están socavando.
Los feminicidios están aumentando porque cada día las mujeres son más competitivas e independientes, y esa mujer que antes pertenecía al ámbito privado ahora pertenece al ámbito público, comenta Ballesteros

Pobreza coadyuva en la violencia de género
Según la presidenta de la Organización destinada a Proteger la Vida y la Salud Integral de las Mujeres, IPAS, Martha María Blandón, aunque la violencia de género y por tanto el feminicidio trasciende las clases sociales, la situación de pobreza lleva a mayores niveles de desesperación y angustia.
La mujer que tiene menos información, sin vínculos con los operadores de justicia porque habita en zonas rurales intrínsecas, tiene menos oportunidades de buscar ayuda, señala Blandón.
Añade que la pobreza es un elemento que se conjuga con la violencia, porque en la medida que una mujer no cuenta con sus propios recursos es una persona sumisa, temerosa y con menor empoderamiento de sus derechos sexuales y reproductivos, sin una condición de igualdad con respecto al hombre.
La violencia intrafamiliar y su más perversa expresión, es decir el feminicidio, es un claro reflejo de una sociedad que ve a la mujer como un ser de segunda categoría”, afirma.

“Mientras no tengamos mujeres conocedoras de sus derechos, conscientes de que el trabajo doméstico es un trabajo no remunerado, capaces de hacer valer sus derechos y romper con los estándares de una sociedad androcéntrica y misógina, las mujeres seguiremos engrosando la lista de víctimas, agrega Blandón.
La representante de IPAS dice se deben crear espacios de sensibilización en los cuales los hombres cedan los espacios de poder que han acaparado a lo largo de la historia.
“Ser mujer es la principal predisposición para sufrir violencia de género en países subdesarrollados como el nuestro, pero también puede convertirse en una ventaja cuando somos capaces de romper con los patrones socioculturales que nos han inculcado”, estima Blandón.

Intento de independencia provoca maltrato
Ocón, de la Red de Mujeres, también señala que aunque la mayoría de las mujeres asesinadas  realizaban actividades que le permitían obtener cierta remuneración económica, esto las hacía más propensas al maltrato.
Contrario a lo que muchos pensarían, el trabajo es un arma de doble filo, porque aunque pareciera brindar cierta independencia económica, es percibido como una amenaza para los maridos, dice Ocón.
“Los hombres se ven desplazados en su papel de proveedor único, y ven en esos ingresos la posibilidad de que sus esposas comiencen a exigir reivindicaciones. Esto provoca que la violencia se recrudezca y la mujer sea sometido a tratos crueles, humillantes y degradantes”, sostiene Ocón.
El asilamiento en el hogar, la falta de redes de apoyo e instituciones donde acudir, las convierte en las victimas perfectas.
Ocón indica que las víctimas desarrollan una fuerte dependencia afectiva, no conciben estar solas por temor a la crítica social, y desarrollan una necesidad enfermiza de tener una figura masculina para mantener una estructura familiar tradicional.
Eso explica que muchas mujeres desarrollen el “Síndrome de Estocolmo”, ya que en esa negación y deseo de subsistencia, encuentran una explicación a los abusos que padecen.
“Muchas mujeres aman, admiran y respetan a sus agresores, y no porque se lo merezcan, sino porque desarrollan un instinto de supervivencia que les permite soportar el calvario que representa estar con ellos, y porque los victimarios se encargan de sembrarles esa mentira, comenta Ocón.

Mujeres de alto nivel no están exentas
Débora Gradinson, la Procuradora especial de la Mujer, aseguró que la violencia de género es caldo de cultivo para los feminicidios, y agregó que aunque la pobreza puede ser un factor predisponente, esto no exime a las mujeres de mayor nivel social y económico.
“La violencia de género es una realidad en todas las clases sociales y a todos los niveles, la diferencia es que los sectores pobres lo exteriorizan más. No es que las mujeres que viven en las grandes mansiones no sufran violencia, es que tienen un mayor estigma social”, comenta Gradinson.
También señaló que la violencia contra la mujer no tiene distingo de raza ni color, porque “es una enfermedad que carcome los cimientos de la sociedad y limita el desarrollo integral de mujeres, niñas y adolescentes”.
Añadió que “las mujeres no nacimos con las mismas oportunidades que los hombres, pero hemos ido conquistando espacios, porque antes muchos decían, detrás de un gran hombre hay una gran mujer, yo diría que la historia ha demostrado que a la par de un gran hombre, siempre hay una gran mujer”, estimó Gradinson.

Cenidh: Feminicidio es acto más cobarde
La presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos ( CENIDH), Vilma Núñez, asegura que el feminicidio es una de las violaciones a los Derechos Humanos más cobardes, ya que se realiza en el seno del hogar y en base a las diferencias de poder.
También enfatiza en que la pobreza, la educación recibida en la infancia y la falta de oportunidades son causas directas que hacen a las mujeres más vulnerables.
“Las mujeres que fueron brutalmente asesinadas, tenían menos información sobre sus derechos, y fueron criadas dentro de un sistema misógino y machista, y romper con esos patrones socio culturales no es tarea fácil”, comenta Núñez.
Marcos Carmona, Presidente de la Comisión Permanente de Derechos( CPDH), considera que aunque más del 50% de las mujeres son jefas de familia y un 42% del producto interno bruto es generado por su trabajo, todavía existe mucha dependencia económica.
“En el caso de estas mujeres, todas dependían de los ingresos de sus esposos y eso las obligaba a soportar todo tipo de humillaciones y golpes. Eso encuentra su explicación en que eran mujeres que realizaban trabajos mal remunerados. Y eso es deplorable, porque el trabajo doméstico es indispensable para generar las condiciones necesarias para el buen rendimiento laboral de sus esposos”, señala Carmona.

Ley para tipificar el feminicidioJosé Pallais, Presidente de la Comisión de Justicia de la Asamblea Nacional, explica que la creación de una Ley que tipifique los feminicidios representará un avance significativo para salvaguardar la vida y la salud de las mujeres, ya que visibilizará sus muertes y las causas de las mismas.
“Con esta nueva Ley, que no es más que la conjunción del proyecto de Ley del Movimiento María Elena Cuadra y del presentado por la presidenta de la Corte Suprema de Justicia, la magistrada Alba Luz Ramos, pretendemos tipificar los homicidios que ocurren por el sólo hecho de ser mujer, en aras de castigar a quienes vulneran la vida de las mujeres por su condición de género”, comentó el diputado.
La Ley que tipificará los feminicidios en el Código Penal contempla un aumento de un tercio de las penas, medidas cautelares y precautelares para proteger a la víctima y a sus hijos, la inclusión de la violencia psicológica, económica y patrimonial y la responsabilidad del Estado y las instituciones como principales guardianes de la vida y la salud de las mujeres.

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