(FOTO: Meloni Deidda) |
Michela Murgia nació en Cabras, un pueblo de poco más de 9.000 habitantes en la costa occidental de Cerdeña. El hecho de haber nacido en una isla es para ella un legado y un reto importantísimo. Su visión de la sociedad -definida por algunos en Italia, a su pesar, como “periférica”- busca una narración con trasfondo ideológico. “Doy un gran valor político a las historias que escribo y que leo”, dice Michela, que no tiene problemas en definirse como intelectual en el sentido gramsciano del término: “Un mediador entre la gente y la comprensión de la realidad”. Estudió filosofía y teología mientras se ganaba la vida trabajando como teleoperadora. De esa experiencia surgió un blog que pronto se transformó en su primer libro, Il mondo deve sapere (“El mundo tiene que saber”), un diario sobre las nuevas formas de explotación laboral que fue trasladado con éxito a la gran pantalla, en 2008, de la mano del director Paolo Virzí (Tutta la vita davanti). Pero es con La acabadora, novela que en junio publicaron en castellano Salamandra y en catalán Proa, que Michela Murgia se ha ganado la atención del público y de la crítica. Publicada en Italia por la exquisita editorial Einaudi, estuvo durante meses encabezando la lista de los libros más vendidos allí y se ha traducido también al holandés, al inglés y al alemán. Con esta historia mágica que cuenta la problemática relación entre una niña y su “segunda madre”, Murgia ganó el Campiello en 2010, entre otros premios.
“La acabadora -dice Michela- nació como un acto de rebeldía contra la retórica de la familia natural”. Muchos la catalogaron como una novela sobre la eutanasia, pero para su autora es, sobre todo, un fresco que parte de una historia personal. Michela ha sido, como la protagonista de su novela, fill’e anima, nacida en una familia y criada en otra. La “adopción del alma” es una tradición muy arraigada en Cerdeña, sin ser legalmente aceptada. Porque, dice la autora, “a veces la voluntad puede valer más que la sangre”. Tampoco el trabajo de la acabadora es legalmente reconocido, pero en toda sociedad rural, como la de la Cerdeña de los años 1950 descrita por Murgia, existe una figura que se encarga, bajo petición, de acompañar a los agonizantes hacia una muerte “digna”. El estilo de Murgia es duro y poético a la vez. Ella misma admite comparaciones con el realismo mágico latinoamericano, sin perder de vista el objetivo: narrar una historia que también pueda ser un arma. Quizá esto suceda debido a la pasión política que la mueve y a su dicotomía identitaria: “Tardé años en aceptar mi bilingüismo y en sacarle provecho. Por ejemplo, en sardo no usamos afirmaciones categóricas, somos muy posibilistas, y esto nos lleva a fiarnos poco de los demás”. En su blog revela esta faceta más comprometida, la de la mujer que ha tenido un éxito y una exposición poco habituales y que, desde su guarida en la costa de Cerdeña (que comparte con un marido tímido y mucho más joven), sabe utilizar las palabras para mover masas.
Michela Murgia, autora de 'Y la Iglesia inventó a la mujer'
La escritora sarda Michela Murgia estudió Teología, trabajó como maestra de religión y fue monitora de Acción Católica (apostolado para la difusión de dicho credo). Por tanto, es una cristiana de los pies a la cabeza que, sin embargo, acaba de publicar 'Y la Iglesia inventó a la mujer' (Ed. Salamandra), un ensayo donde revisa la figura femenina en la historia del catolicismo y donde, inevitablemente, denuncia la estigmatización del cuerpo femenino a lo largo de los siglos.
Cuando pienso en alguna de las mujeres que aparecen en los Evangelios, e incluso en el Antiguo Testamento, me viene a la cabeza la imagen de una mujer llorando. ¿Por qué no encuentro otro tipo de imágenes?
Hay una diferencia sustancial entre lo que aparece en las Escrituras y lo que el imaginario colectivo y el arte sacro han ido recogiendo de otras narrativas religiosas. La pregunta que debemos plantearnos no es si la Biblia muestra sólo a mujeres afligidas (cosa que no es cierta), sino cuáles han sido seleccionadas por el catolicismo para transmitir la imagen de la mujer angustiada. La representación de la aflicción siempre se relaciona con la de personas que tienen algo que debe ser perdonado, y en la narrativa popular católica las mujeres siempre tienen que ser perdonadas del mayor de los pecados: la expulsión del Edén.
También es difícil encontrar representaciones artísticas en las que las mujeres del cristianismo sean adultas o ancianas. Por ejemplo, en la Piedad de Miguel Ángel, la Virgen María parece más joven que el Hijo muerto que sostiene entre los brazos.
En la mujer, la santidad está ligada a la juventud, en contraposición a una corrupción espiritual que se asocia al resto de edades. Pero eso sólo afecta a las mujeres, como demuestra el hecho de que los santos siempre sean representados como hombres adultos o ancianos (incluso desvirtuando la realidad más objetiva, como en el caso de San José), cosa que ocurre porque la ancianidad masculina se asocia a la sabiduría y la moderación.
Eva y la Virgen María, quizá las dos mujeres más importantes del cristianismo, son dos figuras absolutamente contrapuestas.
Eva es la deformación del mal, la semilla emponzoñada que envenena a ambos sexos, ya que debilita la voluntad del hombre con su seducción, convirtiéndose en el arquetipo de todas las mujeres y provocando la muerte del mundo con su acto de desobediencia. María es la antítesis de Eva, o eso nos enseñaron los padres de la Iglesia. San Pablo llegó a decir que Cristo era el nuevo Adán y la Iglesia amplió la idea diciendo que María era la nueva Eva. En el caso de Jesús, el paralelismo es correcto, pero en el de María la afirmación supuso la creación de un modelo de mujer rígida y poco acorde con la realidad.
Cuando se difundió el uso de la anestesia epidural, se produjo un debate en el seno de la Iglesia en torno al peligro de desobedecer aquel mandato divino de 'parir con dolor'. ¿Qué otras condenas divinas siguen vigentes en la actualidad?
Todavía hay mucha resistencia cultural en torno al control del dolor y de los cuidados paliativos. Esto proviene de la concepción católica según la cual el sufrimiento es algo salvador, es decir, que el sufrimiento es una especie de expiación que nos convierte en mejores personas. De ahí que los cristianos hayan asumido la señal de la cruz, que es un símbolo de sufrimiento, como máximo icono de su religión, cuando en verdad había otras representaciones, como la barca o el pescado, que simbolizaban igualmente a Cristo.
La sociedad es cada vez más laica, pero usted afirma que los roles adjudicados por la Iglesia a la mujer han conseguido infiltrarse en nuestros hogares a través de la publicidad, la prensa, el trabajo... ¿Cómo puede romperse esta dinámica?
La religión católica ha elaborado planes culturales para los próximos 2.000 años. No se puede pensar que su influencia se basa sólo en la fe. Las opciones culturales y sociales que se desarrollan en nuestra sociedad tienen una evidente herencia católica. Mi intención es dar a entender el motivo por el que nuestro presente sigue influenciado por estereotipos religiosos, incluso cuando ya casi nadie acude a las iglesias.
Usted es creyente, ha estudiado Teología, ha sido profesora de religión y monitora de Acción Católica. ¿Cómo ha reaccionado la Iglesia ante la publicación de su libro?
En un primer momento, reaccionó con el silencio. Pero entonces el libro entró en las listas de los más vendidos y se creó un gran debate, obligando a los medios de comunicación a buscar la opinión de los católicos. 'L'Osservatore Romano' y el 'Avvenire', que es el periódico de la Conferencia Episcopal Italiana, publicaron varios artículos sobre el tema, lo cual me alegró mucho, ya que aportaron una contribución crítica que demostraba que no veían mi libro como una mera provocación anticlerical, sino como un discurso complejo que merecía ser debatido.
Tras el gran éxito internacional de su primera novela, La acabadora, la escritora sarda Michela Murgia ha escrito un libro muy personal, a medio camino entre el ensayo, el libro de denuncia y el testimonio íntimo, que ha obtenido un entusiasta recibimiento en las librerías italianas y se ha situado entre los libros más leídos en ese país. Con precisión y originalidad, Michela Murgia examina la situación de la mujer a partir del análisis del imaginario católico, centrándose especialmente en la figura de María de Nazaret, modelo de mujer perfecta. "Éste es un libro de experiencias, no de sentencias", aclara la autora que, partiendo de sus conocimientos de Teología y de su extensa actividad como animadora parroquial, cita desde parábolas de los Evangelios o fragmentos de encíclicas papales, a grandes obras de arte clásico, anuncios televisivos o artículos de revistas femeninas para llamar la atención sobre cómo todos ellos contribuyen a convalidar una visión que simplifica y margina la figura de la mujer. Al punto de vista privilegiado de una mujer cuya trayectoria personal e intelectual está ligada a pensar sobre la religión, Michela Murgia añade su contagiosa curiosidad y su excepcional talento para narrar
http://www.sanpablo.es/libreria/listado/11/iglesia/y_la_iglesia_invento_a_la_mujer/126303024
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Michaela-Murgia-La-Iglesia-catolica-es-una-empresa-multinacional_0_763123897.html
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