Nació Zulmira Britto Thurler el 28 de agosto de 1922, caterinense de Florianapolis ( Brasil ) y partió el 16 de octubre de 1989 en Santa Maria (Rio grande del Sur) . Ella fue una mujer de inmenso valor que quedo impreso en su hija Ana y en sus nietas junto con una gran gratitud, reconocimiento y amor.
Um libelo contra a alienação parental e a guarda compartilhada imposta.
Um libelo contra a maternofobia.
Quero celebrar minha mãe nestes tempos de maternofobia, de misoginia, alimentando esse “conceito” machista de alienação parental, de síndrome de alienação parental, de guarda compartilhada imposta por um Juiz – semi-deuses em nossos Estados patriarcais - que nada sabe do cotidiano naquela família, nada sabe de violências e abusos e tem retirado filhos das mães com misoginia exacerbada, para entregá-los aos pais. Não cuidadores, essas crianças vão parar no colo das avós paternas. Esta é ao mesmo tempo uma singela homenagem a minha mãe e um libelo contra essa onda masculinista de maternofobia.
Uma mulher comum e incomum: Zulmira, minha mãe.
Minha mãe não nasceu em um ano qualquer. Nasceu em 1922, 28 de agosto. Ano da “Semana de Arte Moderna” , com efervescências na literatura, na arte, na busca de identidade do país. Nasceu em Florianópolis, capital de um estado ao sul do Brasil, Santa Catarina. O sul traz em sua história forte carga conservadora .
E veio de uma família humilde. Seus pais eram muito rígidos em sua educação para o casamento. Desde cedo, entretanto, ela pensava em trabalhar, ter independência.
Da ligação de cumplicidade com seu irmão (Armando), aconteceu de ela conseguir trabalho. Tio Armando era um alfaiate considerado na cidade de Florianópolis. Ele convidou sua irmã para vir trabalhar com ele na alfaiataria. Ele fazia os paletós e desde os 15 anos, ela produzia as calças dessa alfaiataria. E as produzia sozinha e com todo esmero. A alfaiataria ganhou confiança e renome pela qualidade de seus ternos, com corte perfeito e acabamento impecável.
Para as mulheres de seu tempo, Zulmira casou “tarde”: aos 22 anos. E meu pai levou-a ainda mais para o sul: para a cidade de Santa Maria, no Rio Grande do Sul, onde nascemos meu irmão e eu.
Lá nasceram suas quatro netas: Adriane e Lisiane; Andréa e Daniela. (Não chegou a conhecer seus bisnetos: Rafael, Andréa e Miguel).
Lá ela continuou a trabalhar para uma alfaiataria. Lembro-me de que a cidade era tranqüila e eu aos 7, 8 anos levava, orgulhosa, as calças que minha mãe produzia, para entregar ao alfaiate.
Algum tempo mais tarde, meu pai recebeu convite para trabalhar em alguns países da América Latina. Consultou minha mãe e em um período ele foi só e após ela seguiu, ficando com ele. Quando ela retornou, determinada, coordenou sozinha a construção de nossa casa e de um pequeno prédio, com 4 apartamentos. Era ela a única mulher em diálogo com engenheiro, mestre de obras e operários. Isso nos anos 50 do século passado. Ela me deixou esse desejo de autonomia e de afirmação.
Era meio agnóstica, muito laica. Tinha somente uma devoção toda particular: Santo Antonio. Assumi essa devoção como uma herança. Por afetividade e, quem sabe, também, por ele, com o Menino nos braços, clamar tão antecipadamente, por outros padrões de masculinidade.
Em Santa Maria, ela viveu até o fim de seus dias, aos 67 anos. Foi a pessoa que mais me amou. E, sem se dar conta, me deixou a maior de todas as lições:
o aprendizado da sororidade
Ana Liési ThurlerUna acusación contra la alienación parental y la custodia compartida impuesta.
Una acusación contra la maternofobia.
Quiero celebrar a mi madre en estos tiempos de maternofobia y de la misoginia, de alimentación de este "concepto" de alienación parental, del sexista, síndrome de alienación parental, la custodia compartida impuesta por un juez - semidioses en nuestros Estados patriarcales - que no saben nada de la vida cotidiana de la familia, no saben nada de la violencia y el abuso y han tomado los niños de madres desde la misoginia exagerada, para entregarlos a los padres. No hay cuidadores, estos niños terminan en el regazo de los abuelos paternos. Esta nota es al mismo tiempo un homenaje a mi madre y una acusación contra esta ola de maternofobia masculinista.
Una mujer común y poco común: Zulmira, mi madre.
Mi madre no nació en un año cualquiera . Nació en 1922, el 28 de agosto. Año de la "Semana de Arte Moderno" con efervescencia en la literatura, arte, búsqueda de la identidad del país. Naciö en Florianópolis, capital de un estado en el sur de Brasil, Santa Catarina. El sur tiene en su historia una fuerte carga conservadora.
Ella vino de una familia humilde. Sus padres eran muy estrictos en su educación para el matrimonio. Desde muy pronto, sin embargo, ella penso en trabajoar, para tener independencia.
Una conexión de complicidad con su hermano (Armando), le permitio conseguir trabajo. El tío Armando era un considerado sastre en la ciudad de Florianópolis. Invitó a su hermana para ir a trabajar con él en la sastreria. Él hacia las chaquetas y desde los 15 años ella hacia los pantalones en esta sastrería. Ella los hacia sola y con todo cuidado. La sastrería ganó confianza y reconocimiento por la calidad de sus trajes con el corte perfecto y acabado impecable.
Para las mujeres de su época, Zulmira se casó"tarde": a la edad de 22 años. Y mi padre la tomó para aún más al sur: la ciudad de Santa Maria, en Rio Grande do Sul, donde nacimos mi hermano y yo.
Allí nacieron sus cuatro nietas: Adriane y Lisiane; Andrea y Daniela. (No llego a conocer a sus bisnietos: Rafael, Andrea y Miguel).
Allí continuó trabajando para una sastrería. Recuerdo que como la ciudad era tranquila yo a los 7, 8 años llevaba con orgullo, pantalones que mi madre hacia para entregar al sastre.
Algún tiempo después, mi padre fue invitado a trabajar en algunos países de América Latina. Consultó a mi madre y un tiempo el estuvo solo, después ella se fue con él. Cuando volvió, decidida, coordinada por sí sola la construcción de nuestra casa, un pequeño edificio con 4 apartamentos. Ella era la única mujer en la conversación con el ingeniero, capataz y los trabajadores. En los años 50 del siglo pasado. Ella me dejó este deseo de autonomía y la afirmación.
Era una especie de agnóstica, muy secular. Con sólo una devoción privada : Santo Antonio. Tomé esta devoción como herencia. Por la afectividad y, quizás, también, para él, con el niño en sus brazos, clamando como anticipo por otras normas de masculinidad.
En Santa María, vivió hasta el final de sus días, a los 67 años. Era la persona que más me quería. Y sin darse cuenta, me dejó la mayor de todas las lecciones:
el aprendizaje de la sororidad
Ana Liési Thurler
Hola, habéis publicado las fechas cambiadas.
ResponderEliminarGracias Amparo ! Rectificamos ! abrazos .
EliminarUna hermosa historia de una mujer adelantada a su tiempo...
ResponderEliminar