Heddy Honigmann (1 de octubre de 1951 Lima, Perú ), hija de inmigrantes judíos procedentes de Austria y Polonia. Debido a la falta de escuelas de cine en Lima se mudó a Roma para estudiar en el Centro Sperimentale di Cinematografía. Se se dedica principalmente a la realización de documentales
Desde 1978 Heddy es ciudadana holandesa y actualmente vive en Ámsterdam aunque su carrera cinematográfica la ha llevado alrededor del mundo. Retrospectivas de su obra han tenido lugar en París, Berlín, Minneapolis, San Francisco, Barcelona, Madrid, el MoMA, el Pacific Film Archive, Toronto, Lima, México, Leipzig, Montreal, Lisboa, Taipei, Beijing y otros.
Desde 1978 Heddy es ciudadana holandesa y actualmente vive en Ámsterdam aunque su carrera cinematográfica la ha llevado alrededor del mundo. Retrospectivas de su obra han tenido lugar en París, Berlín, Minneapolis, San Francisco, Barcelona, Madrid, el MoMA, el Pacific Film Archive, Toronto, Lima, México, Leipzig, Montreal, Lisboa, Taipei, Beijing y otros.
A pesar de la realidad social y política que reflejan sus películas, Heddy Honigmann declara que “en realidad, la política no es mi tema, no hago películas sobre temas, sino sobre individuos”… ‘’Las películas no son manifiestos, sino visiones que la vida, el sufrimiento y la risa componen”.
¿Cómo logra Honigmann, una extranjera, el acceso a los sentimientos y miedos más profundos? Se explica a partir de su apertura hacia las cuestiones de la existencia humana, el desarraigo, el exilio y la búsqueda de un lugar, que se pueden buscar en su propia biografía. “Crecí en una familia de supervivientes del Holocausto. Siempre se contaban historias de personas perdidas. No se trataba solamente de la pérdida de la vida; con cada persona se perdía un universo de cuentos, lugares, canciones y esperanzas”. Ayudó también a agudizar la mirada de Honigmann su apertura hacia las cuestiones de la supervivencia después de la catástrofe y la guerra: “En Perú aprendí a sobrevivir por pura necesidad”. Durante su travesía por la vida a través de los continentes se encuentra con otros viajeros, a los que entiende aunque no le expliquen todo.
Heddy dispone el tiempo como el encuadre en el que su honesta curiosidad por la vida de sus personajes y sus réplicas terminan haciendo lo que muy pocos cineastas saben hacer: que, por un instante, las fragilidades y vulnerabilidades afloren con la misma suave violencia con que la marea eleva las aguas para, a la mañana siguiente, desaparecer.
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