Si queremos
movernos en el terreno de lo éticamente BUENO, donde la IGUALDAD no llega se aplica la JUSTICIA, y ésta para ser tal,
tiene que contemplar el caso concreto para eliminar desviaciones provocadas por
agentes ajenos a quien sufre una situación de subordinación respecto de quien
se compare; y eso es la EQUIDAD
La igualdad
es la forma más elemental de justicia, es el principio de no discriminación
negativa.
Cuando la
desigualdad ya está instalada solo
podemos corregirla aplicando la justicia, es decir, creando unas condiciones sociales
que apoyen a quien en esa relación estratificada permanece de manera
subordinada
Esta es la
discriminación positiva, la que va a facilitar que esa igualdad sea efectiva,
entre quienes arrastran una asimetría desde el
origen.
La justicia
aplicada al caso concreto es la equidad, una forma de corregir abusos y desproporciones arrastradas.
Todo esto
hablando desde un punto de vista ético, no legal, porque otra sería la
reflexión entre lo legal lo legítimo y lo justo.
Igualdad,
justicia y equidad son términos
grandilocuentes, expresiones salidas de algún desideratum, extraídas de una Declaración
de Intenciones (nadie pública y conscientemente defiende la
desigualdad ni la injusticia)
Son palabras
queridas y valoradas por toda la sociedad, y todas las personas nos sentimos
abanderadas de sus causas.
Son términos
que nos humanizan, nos hacen mejores, más altruistas.
¿Podría
alguien sustraerse de apoyar un movimiento que exigiera para los negros iguales
derechos que para los blancos?
El
movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres,
según el Diccionario de la Real Academia Española es el FEMINISMO
¿Se puede
estar en contra de un pronunciamiento de esa naturaleza?
De
manera ignominiosa, infame y miserable se ha venido degradando un
término que sólo pretende acabar con privilegios, y se le ha dotado de un
contenido beligerante que solo tiene frente a quienes no quieran apearse de su
posición de dominio.
Es eso y no
otra cosa.
Es verificar
un desequilibrio y tratar de subsanarlo aplicando simultánea o sucesivamente la IGUALDAD para eliminar el desequilibrio
instalado, la JUSTICIA para corregir las desviaciones que ese partir por la mitad
con los ojos vendados provoca para quien
es más débil, y la EQUIDAD para impartir justicia entre iguales que no lo son
tanto.
Quien ha
querido denostar interesadamente el
término Feminismo y hacerlo
impronunciable, lo que ha querido es cargarse el concepto de ecuanimidad que
encierra; ha querido mantener la subordinación sobre la igualdad, la
parcialidad sobre la justicia y la inmoralidad sobre la equidad.
Desconfiad
de quienes desconfían de este término, porque lo temen y pretenden mantenernos relegadas, o porque lo
ignoran y padecen la ceguera de la estulticia
colectiva siendo víctimas de ello
en la mayor parte de los casos.
En toda la
normativa que recoja algún derecho de
los que nos hemos visto sustraídas, tendría que incorporar el término FEMINISMO
en sus Exposiciones de Motivos, porque pocos términos encierran tanta
filantropía y altruismo y buenas
intenciones, como aquel que defiende que el 51% de la población no permanezca subordinada.
Rosalía
Hernández Sánchez