No necesito ser lesbiana para saber que como feminista contemporánea es mi deber luchar por la erradicación de la fobia hacia la diversidad sexo-genérica en el mundo.
No necesito ser lesbiana para saber que la división de géneros es una construcción social que el patriarcado inventó en algún momento de la historia para controlar los cuerpos; y que ahora, como ideología la niega y la sataniza.
No necesito ser lesbiana para reconocer que como madre de una hija y un hijo podría estar acompañada de dos vidas que en un futuro tal vez se reconozcan diversas. Y seguirán siendo lo que son, dos vidas de luz, poderosas, infinitas e ilimitadas.
No necesito ser lesbiana para que mi corazón llore sangre porque aquellas mujeres de todas las edades, de todo el mundo; quienes fuera de tener una lucha coherente, constante y humilde buscan 15 minutos de fama sin darse cuenta que sus estrategias boicotean sus propios procesos de reivindicación.
No necesito ser lesbiana para reconocer que estoy atravesada, también por una energía masculina, que equilibra mi alma.
No necesito ser lesbiana para darme cuenta que en el mundo habrá paz solamente cuando entre las mujeres estemos en paz.
No necesito ser lesbiana para sentir la exclusión social, porque por ser libre como una lesbiana me han dicho PUTA y mala madre.
No necesito ser lesbiana para aprender humildemente, todos los días, de esas dos mujeres de luz, grandes del mundo Eli Vásquez y Ana Almeida del Proyecto Transgénero, Cuerpos Distintos Derechos Iguales quienes han entregado casi hasta la vida por la lucha en favor de los derechos de las personas de la diversidad sexo-genérica.
María Belén Moncayo
Imagen de María Jesús Hernández
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