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martes, 1 de noviembre de 2022

Danielle Caillet cineasta


Danielle Caillet (Bourg-de-Péage, Francia, 13 de marzo de  1946 - La Paz , Bolívia, 1 de Noviembre de 1999)  residió en Bolivia desde 1966. Inició su obra creadora en la fotografía realizando la foto fija en los largometrajes “Yawar Mallku” (Jorge Sanjinés), 1969, y “Chuquiago” (Antonio Eguino), 1977.
Recibió numerosos premios nacionales por sus fotografías en blanco y negro.

Incursionó en el cine con el cortometraje “Warmi”, en 1979, el primer cortometraje realizado por una mujer en Bolivia, un sentido retrato de la realidad socio-cultural de la mujer en Bolivia, producción por la cual recibió el Trofeo de Plata en el Festival de Bilbao, España.

Realizó una serie de videos sobre mujeres artistas bolivianas denominada “Nosotras”, entre las cuales se encuentran: Marina Núñez del Prado, María Luisa Pacheco, Maritza Wilde, Francine Secretar, Matilde Cazasolas y Guiomar mesa.




Sus últimos documentales fueron homenaje a dos célebres mujeres bolivianas: “Nacer Hombre”, sobre el poema de Adela Zamudio, una combinación de imágenes sugerentes cargadas de denuncia en contra del machismo de nuestra sociedad con danza contemporánea; y “Los Fantasmas de Juana Azurduy”, una interpretación de los últimos pensamientos de la heroína de la independencia en la víspera de su muerte.

Se inició en la escultura como autodidacta, al principio trabajando con cerámica y luego con bronce y piedra. Recibió el premio “Arte Expo” en 1992, por su escultura “La Gallina de los Huevos de Oro”.

Su obra escultórica, de cerca de 250 títulos, abarcó alrededor de 15 años, y ha marcado su rumbo indeleble en el mundo artístico boliviano. Sus exposiciones en Bolivia se extendieron desde 1986 hasta 1998.

Danielle expresaba de sí misma: “Bolivia es mi cuna artística, en mi paso por Los Andes”.

Falleció en La Paz, luego de una larga enfermedad el 1 de noviembre de 1999.







Danielle Caillet por Kory Eguino

Nació en una ciudad del sur de Francia, Bourg-de-Pèage, en plena segunda guerra mundial. Danielle conoció una infancia llena de carencias en una Francia ocupada y de una Europa quebrada después de la guerra. Mi madre solía contarme que ella probó su primera naranja a sus 8 años, y al ser la hija menor de una familia de tres hijos, toda la familia estaba atenta a su reacción al probar la jugosa fruta.

Estudió en un internado de monjas, por decisión de su madre, una experiencia que no fue nada agradable para Danielle y que la marcó profundamente en el futuro en su relacionamiento con la religión católica, y fue una experiencia que incrementó su timidez.

Su padre, mi abuelo, François Caillet, tenía, junto con sus dos hermanos una fábrica de maquinaria para la fabricación de calzados. Romans-Sur-Isère, el pueblo de la familia Caillet era conocido como la "Capital del Calzado", y fue cuna de importantes marcas de calzados franceses, incluso hoy, a pesar que la industria se desplomó debido a la competencia, primero italiana y después asiática, se mantiene el museo del calzado. Danielle pasaba sus días de niñez y vacaciones estacionales en el departamento encima de las instalaciones de la fábrica, luego en la casa que construyeron sus padres, o de vacaciones en la montaña del Vercors, siempre rodeada de sus primos y hermanos. Son justamente mis tíos quienes me comentaron que nadie hubiera sospechado que la "tímida Danielle" se fuera a vivir tan lejos.

Honestamente, no creo que ni ella se hubiera imaginado jamás que pasaría el resto de su vida en un país sub-desarrollado en Sud América: Bolivia, lugar donde no solamente estableció una familia junto al cineasta Antonio Eguino, pero también donde fue desarrollando y descubriendo su inquietud y pasión por las artes visuales y plásticas... "Mi paso por los Andes", solía decir ella.

El destino a veces nos tiene reservadas sorpresas insospechadas, cuando mi madre estaba haciendo sus estudios en la Universidad de Sorbona, en París, inicialmente con una licenciatura en inglés y luego incursionando en turismo, decide tomar una vacación en Roma para profundizar sus conocimientos en italiano. Paralelamente, mi padre, Antonio Eguino, que estudiaba fotografía y cine en Nueva York logra ahorrar suficiente dinero para viajar por primera vez a Europa, y el azar hizo que ambos estuvieran en el mismo bus turístico y se conocieran en Roma. Luego de un noviazgo de dos años, de idas y vueltas entre París y Nueva York, deciden casarse en Francia en 1964 y luego establecerse en Nueva York.

En sus primeros años de casada, a medida que apoyaba a mi padre en sus trabajos universitarios, es que empieza a descubrir su fascinación por la fotografía, demostrando desde el principio un exquisito sentido de composición y estética.

El viaje a Bolivia en 1966, supuestamente para visitar a los padres de Antonio, si bien fue toda una aventura, tres meses en la vagoneta Ford por la carretera Panamericana desde Nueva York hasta La Paz, resultó ser largo y fatigoso para Danielle, por que al iniciar el viaje desconocía que estaba embarazada de mi hermano Manuel.

La supuesta visita a los suegros se fue extendiendo y la pareja terminó estableciéndose definitivamente en La Paz, fueron años difíciles para la joven Danielle, encontrarse en un país extraño y atrasado, con otro idioma, otras costumbres y cultura, muy diferentes al ambiente de pequeña familia burguesa del que ella salió. Sin embargo, Antonio y Danielle crearon juntos el Estudio Fotográfico Eguino en un subsuelo en la Calle 6 de agosto. Este inicio a la fotografía de retrato fue un nuevo descubrimiento y un trabajo que les permitió crecer y descubrir juntos sus nuevas posibilidades en La Paz. Este era un negocio de "boca a boca", no contaba con un letrero ni publicidad y la mayoría de los clientes eran extranjeros, y sin embargo tenían mucho trabajo. El Estudio Eguino, que posteriormente abrió sus puertas en la Plaza del Estudiante, fue el negocio de la familia que logró financiar los estudios de los dos hijos de la pareja e incluso varias producciones cinematográficas.

En sus años de fotógrafa, Danielle logró explayarse con toda su creatividad y demostrar gran calidad en sus variados trabajos, en especial los de foto fija que realizó para las películas Yawar Mallku (1969) y Los caminos de la muerte (1970) de Jorge Sanjinés; y para Chuquiago (1977) y Amargo Mar (1994) de Antonio Eguino, y en numerosos viajes por el país, ganando varios premios en los siguientes años.

A finales de la década de los setenta decide incursionar en la cinematografía, con un proyecto que venía madurando hacía varios años, se lanza a escribir el guión y dirigir el cortometraje Warmi (mujer en aimara), filmada en 16 milímetros que la convirtió rápidamente en la primera mujer boliviana cineasta y le valió recibir el Trofeo de Plata del Festival de Bilbao en España.

[Extracto de una entrevista radial a Danielle en el programa Ciclo Cultural Portales en 1980] "Warmi es una película documental sobre la condición de la mujer boliviana. Abarca solamente las capas sociales más desfavorecidas de nuestra sociedad; quiere decir la mujer campesina, la minera, la fabril. Warmi que es el título de la película, propone un punto de vista femenino, pero no feminista; la liberación de la mujer en el contexto socioeconómico del país en vías de desarrollo. La liberación de la mujer en un país del tercer mundo no es una lucha de sexo como degenera generalmente en las naciones industrializadas, es más bien la lucha común del hombre y de la mujer contra la dependencia, el analfabetismo, el hambre y la enfermedad. Para mí, tomar la iniciativa de realizar una película sobre la mujer viene a ser un desenlace normal de todo un movimiento, proceso de maduración profesional y concientización social. Como he dicho anteriormente, la película tiene como temática la concientización de la mujer boliviana frente a la cámara. La niñita campesina, la mujer madura fabril y la anciana palliri son las tres edades, tres diferentes edades de la mujer, en su educación y su ciclo de productividad como madre, esposa y trabajadora, y su vejez sin jubilación.

Bolivia es un país que venera a la imagen de la mujer a través de su folclore, su leyenda y su religión, eso lo podemos ver en la Mama Ocllo, la Pachamama y la Virgen María, pero, sin embargo, la valoración de la imagen de la mujer no quiere decir valoración de los roles específicos de la mujer trabajadora.

La película empieza con muestras del folclore, la religión, procesión de la virgen y la adoración de esta imagen de la mujer, y en contraste vemos la condición de la mujer en su vida diaria. Empezamos con la niña campesina que se encuentra marginada por su falta de educación. Después vamos a la mina y empezamos una entrevista con la anciana palliri que ha trabajado 35 años en la empresa y que no tiene ninguna remuneración por parte de la empresa. Después vamos a la ciudad, en una fábrica donde encontramos una mujer fabril que nos cuenta su vida diaria que consiste en tres trabajos: trabaja en la fábrica, trabaja en la casa y, como no alcanza la plata para educar a sus siete hijos porque el padre finalmente está fuera del hogar, tiene que ir a trabajar a un puesto de venta de 5 de la tarde a 10 de la noche.

El efecto más importante que queremos lograr con este tipo de película es llegar a la concientización, especialmente de la mujer en su vida muy sacrificada y, por supuesto, el final de la película no es de fiesta; es un final pleno de optimismo porque sabemos que la mujer va a superar todas las dificultades de su vida material a través de una mejor educación, como participación activa en la guerra sindical, y también a través del cambio de mentalidad de parte de los hombres, las mujeres y la sociedad en general.

Warmi no es una película feminista pero sí es una película femenina, me explico: ser feminista hoy en día es adquirir en sentido figurativo, vivir a las sensaciones provocativas de las diferentes agrupaciones feministas latinoamericanas y europeas. Ser feminista es aumentar la lucha de sexo.

Esta lucha de sexo es un lujo que se pueden dar las mujeres en los países industrializados, donde la densidad es altísima, donde se ha alcanzado un bienestar generalizado, donde existe una fuerte competencia ocupacional. Pero aquí, en Bolivia, donde la densidad alcanza apenas los 5 habitantes por kilómetro cuadrado, se persigue utilizar el potencial humano de la población activa. Es preciso que mujeres y hombres se integren en una lucha común contra el analfabetismo, la enfermedad y la dependencia."

Al mismo tiempo que acompañaba a su esposo en sus diversos viajes de filmaciones de documentales, Danielle seguía con su búsqueda de nuevas técnicas fotográficas en movimiento y en color. Enseñó fotografía durante varios años en la Academia de Bellas Artes de la UMSA y también nos incursionó a mi hermano y a mí en este arte, especialmente en el revelado blanco y negro en el pequeño laboratorio que mis padres instalaron en el departamento en el que vivíamos en Los Pinos.

Durante varios años se dedicó a escribir artículos de crítica cinematográfica, especialmente de aquellas películas que la impactaron más, y ganó por ello dos concursos de crítica de cine patrocinados por el Cine Club Luminaria y el periódico Presencia.

Entre los años 1985-1989 realizó una serie de cortometrajes en video sobre mujeres artistas bolivianas denominado "Nosotras", entre las cuales se encuentran: Marina Núñez del Prado, Maritza Wilde, Francine Secretan, Matilde Casazola y Guiomar Mesa; en cada uno de los cuales transmite la sensibilidad y creatividad de estas artistas, que además la inspiraron luego cuando incursionó en su propia expresión creativa plástica en la escultura.

En 1988 realizó el documental sobre la obra creativa de María Luisa Pacheco, pintora de gran renombre internacional, a la cual mi madre admiraba mucho. Justamente fue ella la que le aconsejó que nunca use su apellido de casada cuando firme sus obras artísticas. Este documental participó en los festivales internacionales de La Habana (Cuba), San Francisco (Estados Unidos), Santo Domingo (República Dominicana), FIFART, Festival Internacional de Filmes de Arte de Lausana (Suiza).

Los dos últimos documentales que realizó, siempre relacionados con mujeres a las cuales admiraba profundamente, fueron homenajes a dos insignes luchadoras. El primer documental filmado en 1992 recrea un poema de Adela Zamudio: "Nacer Hombre", una combinación de imágenes sugerentes, con un tratamiento creativo muy audaz, cargadas de denuncia en contra del machismo de nuestra sociedad elaborado con el recurso de danza contemporánea. El segundo realizado en 1994 "Los Fantasmas de Juana Azurduy" una interpretación de los últimos pensamientos y sueños, e incluso alucinaciones de la heroína de la independencia en la víspera de su muerte.

La escultura fue la nueva expresión artística que le permitió expresar su constante creatividad y su fino sentido del humor e ironía. Si bien siguió transmitiendo su punto de vista "femenino" o “feminista” creando muchas obras, explorando las curvas del cuerpo femenino, la maternidad y la fertilidad; también transmitía pensamientos y sentimientos muchas veces muy reprimidos, como por ejemplo su serie de cadenas en piedra, madera y bronce, que nació luego de un accidente que sufrió en el cual se fracturó tibia y peroné que la mantuvo postrada en cama y luego con muletas durante mucho tiempo. En su serie de "dichos y hechos" dio rienda suelta al sentido del humor que tenía, a veces un poco negro, pero que no demostraba fácilmente por su gran timidez, en esta encontramos, por ejemplo: dos palomas de bronce atravesadas por una flecha negra, abiertas como flores, sobre una base de mármol blanco que evoca el dicho "dos pájaros de un tiro", o la palabra gato en letras de bronce detrás de una reja negra y un gran candado antiguo, refiriéndose a que "hay gato encerrado".

La religión no podía quedar atrás, la espiritualidad era muy importante para ella, y a pesar que mis padres decidieron no bautizarnos en la religión católica a mi hermano y a mí, mi madre constantemente me repetía que yo debía buscar la espiritualidad sin importar si estaba relacionada con una religión o no, pero que para el ser humano la espiritualidad es una parte muy importante de su vida, tanto como respirar. Le gustaba entrar a las iglesias cuando estaban vacías y sentarse sola a orar o meditar. Recuerdo que cuando me acompañó a Buenos Aires para dejarme instalada para iniciar mis estudios universitarios me contó muy emocionada que había entrado a una pequeña iglesia que le llamó la atención y que dentro había mucha luz, pidió por mí y sintió tanta paz que se iba tranquila sabiendo que yo estaría muy bien. En algunas de sus últimas esculturas reflejó su creatividad en temas religiosos. Cuando la invitaron a participar en la exposición de arcángeles en la iglesia de Calamarca se dedicó con mucho entusiasmo a crear un arcángel muy original y gracioso con cabellos tipo ricitos de oro. La última obra que realizó cuando ya estaba muy cansada, luego de varios años de luchar contra la enfermedad que la estaba consumiendo, fue un Cristo, escultura moderna con líneas simplificadas, que yo conservo en casa por su especial significado que me recuerda siempre a mi madre, esa mujer fuerte, decidida, luchadora e intelectual, que se fue muy pronto. Cuando vi por primera vez este cristo quedé muy sorprendida que ella hubiera realizado una obra tan "religiosa" y me miró con su típica mirada juguetona y me dijo que debía reconciliarse con él de arriba antes de irse… ¡por si acaso!

Danielle fue una escultora autodidacta, en sus primeros años en Bolivia empezó a trabajar la greda e hizo unas cuantas Pachamamas en cerámica y el mosaico de nuestra mesa de comedor diario, esa mesa aún se encuentra funcional en la casa de mi padre. A mi madre le encantaba ir a museos de arte y exposición que hubiera de pintura o cerámica, y cuando podía me llevaba con ella en esas sus "exploraciones" de inspiración. Conoció muchas artistas escultoras, a quienes además les rindió homenaje en su serie de videos "Nosotras", todo esto fue una absorción de la expresión artística que luego ella misma decidió explorar.

La recuerdo en su taller en nuestra casa del Valle de Aranjuez, lleno de luz y plantas, al lado de baldes con arcilla remojando, que podían ser de bloques de arcilla recientemente adquiridos, pero las más de las veces con los "cadáveres" de creaciones que no contaban con la aprobación de su creadora. En ese taller ella se divertía mucho y cuando entrabamos siempre nos introducía a sus recientes creaciones con un aire muy divertido, a veces la escuchaba reír a carcajadas sola viendo como sus ocurrencias tomaban forma.

Y para elaborar esas ocurrencias dibujaba muchos bocetos en, literalmente, cualquier trozo de papel que se encontrara a su alcance, invitaciones, servilletas, folletos, recetas médicas, e ¡incluso algunos de mis cuadernos! Yo insistía en comprarle blocs de papel para que dibujara en ellos, pero cuando le llegaba la inspiración tomaba lo que tuviera a mano. Y la inspiración le llegaba muy seguido… Dibujaba en cualquier lugar, en la antesala del dentista, en un café o restaurante, pero sobre todo en su cama, entre lectura y lectura. Creo que los únicos papeles que respetaba e incluso veneraba eran sus libros.

Agradezco a Fátima y Marisol por esta invitación para escribir sobre mi madre, que fue una oportunidad para mí de reencontrarme con ella y volver a descubrir a esta maravillosa mujer que aún me hace mucha falta.




La imágen corresponde a el  film dirigido por Danielle Caillet (+). Warmi es un cortometraje, cuyo argumento trata sobre la mujer trabajadora en Bolivia, fue exhibido en la Cinemateca Boliviana en 1980, como parte del Ciclo dedicado a la mujer y auspiciado por el "Comité Femenino Juana Azurduy de Padilla".
Danielle Caillet (+) de origen francés, fue la primera esposa del Director Antonio Eguino.

https://danielle-caillet.art/biografia.html

https://pt.wikipedia.org/wiki/Danielle_Caillet
http://www.frombolivia.com/index.php?option=com_content&view=article&id=82:warmi-mujer&catid=1:latest-news&Itemid=50

https://danielle-caillet.art/biografia.html

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