Amaneció un día sin alma, y supo que fue el alma lo que perdió en el primer barco que conoció. Una monja que me traducía lo que ella contaba, decía “son unos desalmados los que te hicieron eso”. Y ella sintió que aunque su corazón latía su alma no estaba. Esos desalmados se habían quedado con su alma. Esos desalmados que no conocía, pero también los que sí conocía: su familia.
Cuando Ángela tenía 6 años le compraron un vestido de colores, y unos zapatos transparentes de color rosa que tenían un pequeño tacón. Eran unos zapatos sacados de un cuento de princesas. Ella solo pensaba en el momento en que podría ponérselos. Su madre le decía “ espera, primero vamos a la peluquería y cuando estés como una princesa ya te pondrás tus zapatos”. Ella misma llevaba en una bolsa sus zapatos.
En la peluquería la peinaron, le pusieron una cintas rosa en el pelo, y le pintaron un poco los ojos. Ángela recuerda que se sentía como una princesa, y además como una grande, no como la niña de 6 años que era ese día. Recuerda también que había una señora mayor, que no paraba de decir “ah! no por Dios, no lo hagan” y a su madre que explicaba cosas que ella no entendía. Por fin pudo ponerse sus zapatos, y verse en el espejo. Salió de la peluquería con una gran sonrisa.
En la pequeña barca habían otras niñas, igual que ella, vestidas como princesas. Pero unas lloraban, y otras no. La barca se acerco a un enorme barco de donde colgaba una larga y gorda cuerda. Ángela vio como ataban a la cuerda a una de las niñas y la iban subiendo poco a poco. No alcanzó a pensar en nada, al momento le toco a ella. La ataron a la cuerda, y ella cogió sus zapatos para que no cayeran al agua, y los abrazaba, y escuchaba a su tío que le decía:
-Angy, recuera solo besos, dale muchos besos y que te dé el dinero”
-Tito, besos?, a quien?, ven conmigo no quiero, se me van a caer los zapatos al mar!
Dos horas después Ángela bajo, con dinero pero sin luz en los ojos. Ya no era una princesa, y solo traía un zapato en la mano. No dijo nada, nadie dijo nada. En la barca el tío (tito) hablaba con otros adultos sobre la casa que sus vecinos están construyendo con el dinero que les dan sus hijos.
Cuando tenía 10 años (y una cicatriz en su espalda por las raspaduras que la cuerda del barco le hizo en las muchas veces que subió a barcos) su madre le dijo que un señor del barco se la quería llevar a trabajar a Australia en el servicio domestico. Que ganaría mucho dinero y que podría ahorrar y mandar dinero. Ángela pensó que era una buena idea. Mejor que subir al barco.
Pasaron dos años hasta que la familia tuvo noticias de Ángela.
Una llamada de la policía avisaba que tenían a Ángela. Que había sido traída por el consulado de Filipinas de uno de los países árabes. Ángela cuenta que logro escapar de la casa donde la prostituían. Estuvo durmiendo en la calle por varias noches, hasta que un día escucho a unas personas hablando Tagalo y tuvo fuerzas para pedir ayuda.
Cuando conocí a Ángela tenía 16 años. Me recibió con una sonrisa preciosa, y mientras contaba su historia mezclaba anécdotas que a ella le daban risa. Ella y mi traductora se reían de lo absurdo y horrible de la historia…Mientras tanto yo escuchaba y me iba despedazando. Le pregunté qué quería en el futuro, y su respuesta fue” irme de Filipinas a otro país”. Mientras tanto trabaja en servicio doméstico y sigue viviendo con su familia, como si nunca hubiera pasado nada.
Esta es una historia de vida de una de tantas mujeres traficadas enviada por MUJER FRONTERA que es un espacio virtual construido por mujeres que han sufrido la trata de personas, y por mujeres feministas.
Sus objetivos son:
>> Hacer visible la trata de personas.
>> Construir un espacio virtual donde hacer visibles nuestras propuestas y reflexiones.
>> Demostrar que las mujeres que han sido víctimas de la trata pueden aportar y proponer.
>> Nuestro objetivo es que se nos reconozca como mujeres activas y que seamos visibles como sujetos sociales y no sólo como víctimas.
Son mujeres de México, Pakistán, Bolivia Etiopía, Guatemala, El Salvador, Rumanía, Argentina, Filipinas, Marruecos, Senegal y Colombia. La mayoría de nosotras actualmente somos inmigrantes en España y Estados Unidos.
Esperamos que la experiencia de Mujer Frontera sea una invitación para que las mujeres tratadas y también las inmigrantes se hagan visibles dando valor a sus palabras y al conocimiento que surge de las malas y de las buenas experiencias.
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