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sábado, 25 de enero de 2014

Cecilia Mangini, primera directora documentalista de Italia



Cecilia Mangini (Mola di Bari, 31 de julio de 1927-Roma, 21 de enero de 2021) fue una cineasta documentalista, guionista y fotógrafa italiana. Considerada pionera del cine documental y referente del cine italiano de no ficción, destacó por su trabajo con el foco en la denuncia social. Fue la primera mujer que rodó documentales en la Italia de la posguerra.1​ A través de ellos contó treinta años de la historia de Italia.  El Festival de Sevilla rindió homenaje en su 17ª edición a esta mujer referente del cine italiano, una figura menos conocida de lo que correspondería a su lúcida y comprometida trayectoria como cineasta. ( añadido el 26/01/2021)


Cecilia Mangini (Mola di Bari, 31 julio 1927) es  una directora y  fotógrafa italiana.

"He tenido que comportarme como un hombre"

Tengo 84 años. Nací en la Apulia y vivo en Roma. Viuda de otro director de cine y con un hijo. Soy anarquista. No me reconozco en mi país, gobernado por un autoritario que siembra el miedo al diferente. Soy laica, pero creo que el universo y todo lo que hay en él es sagrado.

07/06/2011-Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet

Su trabajo cinematográfico arranca en la posguerra, retrató la pobreza del sur de Italia, el mundo de los jóvenes de los suburbios, las desigualdades, los cambios y contradicciones de la nueva sociedad posfascista. Trabajó con Pasolini y brilló en una época en la que el cine italiano dio lo mejor. Fue la única mujer en un mundo de hombres y acabó obteniendo el respeto y reconocimiento del mundo del cine en Italia, en un periodo, los cincuenta y sesenta, donde el cine italiano dio lo mejor de sí. Sigue siendo una mujer bella, con una sonrisa encantadora, una mirada lúcida sobre el presente y una humildad conmovedora. Ha venido a inaugurar la 19a Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona.

Sigue creyendo en la revolución?
Marx decía que la revolución es como un topo. Es necesario esperar, el viejo topo acabará saliendo a la superficie.

Las revoluciones suelen acabar mal.
Porque son traicionadas, la gente tiene miedo a ser libre, y siempre hay alguien que se aprovecha de ello. La verdadera revolución sucederá cuando la palabra poder ya no exista, cuando para la gente sea algo del pasado.

¿Usted ha sido libre?
No, las mujeres de mi generación éramos excluidas de casi todo, tenías que combatir para ser tú misma.

¿Cómo lo hizo?
Comportándome como un hombre.

¿...?
Debíamos ser dulces, obedientes, estar a merced de los hombres, no tener ideas propias, leer a escondidas… Yo he hecho todo lo contrario.

¿Qué decía su entorno?
Empecé a ser hombre con 24 años, cuando me fui a Roma para trabajar en el cine, así que mis padres no se enteraron. En una ocasión, haciendo un documental en Palermo, estaba con el director y un compañero discutiendo acaloradamente en un bar cuando llegó un hombre vendiendo flores: “Cómprenle unas flores a la señorita”, dijo, y el director le preguntó: “¿Qué señorita?”.

Eso debió de doler.
Tuve un gran sentimiento de triunfo y a la vez mucho sufrimiento, porque me había traicionado a mí misma, pero debía mantenerme firme si quería hacer lo que he hecho. También fui fotógrafa, seguía la realidad de la vida por la calle, y ese tampoco era un trabajo de señoritas.

¿Cómo la trataba la sociedad?
A medio camino entre la admiración y el “¡pero qué quiere esta!”. Trabajaba entre hombres, demostré que era buena, y se portaban bien conmigo, era como su hermano.

Un hermano muy femenino.
Si una mujer no está disponible, los hombres lo entienden inmediatamente.

¿Pero no la tachaban de marimacho?
Yo no afirmaba ningún tipo de poder, sólo quería participar en la vida que tenían los hombres, no ser excluida. Así conseguí algo insólito: hacer cine en los años cincuenta en Italia. Soy muy afortunada, pero ha sido difícil.

¿De dónde le surgió esa inquietud?
Con la caída de Mussolini, Italia era una ruina, estaba llena de tropas extranjeras, muchas mujeres se prostituían. Nuestra identidad se había quebrado, teníamos que reconstruirnos. En la escuela yo juré a diario defender con todas mis fuerzas e incluso con mi sangre la revolución fascista. Se derrumbaba aquello en lo que habíamos creído.

Entiendo.
Era un nuevo comienzo. Tras la guerra vimos de golpe todo el cine francés, americano, alemán, sueco... Incluso el maravilloso cine mudo. De Sica y Rossellini nos decían que debíamos encontrarnos a nosotros mismos. Roma città aperta nos abrió los ojos.

Pero usted era diferente al resto de las mujeres pese a las circunstancias.
Mi padre y mi madre no se llevaban bien. Él era un plebeyo y mi madre pertenecía a esa pequeña aristocracia aferrada a eso tan cretino de los títulos nobiliarios. Se querían pero había una gran tensión en casa y yo quería huir, no había felicidad.
Mi madre era la sombra del pasado, y mi padre, convencido de los ideales socialistas, pertenecía al futuro; quizá por eso quise ser hombre, para vincularme con mi padre.

¿Qué ha aprendido?
Que si sofocas tu creatividad te ahogas a ti misma. Pero si te dejas conducir por ella te realizas. Creo que todas las personas tienen creatividad, pero las escuelas se dedican a frenarla, porque es una fuerza muy efectiva y va paralela a la libertad.

¿Escogió el documental social?
La vida me condujo. Me arriesgué y tuve suerte. Mis documentales eran libertarios, mostraban las diferencias sociales, y al gobierno clerical y conservador no le gustaban. El primero que realicé fue prohibido, esa fue una buena medalla.

¿Qué descubrió del ser humano asomada a su miseria?
Que el ser humano quiere explicar quién es, tiene el impulso de manifestarse a los otros, y cuando encuentra a alguien que le escucha verdaderamente, se abre. Ese es mi don, pero podría ser universal.

¿Por qué su interés por lo marginal?
Todos los veranos íbamos con mi padre a su tierra, la Apulia, paupérrima: niños sin zapatos, mujeres siempre vestidas de negro porque la muerte era una constante en sus vidas, hombres que con 50 años estaban doblados en dos a costa de arar sin comer. Luego volvía a la rica y sofisticada Toscana.

Trabajó con Pier Paolo Pasolini.
Sí, la primera vez me hizo los textos de Ignoti alla città, mi documental prohibido, que narraba las condiciones de vida de los jóvenes de los suburbios en los sesenta. Pasolini era abierto, disponible, sensible, necesitaba ser aceptado, pero la Italia oficial lo odiaba.

Por su homosexualidad.
Sí, y creo que él buscó la muerte porque no pudo resistir las presiones homófobas.

La violencia lo arruina todo.
En el teatro japonés cuando un actor quiere decir algo y ser escuchado se ilumina el rostro con una linterna. Nosotros alzamos la voz sin obtener mejores resultados.

http://go.microsoft.com/fwlink/?LinkId=121315
http://wn.com/Cecilia_Mangini
http://www.lavanguardia.com/lacontra/20110607/54166855296/he-tenido-que-comportarme-como-un-hombre.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Cecilia_Mangini