Nací
en Vitoria-Gasteiz, el 15 de marzo de 1.948.
Fui
una niña tímida e introvertida.
Mi
mundo interior se componía de un lápiz y un papel. Mi madre se
preocupaba porque no quería jugar, y como ella era modista, también
retales, con los que me fabricaba las muñecas. Era tiempo para el
obligado desarrollo de la creatividad, ya que la mayoría de los
niños no teníamos juguetes propiamente dichos.
Cuando
paseaban mis dibujos por las clases (y a mí), en la escuela
primaria, quería que la tierra me tragara.
Acabé
el bachillerato y los clásicos estudios de comercio, (en realidad,
clásicos para los hombres, ya que en aquel momento, pocas mujeres
accedieron siquiera a ésto). Yo quería ir a estudiar Bellas Artes,
pero era otra época y mi madre me lo impidió. No había
posibilidades, estudia en Vitoria, dijo. Pero en Vitoria no había
más carrera que la de magisterio, así que decidí trabajar y
comencé en una farmacia, de auxiliar.
El
farmacéutico, más que jefe, fue mi mecenas. Me dejaba ojear los
libros de arte que tenía en la rebotica y hacer retratos a los
recadistas y otros dibujos. Me traía fotos... era muy divertido.
Cuando salía de trabajar, a las 7.30 de la tarde, iba a la Escuela
de Artes local, hasta las 10 de la noche. Mi vida estaba llena de
felicidad. Se acabó pronto, cuando mi profesor de dibujo llamó a
mis padres. Quería pedirles permiso para que dibujara modelo vivo.
La etapa de copia de yeso la tenía superada. Yo era casi una niña
, tenía 15 años, y no les pareció oportuno que estuviera dibujando
a un señor desnudo , así que, después de una pataleta por mi
parte, no volví a la Escuela.
En
un momento dado, mi jefe el farmacéutico, decidió que ya era hora
de que yo estudiara Bellas Artes y arregló todo para que fuera a
Barcelona. Había escrito a un amigo suyo, director de un laboratorio
farmacéutico y éste se brindó a alojarme en su casa mientras podía
costearme los estudios y alojamiento posterior, trabajando en el
laboratorio.
Fue
una dura batalla con mi madre, que ganó por segunda vez, a pesar de
que mi padre siempre se posicionó a mi favor. El asunto no era "la
falta de posibles", eran otros tiempos y yo una chica. Si
hubiera sido chico, las cosas quizás habrían sido diferentes.
Por
esa época me incorporo al grupo KLINK, cuya alma mater fue Javier
Septién, maestro, filósofo y una de las mejores personas que he
conocido. Fue un grupo de vanguardia, mucho más que otros que
llegaron a ser más conocidos, quizá porque no se entendió bien, en
aquel momento, su espíritu multicisciplinar. De ahí, seguramente,
su nombre. Según
el diccionario, significa "sonido
que hacen los engranajes al encajar"Klink",
y de link que es unión o conexión", ya que había un sólido
compromiso de interacción y todos participábamos del trabajo de los
demás, apoyando cualquier iniciativa, como mosqueteros. Pintores,
poetas, músicos, escritores, críticos de arte...
Ahí,
probablemente, se forjó mi espíritu rebelde. Quizá, Septién,
imprimió ese carácter de compromiso político-antifascista, al
conjunto.
Después
de la farmacia, fui ayudante del contable de una empresa, hasta que
me casé. Mientras estaba embarazada de mi primer hijo, hice la
primera exposición. Era emocionante crear arte y gestar una vida,
todo a la vez. Qué bellos recuerdos... El tono amargo me lo
proporcionaría el único crítico reconocido en aquel momento, en
Vitoria-Gasteiz y no estaba por la labor de reconocer que una chica
de 24 años tenía talento. Lo peor es que yo creí en su opinión,
lo cual influyó en mi autoestima.
Participé
en algunos concursos, alguno gané (incluso uno de literatura, que he
recordado, revisando mis papeles mientras revolvía para encontrar
algunos datos).
Eran
malos tiempos para que una mujer quisiera hacer algo diferente. En
uno de esos concursos parece que mi obra llamó la atención y, para
poder premiarme sin herir susceptibilidades, crearon allá mismo un
premio femenino, que rechacé, naturalmente.
Tenía
26 años cuando nació mi segundo hijo.
Con
dos hijos era difícil dedicarme a lo que me pedía mi vocación,
además, mi madre tenía una salud muy precaria y la cuidaba a
menudo, aún así, hice bastantes retratos y dibujos que luego fuí
mostrando en diversas exposiciones en Vitoria y Navarra.
A
los 28 años, me fui a vivir a Sabadell, con mi marido y mis hijos.
Estuve enferma los dos años que permanecí allí. Entonces
trasladaron a mi marido a Igualada.
En
Igualada había mucha actividad textil y fuí a una escuela de Diseño
de moda de Barcelona a estudiar. Dibujaba por las noches, cuando los
niños se acostaban, pero obtuve matrícula de honor y seguidamente
me llamaron para ser profesora en su escuela de Igualada.
Estuve
10 años allí. En ese tiempo desarrollé muchas actividades
artísticas. Hice de jurado en concursos de pintura, participé en
mesas redondas sobre moda, en Barcelona, hice exposiciones. En ese
punto de mi camino, conocí a artistas e intelectuales que han sido
referente y apoyo, hasta el día de hoy.
Vivía
un momento de explosión creativa: Seguía con mi estilo pero empecé
a modificarlos colores.. Curiosamente
fueron mis amigos pintores los que primero lo notaron. La luz del
mediterráneo me influyó de manera definitiva, mi pintura se volvió
mucho más suave, más poética, más azul, tal como yo me sentía.
En un momento dado, apareció una brecha que se convirtió en mi
obra más radical. Exactamente una brecha. Ahí empecé una etapa
menos figurativa, aunque nunca llegué a la abstracción.
Conjugué
ésta tendencia con elementos surrealistas, supongo que a raíz de
conocer más las obras de Dalí y Magritte. Siempre he conservado
algún elemento de ésta tendencia, especialmente en mis retratos.
Me
habían encargado una colección de moda cuando tuve que volver a
Vitoria, donde fundé una Escuela de Diseño de Moda. Me llevé a mis
alumnos a ferias de Madrid, Galicia, Barcelona, Bilbao... En mi vida
había viajado tanto.
Me
otorgaron, varias veces, primeros premios en concursos de disfraces,
que compartí con mis alumnos.
Organicé
varios desfiles de modelos, en diferentes teatros y palacetes de
Vitoria. Fue una época para recordar. De hecho, algunos de mis
alumnos y mi socia, en aquella etapa, me lo recuerdan con agrado.
Mientras,
seguía pintando y haciendo exposiciones, individuales y colectivas.
Ya estaba de moda exponer en lugares menos formales, como cafeterías,
hoteles...
Nunca
me he encasillado en un estilo ni técnica. Y generalmente, no
coincidía lo que a mí me apetecía hacer con lo que estaba de moda,
así que me habría muerto de hambre de no ser por mi labor como
docente.
Para
el diseño usaba acuarelas. Para la pintura he utilizado de todo,
pero siempre vuelvo al óleo. Me gusta oler el aguarrás. Cuando
pinto pierdo el sentido del tiempo (me pongo un despertador para
parar a tiempo, para acordarme de comer o dormir) y siempre digo que
practicando el arte no se necesitan drogas (¿o será por el
aguarrás?).
Cuando
llegó el divorcio, mis hijos habían crecido pero fueron a la
universidad, uno a Donostia, el otro a Salamanca. Empecé a impartir
clases en un centro de iniciación profesional, lo cual me permitió
sufragar sus estudios.
También
tenía más tiempo libre, así que decidí que quería formarme y me
matriculé en Bellas Artes en Bilbao. No pude acabar por
incompatibilidad de horarios con mi trabajo, pero me apuntaba a los
cursos que me apetecía, de todo tipo. Formarme era una necesidad,
como una laguna que me había dejado el hecho de no poder acabar la
carrera.
Empecé
a ilustrar libros. Siempre he sido muy noctámbula, así que dibujaba
hasta las tres de la madrugada, como mínimo. La música siempre me
ha ayudado, entonces fue una fuente de inspiración. En ese momento
comencé a interesarme por el Metal.
Tenía
50 años cuando me llamaron de Igualada. En la escuela de arte
municipal necesitaban cubrir una plaza para llevar el departamento de
DISEÑO DE INDUMENTARIA y creían que yo era la persona idónea.
Acepté
porque me atraía profundamente ser docente en las materias que más
encajaba, figurinismo, dibujo técnico de moda, estampación...
aunque como tendría que impartir otras asignaturas, tuve la
oportunidad y recibí clases de Tecnología Textil y los fundamentos
de los tejidos de punto.
Cuando
cambió la ley de educación (una de tantas) hube de compatibilizar
las clases con estudios en Sabadell, en la Escuela Illa, porque
cuando yo había estudiado no eran de grado superior y no me
convalidaron el título. No fue un puro trámite, me exigieron todos
los trabajos que pedían a los alumnos que partían de cero. Mi
hijo pequeño que ha viajado a muchos países por trabajo, dice que
ésto solo puede pasar en éste país. Está claro que en mi vida,
casi nada ha sido fácil, pero si Frida Kalho no se queja, ¿por qué
iba a hacerlo yo?
Pictóricamente,
en éste momento de mi vida, más reflexivo, empecé a sentir la
necesidad de reciclar. y utilicé las
sobras complementando desechos, con retales de madera que me
regalaba un amigo carpintero, sobras de pintura...
Me
compré una casa, que había sido mi sueño recurrente desde antaño,
la rehabilité con el mismo placer con el que abordo un cuadro o una
escultura, y se convirtió en mi taller. Compré toda clase de
herramientas para manipular mis maderas, paneles, mesas, palés, todo
lo que encontraba en los containers de la zona industrial de Igualada
y me sugería algo, para darles una segunda vida . Como no encajaban
en ninguna posible descripción, las denominé "madetipos".
Han sido los protagonistas de mi última exposición.
Lo
he hecho convivir con algunos retratos de encargo.
Lo
de las caricaturas comenzó por la insistencia de mis amigos
artistas.
Siempre
variada mi vida, el Museo del Traje de Madrid me pidió material para
sus fondos y allí se encuentran un traje de novia y varias piezas,
estampadas de forma industrial, de diseño propio.
A
los 60 años hice un parón, dejando mi preciosa casa, para volver a
Vitoria y poder cuidar de mis padres ancianos. Ha sido la etapa más
dolorosa de mi vida, es duro despedirse lentamente. Y es duro no
poder escapar a ese mundo de Alicia al que solía acudir cuando las
cosas no salían como quería. Pero he aprendido el valor de la
renuncia, no sin tristeza, confieso.
Ahora
sigo con mis sueños y mi realidad interior. Quizás el miedo me
asalte a ratos , pero dispongo de mi vida sin límites, y libertad
para proceder. La música , como siempre, me ayuda. La música y la
lectura. ¡No sé qué habría sido de mi vida sin la afable compañía
de los detectives de mis novelas policíacas!
Y
así, gesto una idea, consulto a mi pequeño sanedrin, como dice Pi
de la Serra, que suelen ser mis hijos y algunos amigos sinceros y,
si me dicen que no vale nada, sigo buscando. Aunque es cierto que mis
obras más reconocidas, parten, después de una búsqueda dolorosa,
de una emoción inequívoca del ser interior, de ese punto que todos
reconocemos cuando nos asalta. Se llama felicidad.
Te dije que saborearia la lectura pero no imaginé que tocaría mi alma..
ResponderEliminarEs un hermoso resumen de una vida valiente con coraje y deseos de expresarse!
Te felicito por tu talento y tu obra impregnada de honestidad!
Y te abrazo por la maravillosa mujer y el bello ser que eres!
Tu amigo VinceSG.
Gracias a ti, por tus hermosas palabras, Vince. Me gustaría saber más de ti. Un abrazo enorme.
EliminarLourdes, sos una leona!
ResponderEliminarGracias mil, seas quien seas... Abrazote.
EliminarNunca imaginé volver a saber de tí, Lurdetxo, ya que nunca llegué a dedicarme al mundo de la moda, pero fui tu alumna mientras estuviste dando clases en Igualada.
ResponderEliminarHan pasado más de 20 años... y me alegro muchísimo de que, a pesar de los malos momentos, no se pierdan tus ganas de crear.
Siempre agradecida, porque aquellos fueron los mejores años de mi vida.
No sé quien eres, pero estoy muy agradecida por tus palabras... qué bonito. Un fuerte abrazo.
EliminarNos alegra que este espacio sirva para reforzar el valor de nuestra heroínas, acercándonos a ellas y a su legado .
ResponderEliminarMe he emocionado y alegrado al saber de ti Lourdes..te admiraba entonces y te sigo admirando hoy 25 años después.. Gracias por el tiempo dedicado. Fui alumna tuya de comercio y escaparatismo en el CIP Gasteiz.
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