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jueves, 14 de agosto de 2014

Mookie Katigbaky


Mookie Katigbaky  Nació en Manila. Publicó El eros apoderado, en 2008. Premio Palanca y Premio a la Prensa Libre de Filipinas. Incluida en la antología de poesía contemporánea filipina Bajo la tormenta. Es editora de Metro Serye.

Se pregunta Katigbak: “¿Puede la poesía sobrevivir en un mundo globalizado donde puede parecer tan superflua y anacrónica como una carta de amor en la era de los mensajes de texto, o como el concepto de distancia en la era de Skype? La tecnología como un efecto secundario de la globalización ha alcanzado tales repercusiones sociales que billones de personas pueden declarar sus individualidades simultáneamente y confiar en que alguien allá afuera está escuchando. “La poesía difícilmente puede mantenerse. No puede detener el cambio climático o darles a las mujeres derechos de conducción. La poesía no puede siquiera venderse ella misma. No es una mercancía valorable del modo que nuestros modos de conectarnos son mercancías valorables. Ella no puede ser oída por encima del ruido global de actualizaciones de estado, trinos, imágenes subidas, fotografías públicas, música subida- todo a la nube”.

Nunca te diré el significado de este poema


Cuando él ve su rostro relucir
En la superficie calma, tranquila
No es la imagen que conmueve a Narciso, no,
Sino que él ama al río también.
Dando nombre a las estrellas


Una vez, para mitigar un terror nocturno,
un padre le cuenta a su hija cómo las estrellas
que tomamos como símbolos, realmente son:

Osos, arqueros, soberanos,
tan claros a la vista como satélites
vistos desde la ventana de un primer

descenso. “¿Y la Osa Menor es
un pequeño oso en lo alto salvaje?”
“Absolutamente”. “Y no es que el ojo

se lo invente?” “Por supuesto.”
Resolviendo el enigma bajo el cielo
de la tarde, ella nunca vio su volumen, ni una pata.

Años más tarde, el padre lee un poema
en un libro donde su hija describe
cómo los tres lunares en el muslo de su amante

son la constelación de un arquero.
Palabras de pura invención, dice ella,
la mentira de un poeta. Él advierte los enérgicos

arpegios de su mano sobre
su muslo. “Absolutamente”, dice,
y “Por supuesto.”

Si llegara uno a dudar del otro,
ambos saben que no pueden ser corregidos.
Mientras nos planteamos ecuaciones encendidas

de creencias para las que nos mantenemos falsos,
¿y por qué no hay una mentira
que un hombre no le diga a su hijo?


Casas ardiendo


                      En el Sur, las viudas hacen el duelo
                      quemando la casa conyugal.


Progreso: agujas de metal
surgen de una zanja. Excavadoras
Lanzan piedras como mareas del mar.

Progreso: sellar una cicatriz
con piel joven. Perder la cuenta
de las cosas que quieres remediar.

Progreso: lo que nadie llama
un dolor tan vacío, que rompes
en todos los lugares esenciales

La mitad de un cónyuge,
la madre conduce su dolor
a la construcción de una casa.

Los planos proyectan una cornisa
aquí, un zócalo allá,
y avisa cuál pared puede

romperse, permitiendo a la luz
entrar en la habitación. Donde el folklor
incendiaría

cada ventana, piso y
marco de madera, ella planea
una puerta. El matrimonio es arquitectura:
un dormitorio, una cocina,
cubiertos, niños. Cada uno de ellos
un asedio de ruidos y zumbidos.

En las ciudades del sur, las esposas
avivan una llama por los años vividos
y la atenúan.

La madre se apura con sentido.
La casa suspira, así que bien podría
estar quemándose.

Aférrame de alguna parte


                                          Vuelve. Aférrame de alguna parte.
                                                                       -John Berryman

Las cosas no caen, sino que se alejan en vuelo.
Estoy pensando en la parte de la historia
Donde Apolo corre a tocar a la ninfa,

Y la mente de ella, atravesando la crisis,
A medio galope a través de los bosques, traza la ruta de
Escape—pero me estoy adelantando a mí misma.

En lugar de eso creer cómo nuestras furias comunes
Nos han juntado y mantenido cerca.
No me toques, dijiste, queriendo decir Hazlo,

Del modo en que un niño difícil, cuando repele la ayuda,
Significa que quiere ser abrazado. Te conozco
Como conozco mi propia resistencia, rindiéndome a solas.

Nos tocamos y entre nosotros hay más
Espacios vacíos que espacios que se tocan.
¿Cómo puede evitar la gravedad hacernos encontrar?

Mira cómo los átomos calculan sus números nostálgicos
Y se unen mientras se agrupan como estrellas.
Cada noche las Pléyades y la Cabellera de Berenice

Sostienen veloces sus estrellas y las mantienen cerca.
En todo este giro, sólo nos alejamos en vuelo
Mientras ascendemos el aire épico donde nada

Duele, ni tararea. Nada malo sucede
Realmente; aférrame de alguna parte.


Todas las cosas quieren volar


                                       Todas las cosas quieren volar.
                                       Sólo estamos sobrecargados de deseo.
                                                                         Rainer Maria Rilke


Añadir a la letanía de las cosas aladas
Esta mariposa blanca que se precipita
De verde a verde: todas las cosas quieren volar,
Sólo el deseo nos sobrecarga,
Escribe Rainer Maria Rilke,
Adelantándose a toda despedida
Y ¿quién puede culparlo?
Ya puedo anticipar dónde terminará este poema
Y qué exige de mí.
Sobrecargado por su propio deseo,
El poema se abre y cierra como una herida, o como alas,
Tomando lo que puede antes de alzar el vuelo—
¿Cómo le pido que vuele ahora,
Mientras me incita y me llama Imbécil,
Increpándome sobre la única manera
En la que sé amar y enamorarme,

Siendo él el primero en irse?

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