Feminista sui generis, intuitiva, con un corazón así de grande; funcionaria sin remilgues, renuente a prerrogativas, de espíritu naturalmente igualitario: Zita Montes de Oca (28 de enero de 1944- 2 de marzo de 1998) se politizó muy joven y evolucionó hasta trabajar activamente durante el gobierno de Alfonsín en temas específicos de la mujer.
Se la conocía así a secas. Ese apellido, Montes de Oca, con antepasados de conquistadores y olor a pampa húmeda, provenía de su marido.
Inició su carrera política en 1967 con "Signos de nuestro tiempo", grupo que llevó a cabo un acercamiento entre católicos y marxistas. Cinco años más tarde, se afilió a la Democracia Cristiana y, en 1990, a la Unión Cívica Radical. Después de desempeñarse como Coordinadora General de Asuntos de la Mujer del Ministerio de Salud y Acción Social (1983-87), Zita estuvo al frente de la Subsecretaría Nacional de la Mujer (1987-1989) en el marco de la Secretaría de Desarrollo Humano y Familia del Ministerio de Salud y Acción Social.
El 8 de marzo de 1984, primer Día Internacional de la Mujer en el nuevo período institucional, el flamante presidente Raúl Alfonsín hizo referencia al tema de la nueva secretaría, y prometió constituir una Dirección de la Mujer. Esta instancia era reclamada por las organizaciones feministas en sus manifestaciones y proclamas. Tal proposición cobraba sentido en el contexto del acto público organizado en aquella ocasión, sin duda exitoso considerando su inesperada capacidad de convocatoria. Un evento destacado, no sólo por el elevado número de asistentes sino también por el abanico de organizaciones que participaron: grupos feministas, el movimiento estudiantil, figuras destacadas del ámbito de la cultura, sindicalistas, periodistas, exiliadas de vuelta al país, Madres de Plaza de Mayo y casi todas las referentes de los partidos políticos, entre otras tantas expresiones
[i]. Por lo tanto, esta área no fue concebida con un perfil asistencialista sino como el primer espacio específico y de rango dentro del estado dedicado a la formulación de políticas públicas de género. Se apoyaba en un “Consejo de Asesoras” que comprendía más de cincuenta feministas con un recorrido de talla
[ii]. A la vez, apostaban a un anhelado desafío: dejar de pensar a las mujeres como “objetos” de políticas para dar el salto a “sujetas” con su plena participación. Si bien hubo palabra para casi todo, en cuanto al debate del aborto imperó el silencio, no asomó siquiera una señal de apertura.
En un momento, Zita fue entrevistada por la revista del diario La Nación. Allí se supo que no solo desconocía las fatales consecuencias del aborto ilegal sobre la vida y la salud de las mujeres sino que lo trataba como un asunto menor. Por sus declaraciones, se prevé que ella respondió a boca de jarro, sin consultar a sus asesoras: “Algunas organizaciones feministas promovieron luchas llamativas por temas que, por el momento, preocupaban a solo un sector algo intelectual y sofisticado, como la legalización del aborto, que no parece tan urgente por estas latitudes como la alimentación de los hijos y la protección de las madres para poder criarlos”.
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Aún con el compromiso asumido por Zita respecto del feminismo, parecía todavía desconocer la violencia institucional que encierra la ilegalidad del aborto. Fue entonces una demanda omitida en las discusiones hacia el interior de este espacio estatal. Posiblemente, en ella jugó su vínculo con la Democracia Cristiana; resultaba lógico que pensase de esa manera. Sin embargo, el hecho de no abrir una discusión pública en cuanto al tema, más allá de sus posiciones políticas, fue su mayor limitación. Al mismo tiempo, los condicionamientos propios de esa coyuntura histórica ayudaron a una ceguera mayor.
En cambio, Zita sí intervino con empeño cuando el famoso boxeador Carlos Monzón mató a su última exmujer, Alicia Muñiz, tras tirarla del balcón luego de golpearla y estrangularla el 14 de febrero de
1988. Obviamente, aún no se hablaba de femicidio... Fue gracias al compromiso personal y a una firme voluntad de superar los obstáculos que se obtuvieron algunos logros en el tema de la prevención de la violencia doméstica. La combinación entre la elección de uno de los pocos problemas derivados de la discriminación de género reconocidos por la sociedad y el empeño del equipo de trabajo de la Subsecretaría, hicieron lo suyo.
[iv] Lo cierto fue que el 3 de julio de
1989 a Monzón lo condenaron a once años de prisión, acusado de haber asesinado a Muñiz.
Al conocer a Zita asombraba su trato llano, carente de escalafones y de jerarquías. No tenía secretaria; cualquiera que asomaba la cabeza en su despacho, recibía una atención personalizada. Le molestaba el cerco de cortesanas con agendas, autos oficiales y trajecitos ejecutivos. En realidad, sentía un persistente tironeo tanto por su procedencia política como por su feminismo poco académico y fatto in casa. A la pregunta ¿usted es feminista? ella respondía: "Las feministas dicen que no y los hombres dicen que sí. Si por feminismo se entiende luchar por los derechos de la mujer, soy feminista”.
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Activaba básicamente con mujeres de sectores políticos partidarios, y su receta consistía en brindar un amplio margen de diálogo. La teórica feminista Isabel Larguía si viviese podría arrimar su testimonio: Isabel, rosarina y guevarista de pura cepa, retornó a la Argentina luego de largos años de compromiso con la Cuba castrista. Sin embargo, Zita, con el arrojo que la caracterizaba, convocó a Isabel a integrar sus equipos de trabajo en el estado. Ahí todas juntas, las feministas compartimos el trayecto de su gestión hasta su brusco final en 1989.
Otra de sus preferencias estaba en el desempeño freelance como periodista gráfica, además de conducir y producir programas radiales alternativos. Los temas relacionados a derechos humanos representaban su mayor preocupación; asimismo, le importaba la cuestión ambiental.
Para las celebraciones del 8 de Marzo, pese a ser funcionaria, se la podía ver tirada en el piso pintando una bandera o sentada en un cordón de la avenida Rivadavia a la espera del paso de la movilización, para mezclarse con la multitud. De 1987 a 1990, hubo una serie de alzamientos llevados a cabo por los militares ultranacionalistas conocidos como carapintadas. Ella y su compañero participaban activamente en el espacio Desobediencia Civil, movimiento autogestivo y plural que había surgido en repudio a los conatos castrenses.
El 23 de enero de 1989, un grupo de 42 militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) ocupó por asalto el cuartel militar del Tercer Regimiento de Infantería Mecanizada de La Tablada. Aparentemente, los integrantes del MTP tomaron esa decisión a modo de frenar un supuesto e inminente golpe de Estado que estarían gestando los militares carapintadas. Entonces se convocó a una repulsa generalizada con manifestaciones a lo largo y ancho de la ciudad. Un clima caótico impregnaba Buenos Aires. Zita y su marido, subidos a un destartalado Citroën, iban recabando información de donde podían para luego transmitirla a la militancia de entonces.
En 1990, armó una dupla inseparable con la multifacética especialista en literatura francesa Monique Thiteux Altschul. Bajo el lema "la información es poder", juntas crearon la Fundación Mujeres en Igualdad (MEI) e impulsaban programas de capacitación a cuadros políticos. En simultáneo, con el proyecto De Representantes y Representadas, una vez por mes armaban suculentos desayunos en un hotel a dos cuadras del Congreso. Esos encuentros matinales se constituyeron en una polis de mujeres que discutían sobre la agenda de los movimientos sociales y de otros acontecimientos de coyuntura, lejos de los modelos jerárquicos de la política tradicional masculina. Con ese mismo énfasis intentaban instalar discusiones de género en otros ámbitos. A partir de un amplísimo cuestionario que permitía conocer las potencialidades de cada una y sus deseos de participación en las funciones públicas, crearon la primera Base de Datos de Mujeres en Lugares de Decisión, una suerte de "quién-es-quién" que pasó revista a unos mil nombres asociados al poder.
En 1994, la voracidad menemista se manifestó también con la reforma de la Constitución Nacional. Esta embestida, acompañada por la jerarquía católica, impulsó la creación del Movimiento de Mujeres Autoconvocadas para Decidir en Libertad (MADEL), frente político que se opuso a incluir en el nuevo texto, la cláusula antiabortista que definía el derecho a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Zita intervenía con intensidad en la Convención Nacional Constituyente como asesora del bloque Frente Grande, y también se encargaba de suministrar techo y viaje a las compañeras que partían apresuradas desde Buenos Aires hacia Santa Fé.
A los 54 años murió sin concluir su proyecto a futuro: ser candidata a diputada provincial. Si bien usaba un apellido propio de una avenida de Buenos Aires, a nadie se le ocurrió recordarla de esa manera. El Centro de Información, Documentación y Biblioteca Documentación de La Dirección General de la Mujer del Gobierno de la Ciudad, lleva su nombre. En 2002, un grupo de legisladoras porteñas la propusieron para integrar un largo listado de "Mujeres Destacadas del Siglo XX". Durante un año, la Fundación creó la beca Zita Montes de Oca para aquellas investigadoras que quisieran cursar un posgrado en Estados Unidos. Mientras tanto, en el Teatro del Viejo Concejo, presidido por el intendente municipal de San Isidro Gustavo Posse, se entrega año tras año el "Premio Zita Montes de Oca" -que consiste en una placa de recuerdo y un diploma- a figuras de notoria actuación en ese distrito.
El 2 de Marzo de 1998, la noticia de su partida corrió como un reguero entre las redes sociales. Con este cariñoso email se despedían sus amigas más próximas y sus conocidas también: “Invalorable pérdida, porque no sólo se trataba de una mujer inteligente, rápida y brillante sino que quienes tuvimos el honor de trabajar más cerca o ser amigas aprendimos de su generosidad, su solidaridad y su humor. Queremos decirle a Zita por este medio, que era uno de sus preferidos para comunicarse (ya que se había convertido en nuestra "ciberZita") que la vamos a extrañar muchísimo, que nos va a hacer falta para la lucha, para la consulta, para la reflexión conjunta... Pero que la vamos a continuar como ella hubiera deseado. A su marido (compañero amoroso) y a Monique, un abrazo grande.”
Mabel Bellucci. Activista feminista queer. Autora de Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo. Editorial Capital Intelectual. Buenos Aires, 2014.
[i] Ver: Bellucci, Mabel, Luvecce, Cecilia, Mariani, Silvana y Rofman, Adriana, “A manera de Balance: la Subsecretaría de la Mujer en Argentina (1987-1990)” RevistaDoxa. AÑO 1 Nº3 y 4. Buenos Aires, 1990/1991, p.4.
[ii] Graciela Maglie, Eva Giberti, Haydeé Birgin, María del Carmen Feijoó,Leonor Vain, Martha Rosenberg, María Cristina Vila,Gisella Rubarth, Susana Filkestein, Sara Torres, Mabel Fillipini, Elizabeth Jellín, Elena Tchillidy, Ana Amado, Marta Bianchi, Marcia Baranovsky, Marina Bitar.
[iii] Entrevista a Zita Montes de Oca, La Nación, Argentina, 2 diciembre 1987.
[iv] Bellucci, Mabel, Luvecce, Cecilia, op.cit.p.6.
[v] Diario Sur, Argentina, 19 de junio de 1989.p.18.