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martes, 12 de enero de 2016

Ana Mª Pérez del Campo Noriega



Paz Martín-Pozuelo

A veces la muerte tiene la osadía de invitarnos a la vida. La mañana en que conocí a Ana María Pérez del Campo iba a ocurrir. Era soleada y alegre y en Santa Engracia, a las puertas de aquel colegio en el que la esperaba, a pesar de las horas de lucha libre, de patadas a la pelota, a pesar de su energía derrochada, a pesar del aire viciado de Madrid, a pesar de todo aquello, a las puertas de aquel colegio seguía oliendo a colonia de niños. Nada, absolutamente nada, recordaba la muerte, más bien al contrario, Madrid olía rabiosamente a vida. Con otras dos amigas comunes, habíamos quedado para comer en un pequeño restaurante cerca de Cuatro Caminos. El oído me molestaba más que nunca, lo recuerdo muy bien, fue el motivo por el que el tiempo que duró la comida apenas tuve palabras. En la mesa elegí el lugar más discreto, que me permitiera oír pero no me obligara a hablar si no quería hacerlo. Y es lo que hice, escuchar a Ana María, escucharla con el alma entera porque la mente sola no me bastaba. Me enamoré de su fuerza, de su discurso perfecto, entregado, claro y sencillo. Descubrimos que nos unían historias, que en algún momento de nuestra vida a las dos nos había preocupado la misma persona, el mismo mal y lo mejor, que nos seguía preocupando. La diferencia entre las dos era que yo había perdido un tiempo hermoso en digresiones, proyectos y tensiones que jamás me llevarían a ningún sitio. Ella, en cambio, nunca había dejado que sucediera; llevaba casi cuarenta años entregando su energía a la misma causa: los derechos de la mujer, la lucha contra lo que hace de ella una víctima, y lo seguía haciendo con la misma garra, pasión y lucidez que al principio. Ahora, además, había que añadir la astucia que dan los años en los que no has dejado de avanzar en ese camino ni un solo día.
Tras la comida, Ana María me invitó acompañarla en ese camino; así fue como aquella misma tarde comenzó mi carrera contra la muerte, contra la violencia, contra todo lo que es más que un mal agüero, un mal sendero, contra todo lo que es una auténtica locura. Alguna mañana y muchas tardes después, seguí acompañando a Ana María en esa hermosa pero durísima tarea. Me enseñó entonces, me sigue enseñando aún, a escuchar, a interpretar silencios, a adivinar el dolor que se esconde tras la mirada de una mujer que no ya no ríe, que casi no habla, que solo suspira. Aprendí a colocar frente a ellas la verdad que se niegan a reconocer, la misma que las va a matar. Aprendí, sigo aprendiendo que la vida son decisiones, una cada segundo y que debemos saber que no ocurre nada si nos equivocamos pero si ocurre si seguimos haciéndolo. Aprendí, sigo aprendido tantas cosas con Ana María que solo confío en que mi vida siga y siga para seguir aprendiendo con ella, con todas las mujeres que la buscan y para tener la valentía de escribirlo, de contarlo, de difundirlo.


Lo mejor de su vida

Ana María Pérez del Campo Noriega nació en Madrid en un año fatídico, el año en el que en España comenzaba esa guerra en la que íbamos a morir todos de alguna manera. Tal vez por eso desarrolló un olfato muy especial para detectar la violencia antes incluso de que la propia violencia adquiera las dimensiones que la hacen luego visible. Su vida comenzó muy pronto a ser útil a las mujeres. Exponer aquí un registro de toda su actividad en defensa de la igualdad es tarea poco más que imposible porque, sin miedo a equivocarme, podría asegurar que ha salvado tantas mujeres como días tiene su vida. Y lo ha hecho con sus manos, con su voz, con sus ideas, lo sigue haciendo ahora que se aproxima a los ochenta cada día, escuchándolas, asesorándolas, abrazándolas y hasta abroncándolas cuando considera que lo necesitan.

Hemos reservado una comida, de esas que compartimos a menudo, solo para hablar de sus inicios. Le digo que alguien me ha pedido que escriba sobre ella, pero no le doy demasiada importancia. No quiero que sepa que le queremos hacer un homenaje, que queremos destacar su lucha, que queremos que el mundo conozca su vida porque creemos que si el mundo, que si las mujeres, conocemos todo ese tiempo difícil, es posible que sepamos que no debemos ceder ni un ápice de lo conseguido y que al contrario deben, debemos, seguir luchando para no perder los derechos que a ella y a otras muchas mujeres tanto, tantísimo esfuerzo les costó conseguir.
Es tanto lo que quiero saber que todo me resulta interesante y tanto lo que ella tiene que contarme, que no le hago preguntas, la dejo que hable. Se adelanta a mis expectativas y con su narración va pasando por todos esos espacios infinitos donde la mujer debería haber estado y no estuvo y, poco a poco, va dejándome ver la manera en que fue ideando el modo de conseguirlo. Escuchándola ahora todo parece tan sencillo. Pero no lo fue. Se que no lo fue. La dejo que siga hablando. Sigo sin hacerle preguntas, no quiero romper la magia de su discurso, del milagro de su memoria que ha guardado celosa en su pensamiento todos los detalles de una vida que no ha conocido el acomodo, que nunca se dejó vencer por las dificultades. Y al cabo de un rato voy acumulando datos de ayer que me ayudan a comprender este hoy tan complejo que, hablando con ella, parece sencillo.
Enseguida empiezo a saber muchas cosas. Se, por ejemplo, que si ahora la mujer puede asociarse, es porque Ana María creó la primera asociación de mujeres y que hacerlo no fue tarea fácil, más bien una tarea titánica que parecía imposible. Para contarme cómo lo consiguió me habla de su vida, de sus dificultades como mujer, de su separación en el tiempo en que en Madrid, en la España de Franco, la mujer (como los idiotas o los sordomudos) no podía ser tutora, esos tiempos en los que la mujer no podía tener dinero, ni estudiar, ni hacer absolutamente nada sin la autorización de su marido. Me sigue hablando de ese tiempo difícil, aunque se empeña en afirmar que defender la igualdad aunque entonces tuviera muchos más riesgos, es ahora más difícil porque hoy aparentemente las leyes transmiten igualdad pero no es una igualdad real, no, de ninguna manera. Continúa hablando sobre el valor de las normas, sobre los peligros de la interpretación. Y vuelve sobre el franquismo para señalar que en aquella época ya había jueces, como Antonio Carretero, que con leyes “malísimas” hacía excelentes interpretaciones. Y comienza así a reconocer a cada una de las personas que le fueron dando sentido a toda su trayectoria de rebeldía y de reivindicación. Insiste, reitera que la dictadura impedía pensar, y que ella no pudo dejar de hacerlo nunca. Me habla de cómo consiguió no dejar de pensar, de cómo consiguió aprender a hacerlo. Menciona sus viajes a Francia en busca de Ruedo Ibérico; me habla de algunos libros que para ella fueron vitales porque le confirmaron sus sospechas de que la mujer ya había empezado a defenderse hacía tiempo; de su lectura de Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, y de otros títulos que, poco a poco, va recordando conmigo.
Y, por fin, como si me estuviese contando una película me habla de los comienzos, de los lazos morados, las reuniones clandestinas, de las noches que durmió en la Dirección general de Seguridad, la conocida DGS, cuya sede, me recuerda aunque eso ya lo sabía, estuvo en la mismísima puerta de Sol y al mencionar la plaza, me dice que se alegra de que la historia se haya vuelto más indulgente con ella, al hacerle un hueco entre las iniciativas que lindan con la esperanza, ya no será solo la plaza de las oscuras detenciones, será también la plaza de la lucha por el cambio. Por unos instantes nos desviamos y hablamos del movimiento del 15-M en Madrid. Pero regresa, de nuevo regresa, a ese tiempo tan negro y tan cercano en el tiempo que asusta. Su voz, sin embargo, lo vuelve claro porque Ana María se empeña en poner siempre el acento en lo positivo. Insiste, otra vez más, en que luchar por la igualdad que fue muy complicado y peligroso en plena dictadura fue, sin embargo, más fácil porque estaba todo por hacer; «ahora las leyes parecen defender la igualdad pero no, no, no lo hacen, no siempre lo hacen, porque chocan con la interpretación de hombres que no la conciben, que no la quieren, que no la defienden», me recuerda porque sabe que hace un rato ya me lo ha dicho.
Vuelve sobre el asociacionismo y comienza a hablarme de su participación en diferentes iniciativas legislativas. Se detiene en una fecha clave: 1981 y la elaboración de la Ley del divorcio durante el gobierno de UCD, proceso en el que estuvo involucrada del modo en que ella se involucra con el cuerpo y con el alma, trabajando de manera estrecha con el Ministerio de Justicia, formando parte del equipo que elaboró el borrador de la Ley, bajo la titularidad del Ministro Francisco Fernández. Ordóñez. Me habla de reuniones, de discusiones, de idas y venidas, de las veces que hubo que dar vuelta a los textos, hasta que finalmente la ley de divorcio fue algo más que un proyecto, una realidad, un instrumento que la sociedad pedía a gritos.

El centro de Atención, Recuperación y reinserción de Mujeres víctimas de la violencia de género

Del mayor de sus hijos, el Centro de Atención, Recuperación y Reinserción de Mujeres Maltratadas que funda en 1991 y dirige hasta el año 2006, centro pionero en Europa que después ha inspirado centros similares, no tiene que hablarme hoy. Lo ha hecho casi cada día durante los últimos meses no solo para atender mi curiosidad, mucho más para informar a muchas de las mujeres que pasan por su despacho mientras aprendía con ella a escucharlas. Conozco las dificultades de sus inicios, la ilusión con la que nace, conozco mucho antes de visitarlo sus pasillos, sus habitaciones, el color de los sofás, porque Ana María a este hijo suyo, a este centro, lo cuida con absoluta delicadeza porque piensa que hasta el detalle más insignificante es importante para que la mujer que llega sienta, desde el primer momento, que llega a ese hogar que le estaba faltando a su vida; que sienta que allí podrá volver a creer en la vida. El amor con el que se cocina, el color de las cortinas, la disposición de plantas, ese árbol que crece paciente en el jardín, todo, absolutamente todo, está pensado para que la mujer deshaga ese camino que la estaba llevando directa hacia la nada. En esta casa el aire tiene la preciosa habilidad de conseguir que la oscuridad mute en luz y el dolor en una inesperada esperanza. Se que todas las mujeres que vivieron en él, ya nunca fueron las mismas. Que de allí, tal y como había soñado Ana María, salieron dignas, hermosas, fuertes como la rama de un árbol, con fuerza renovada en su sangre, con el valor de tomar a la vida por las solapas y cantarle con ganas la canción de Violeta Parra. Y es que allí, tal y como había soñado Ana María la mujer vuelve a sonreír, a mirarse como persona; allí abandona la vergüenza de sentirse porquería bajo la cama y acaba por sentir la necesidad de cantar “Gracias a la vida” como si nunca hubiera dejado de cantarla.


Sin tiempo para la desesperanza

Pasados sus ochenta años, su vida sigue la misma y clara dirección, la lucha contra todo lo que hace de la mujer una víctima. Continúa asesorando a mujeres. Tres días a la semana, por encima de cualquier otra obligación, acude a Santa Engracia, ocupa su sillón negro y deja que, una a una, vayan entrando las mujeres y sus problemas.  Las escucha paciente, les habla muy claro y les pide que también ellas lo hagan. Lo he visto, lo veo con mis propios ojos. Cuando entran las mujeres comienzan a hablar con la vista en el suelo, las lágrimas pegadas a las pestañas; la mayoría no saben qué quieren, solo saben que no quieren seguir pegadas a un hombre que las hace sentir sucias y malas.  Ella las escucha, las anima para que hablen y luego les muestra ese camino difícil pero posible, el de empezar a pensar que otra vida les esta esperando.
Además de todo esto Ana María sigue participando de un modo dinámico y activo con diferentes instituciones, asesorándolas a veces, y otras dejando oír su voz contra todo lo que impide que la mujer viva libre y feliz, contra todo lo que impide que la mujer viva.  


Me envuelve su narración, no quiero que termine, no me importa que el plato siga lleno de comida y es que esta charla me está dejando esa emocionante sensación, la de estar escuchando hablar a la historia. Porque de Ana María Pérez del Campo, estoy segura,  tendrán que hablar los manuales de la historia del feminismo cuando sean una asignatura obligada en los institutos de España, este pequeño país en el que ella  y yo vivimos, un país que Ana María sueña mejor cada día que se levanta.

El maltrato a la mujer: una cuestión incomprendida

Ana María Pérez del Campo Noriega es autora del libro: El maltrato a la mujer: una cuestión incomprendida, editado por Horas y Horas, en el año 1995, una obra imprescindible para entender el drama del maltrato a la mujer. Es autora así mismo de numerosos artículos en prensa y ponencias en congresos a los que una y otra vez es invitada porque su voz, la voz de Ana María Pérez del Campo no es una voz que podamos dejar de oír cuando hablamos de mujeres maltratadas

 Paz  y Ana María  

Ana María, sus palabras, su pasión, su eterno compromiso

Concha Mayordomo. Presidenta Fundacional de Generando Arte


Ana María Pérez del Campo Noriega, porque así quiere que se le nombre para dar visibilidad al apellido de su madre, es una de las personas más admirable que conozco y puedo asegurar que conozco a muchísimas.
En este pequeño texto no quiero hablar de la Ana María abogada, ni de su biografía de mujer-madre coraje, estoy plenamente segura de que otras voces lo harán mucho mejor que yo, tampoco del Centro de Atención, Recuperación y Reinserción de Mujeres y Niños Víctimas de Violencia de género que pudo hacer realidad en 1991 para que las víctimas del maltrato pudieran salvar sus vidas y salir de la espiral de violencia en el que se encontraban.
Por mi parte me gustaría poner el foco en la entrañable Presidenta de Honor de la Asociación de mujeres artistas Generando Arte, puede que esa relación con el arte sea la más desconocida, aunque es fácil pensar que su compromiso la lleva a todos los ámbitos donde la reivindicación de derechos es posible y el mundo artístico no es la excepción. Desde el primer momento mostró un entusiasmo arrollador al planificar en su despacho cómo poner de manifiesto, desde la plástica, las palabras de un político que aseguraba que “un tanto por ciento elevadísimo de las denuncias eran falsas”. Ese fue el punto en que se inició una colaboración que sin duda durará siempre. Efectivamente, la exposición se hizo en un tiempo record para dar respuesta la tamaña desfachatez del político que todo el mundo recordará. Desde entonces Ana María con sus actos, sus palabras, su pasión y su eterno compromiso es referente de Generando Arte y donde es considerada como una artista más; la más peculiar y la más querida.


Entrega de premios GENERANDO ARTE 2014 . Autora Pepa Santamaría


Ana María, un referente para el feminismo

Mª Ángeles Ruíz-Tagle Morales. Presidenta Asociación Consuelo Berges
Vicepresidenta de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas

Conocí a Ana hace ya, casi 30 años y desde entonces hemos  compartido muchas  cosas, siempre prodigándonos cariño, amistad, lealtad y reconocimiento mutuo. Mujer de izquierda  y feminista “hasta la medula” y pudiendo decir sin temor a equivocarme, que ha sido, es y será, un referente en el feminismo. Siempre fiel a su ideología, no importándole ni el momento ni el lugar donde tenía que defenderla, luchadora incansable por los derechos de nosotras las mujeres y especialmente dedicada a la erradicación de la violencia de género. Gracias Ana por existir. SANDE.




La magia del discurso de Ana María Pérez del Campo

Ruth Cabero. Periodista
Muchas son las palabras que pueden definir a Ana María Pérez del Campo pero pocas las que pueden abarcar la magnitud de su grandeza, inteligencia, fuerza, espíritu de lucha y servicio por la mujeres y su majestuosidad en el trato y preocupación por cada una de las mujeres que trae a la vida de nuevo junto a sus hijas e hijos. Jamás he visto mayor fuerza en un discurso que cuando se proyecta de la boca de Ana María Pérez del Campo, a lo largo de los más de 10 años que tengo el placer de conocerla personalmente y los más de 20 que llevo siguiéndola, he visto cómo es capaz de cambiar el debate de hasta un programa de radio, cómo mueve del sitio a quien sea sin importarle las jerarquías y siempre a favor de la lucha por la igualdad de las mujeres.
Ana María es una adelantada a su tiempo y tiene un discurso que sigue pareciendo casi mágico en una mujer de su generación, un discurso que mantiene desde que comenzó su lucha hace ya décadas, antes de que la mujer pudiera ejercer o salir del país sin el permiso del varón a cargo, es una de las responsables de los adelantos que las mujeres hoy podemos disfrutar y lucha por eliminar todas aquellas trabas que a día de hoy seguimos sufriendo. Es una incansable buscadora de la igualdad y no hembrista como muchos la tachan, porque cree en la valía de los hombres, tanto que les cree igual de capaces que las mujeres para confiarles la plena custodia de sus hijos. No a los maltratadores con los que mantiene una larga lucha desde hace años, “los maltratadores no son buenos padres, no son buenos ciudadanos, son asesinos y debemos tratarles como tal y excluirlos y repudiarles de la sociedad” la he oído proclamar en innumerables ocasiones.
Lucha contra los maltratadores porque sabe de la tristeza y devastación que provocan en sus víctimas y todo lo que las rodea. Víctimas a las que salva a través de la Federación de Asociaciones de Mujeres Seperadas y Divorcidas y su Centro de Atención, Recuperación y Reinserción de Mujeres y Niños Víctimas de Violencia de género (CARRMM), que era un proyecto grandioso que Ana Maria Pérez del Campo pudo hacer realidad en 1991. Desde ese momento numerosas mujeres y niños (aunque no suficientes) han podido salvar sus vidas y salir del mundo violento en el que se encontraban. Ana María y la magia de su discurso salvan vidas, algo que he tenido el privilegio de ver con mis propios ojos. Salvó, salva y seguirá salvando la vida de muchas mujeres y sus hijos e hijas, vidas muy cercanas para mí, en ocasiones demasiado.
Ana María me salvó la vida, todavía recuerdo cómo mi padre cuando terminé mi etapa en el CARRMM le dijo a Ana María que no podría agradécele lo que hizo por su hija, porque allí entró un desecho de persona, un fantasma, una muerta en vida y volvía a salir una mujer con vida, en la que se vislumbraba de nuevo la luz de la esperanza. Me salvó, supo qué decir y qué hacer junto a su equipo para desligarme de las telas de la relación de violencia y me enseñó a valorarme y a aprender que nadie debe anular mi personalidad y tratarme como un objeto. Cuando la conocí en persona no era más que un cadáver de poco más de 39 kilos andando sin sentido en un mundo que necesitaba abandonar porque me hacía demasiado daño, y gracias a ella, su equipo y el trabajo que me marcaron con el apoyo de mi familia, ahora estoy más viva que nunca y con muchas ganas por seguir con la lucha que Ana María Pérez del Campo ha impregnado por todo mi sistema.
Ana Mª Pérez Del Campo tiene una única meta, luchar por y para las mujeres, contra el maltrato, el patriarcado, el machismo y en defensa de la igualdad. Son muchos los años que esta feminista de pura cepa ha implicado en poner a la mujer en el lugar que corresponde y no a la cola del mundo como siempre ha estado.
Algunos la consideran radical, otros (y algunas otras) incluso sienten odio hacia ella, y es que Ana María Pérez del Campo levanta pasiones, debido a ello estas opiniones quedan enterradas por todas las de aquellas personas que la aprecian, la admiran y la apoyan.
Pérez del Campo y su magnífico equipo devuelven la sonrisa que ya estaba perdida, hacen resurgir la vida donde todo estaba muerto, han salvado, salvan y siguen salvando a personas.
Tal y como ella dice “la igualdad tiene que dejar de ser un discurso teórico” y para eso sigue luchando desde muchos frentes, también como vocal del Observatorio Estatal sobre Violencia doméstica y de género”
 

 Fotografia de Pilar Navío. Ana María Pérez del Campo, Premio Libertas 2013

Ana María, cómplice de las mujeres

Yolanda Besteiro. Presidenta de la Federación de mujeres progresistas.

A mi querida Ana María, ¿qué decir sobre ti? Para quienes no te conozcan, diré que eres una de esas personas necesarias e imprescindibles para mejorar la vida y el reconocimiento de los derechos más básicos y fundamentales de toda la ciudadanía y que si no existieras habría que inventarte. En particular para las mujeres, eres el rayo que no cesa, la luz, la fuerza y la voz de la conciencia que permite crear, avanzar y no abandonar el camino por muchas piedras que nos coloquen. Para quienes te conozcan, no tengo que decir nada, no eres alguien que deje indiferente a nadie .... Y en lo que respecta a mi misma, Ana, no puedes imaginar lo que significas: maestra, compañera, amiga, a veces madre. Pero por encima de todo cómplice: sin tu sabiduría y apoyo decidido no estaría aquí y, con toda seguridad, mi vida seria distinta. Te quiere, Yolanda"




Ana Mª Perez Del Campo Noriega consigue la Medalla de Oro al Mérito al Trabajo/2007

Gracias Ana María

Hortensia Hernández. Responsable de Heroínas.

Desde que soy consciente una de las personas que con más energía y determinación ha defendido a las mujeres en España en los medios y seguramente fuera de ellos ha sido Ana María Pérez del Campo.
Su claridad y su valentía vienen de lejos. No sola la admiro yo, la admira también mi madre de ochenta y dos años . Su trabajo de mujer contemporánea ha ayudado a mujeres de muchas generaciones.
El centro de apoyo integral  a la mujer que soñó e hizo realidad ha ayudado a mujeres que hoy son poderosas descendientes de su estirpe, mujeres a las que me siento profundamente unida en una sororidad que hace madre a Ana María en ideas, perseverancia y fe hacia las iguales.   Su visión sobre la reparación a la mujer que ha sufrido los efectos del machismo ha sido un modelo en el que seguimos y seguiremos inspirándonos por su visión completa del problema y por el cariño y profesionalidad con el que enfrenta su solución.
No sé si Ana María es madre en lo físico, pero su aporte nos ha nutrido y ayudado a crecer a muchas. Su maternidad espiritual deja claro que las mujeres somos más que madres biológicas. Podemos ser madres en miles de maneras. Nuestras capacidades de aporte a la humanidad son infinitas como lo demuestra Ana María, una madre coraje con hijas de diversas edades, formaciones y colores que se sienten arropadas bajo su amparo que después de muchos años se mantiene intacto. 
Gracias Ana María

Protestando en el Congreso de Diputados  junto con Rosa San Segundo a favor de los derechos de las mujeres 

Conocimiento, sensibilidad, entereza, convicción y generosidad extremas. Eso es Ana María Pérez del Campo Noriega.
Rosa San Segundo Manuel. Directora del Instituto de estudios de género de la Universidad Carlos III de Madrid.



“Eternamente agradecida Ana María Pérez del Campo Noriega por haberme dado la oportunidad de una nueva vida, literal y metafóricamente hablando”

Sara Beiztegi. Artista Multidisciplinar


Ana Mª Pérez del Campo Noriega ( 19 de mayo de 1936)

http://unaf.org/wp-content/uploads/2013/12/index7ok.html
http://www.separadasydivorciadas.org/wordpress/?tag=ana-maria-perez-del-campo
http://www.generandoarte.com/imagenes-de-la-presentacion-de-la-revista/
http://www.viruseditorial.net/libreria/editorial/horas+y+horas

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