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viernes, 25 de marzo de 2016

Flannery O'Connor escritora USA-siglo XX



Flannery O'Connor (Savannah, Georgia, 25 de marzo de 1925 – 3 de agosto de 1964) es considerada entre las y los mejores escritoras estadounidenses del siglo XX; fue autora de dos novelas y 32 relatos, publicó también ensayos y reseñas. Su obra es ampliamente estudiada en el contexto de la literatura del Sur de Estados Unidos; sus personajes y el ambiente que describe son sureños, y a la vez su obra trasciende el ámbito local para crear ficciones de alcance universal.


Estudió secundaria en Peabody High School. Se graduó en Estudios Sociales en el Georgia State College for Women (ahora Georgia College & State University), y en ese momento empezó a leer, pues hasta entonces no había oído hablar de Faulkner, Kafka o Joyce. En 1946 fue aceptada en el prestigioso Master de Creación Literaria de la Universidad de Iowa; allí presentó sus primeros cuentos como tesis de fin de máster.

En este tiempo había empezado a trabajar en Wise Blood, la que acabaría siendo su primera novela, que obtuvo en esa fase de elaboración previa el premio Rinehart. Consiguió entonces una beca para trabajar en la elaboración final de esta novela en la colonia de escritores de Yaddo, donde conoció al poeta Robert Lowell; más adelante, ante los problemas que surgieron allí, se trasladó a vivir a Nueva York; allí, en 1949, conoció a Robert Fitzgerald (traductor de Edipo rey, la Ilíada y la Odisea), y aceptó de éste y de su mujer, Sally, una invitación para vivir con ellos en su casa en el campo, en Connecticut. Estos amigos se encargaron de editar algunas de sus obras a su muerte.

En 1951 se le diagnosticó lupus, la misma enfermedad por la que falleció su padre, y tuvo que regresar a Milledgeville, donde vivió hasta su muerte; cuando se recuperó algo -aunque siempre estuvo en situación más o menos delicada de salud, y pasó varios periodos internada en hospitales- se trasladó a una granja, Andalusia, de cuya gestión se encargó su madre, mientras que ella -con las limitaciones de la enfermedad- se dedicaba a la escritura. Allí pudo continuar su afición a la cría de aves, especialmente pavos reales, pero también gansos, patos y cualquier ave exótica que pudiera conseguir.

En esta vida aislada recibía visitas cada vez más numerosas de amigos y admiradores y su relación epistolar con muchos de ellos —recogida en el libro El hábito de ser— le permitió una red de relaciones que compaginó con algunos viajes puntuales, sobre todo a universidades. Sólo salió al extranjero en un viaje que hizo por Europa, pasando por Roma, Lourdes y Barcelona.

Obra
Escribió dos novelas: Sangre sabia (Wise Blood, 1952) y Los violentos lo arrebatan (The Violent Bear It Away, 1960), así como 31 relatos breves, recogidos en dos libros: Un hombre bueno no es fácil de encontrar (A Good Man Is Hard To Find, 1955) y Todo lo que asciende tiene que converger (Everything That Rises Must Converge, póstumo 1965). Sus ensayos y conferencias publicados son de gran profundidad y agudeza. También dejó gran número de entrevistas y comentarios reveladores.

Se la estudia a veces dentro de la literatura sureña, aunque se distingue de la mayoría de los escritores de la zona por su perspectiva católica de fondo, algo que comparte sólo con algún autor aislado, como Walker Percy. En todo caso, O'Connor siempre consideró como modelos suyos en punto de vista y temas a Edgar Allan Poe y Nathaniel Hawthorne, y en los aspectos técnicos a Henry James y a Joseph Conrad. La crítica suele incluirla en el llamado gótico sureño, junto a William Faulkner, Katherine Anne Porter o Eudora Welty —a quienes apreciaba —, pero también junto a Carson McCullers, a quien detestaba. O'Connor retrataba con agudeza el ambiente sureño que conoció y en especial sus personajes; algunos son grotescos, pero desde un punto de vista externo, porque ella no los consideraba así en sentido estricto.

El ambiente y los personajes son los del sur americano, pero acaso la problemática de fondo la relacionaría más con escritores católicos, ingleses como Evelyn Waugh o Graham Greene y sobre todo a algunos franceses cuya influencia reconoció: Léon Bloy, François Mauriac y Georges Bernanos. Complejamente, pues aunque curiosamente le atraían Céline, y también la personalidad de Simone Weil, consideraba que los escritos de ésta tenían un punto "ridículo". Hay que añadir su gusto por los rusos, sobre todo Dostoyevski y Gogol (no Tolstoi). Además, entre sus contemporáneos, apreciaba mucho a Bernard Malamud, pero nada a Mary McCarthy o Virginia Woolf, Djuna Barnes, Dorothy Richardson, o André Gide.

Repercusión en la cultura popular
En 1979, la novela Sangre sabia (Wise Blood, 1952) fue adaptada al cine. Se respetó el título original y el guion siguió bastante fielmente la trama del libro. El director de la película fue John Huston y los actores protagonistas fueron Brad Dourif, Dan Shor y el propio John Huston.


Bibliografía

Novelas

Wise Blood 1952 (Sangre sabia, Cátedra, Madrid, 1990, ISBN 978-84-376-0970-6 y en Novelas, Lumen, Barcelona, 2011 ISBN 978-84-264-1903-3)
The Violent Bear It Away 1960 (Los violentos lo arrebatan, en Novelas Lumen, Barcelona, 2011, ISBN 978-84-264-1903-3)
Why Do the Heathen Rage? (fragmentos de novela inacabada; está en Collected Works)

Libros de relatos

A Good Man Is Hard To Find 1955. (Un hombre bueno es difícil de encontrar. Lumen, Barcelona, 1973, ISBN 978-84-264-1092-4)
Everything That Rises Must Converge 1965 (Las dulzuras del hogar, Lumen, Barcelona, 1986, ISBN 978-84-264-1031-3)

Ensayos, cartas

Mystery and Manners: Occasional Prose, ed. por Sally & Robert Fitzgerald, 1969 (Misterio y maneras. Prosa ocasional, Encuentro, Madrid, 2007, ISBN 978-84-7490-894-7)
The Habit of Being: Letters, ed. por Sally Fitzgerald, 1979 (El hábito de ser, Sígueme, Salamanca, 2003, ISBN 978-84-301-1526-6)
The Presence of Grace and Other Book Reviews, ed por Carter W. Martin, University of Georgia Press, 1983.


FLANNERY O´CONNOR, IMAGINACIÓN Y PERVERSIDAD



A las mujeres les palpita la sangre, a las escritoras les arde su condición de humanidad. Esa fragilidad de saberse finitas, de conocer a perfección su condición de mortales y aún así tratar de perpetuar la vida gastando ese fragmento de tiempo en el entendimiento de que no son las mujeres ideales para tejer, casarse o dar a luz. Porque la pesadumbre de sus días será alimento para otros; porque pueden pretender ser felices con tal de que el verbo se condense en la garganta y se libere por las manos; porque no en vano Sor Juana Inés escribe:

“Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá prodréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.”

Pero más que la búsqueda o no de la felicidad, lo curioso de las escritoras, de los escritores en general, es el encuentro con su ritmo, ese compás negro que se revela en una estrofa, en el título de una obra literaria, en los personajes concebidos. ¿De dónde salieron estos últimos?  ¿De una calle o del demonio que se lleva adentro? De donde salió ese viejo ciego de Flannery O´Connor que en su cuento ‘El Lince’, olfatea al  mismo gato cada noche y cada vez lo siente más cerca, ese anciano que puede indicarle a los cazadores el lugar exacto por donde se dirige el animal, que se angustia con el miedo de ser atacado por una fiera que no conoce en vista. Un viejo que puede estar representando a la misma escritora olfateando su muerte, una muerte que, a diferencia del personaje, se dio a sus treinta y nueve años.

Nacida en Savanahh, Georgia, en 1925, Flannery O´ Connor, aunque de familia irlandesa, fue una escritora que se dedicó a recalcar, con su genio lúcido y atormentado, los pueblos de las tierras del sur de Estados Unidos, en especial de su lugar de procedencia. Con el mismo paisaje de Faulkner: blancos agricultores arriba de negros esclavos, O´Connor logró captar el otro lado de la historia, el lado oscuro de ella. Si bien el cuento de Faulkner, Una rosa para Emily, trata de una mujer blanca que dormía con su enamorado muerto cada noche y que recibía encomiendas del mundo exterior por medio de un negro esclavo, los cuentos de la escritora se enfocan en ese que estaba abajo, en esa clase apaciguada, que, como sus piernas afectadas por una grave enfermedad de la sangre,  carecía de poder.Flannery O' Connor

De sus estudios, se conoce que luego de formarse en ciencias sociales en  la Universidad de Georgia, obtuvo una beca para el master de creación literaria en la Universidad de Iowa, de donde se desprendieron sus primeros cuentos a través de su tesis. Sin embargo, diagnosticada de lupus en el año 51 y a escasos 26 años de vida, la escritora se enfrascó en una granja en Milledgeville para dedicarse a la literatura y a la cría de pavos reales. El mundo oscuro que se venía  gestando desde sus primeras creaciones literarias se exacerbó entonces con el aislamiento de su humanidad, condición que si antes le constaba trabajo entender, ahora era un complejo recurrente en su soledad. 

No es difícil, entonces, imaginar a la escritora deambulando por los pasillos de la casa en la que permaneció encerrada los últimos trece años de su vida teniendo, quizás, una conversación con el fantasma de Candelario Obeso, poeta negro de Mompox, que, como ella, utilizó el recurso de la dialéctica para darle forma a los sonidos por medio de la palabra escrita. Si el negro de Obeso dice  ¡Qué trijte que ejtá la noche! (Canción der bogá ausente), el negro de O’ Connor le contesta ‘Eres un ignorante, eso es to’ (El negro artificial). Pero mientras que el negro de Obeso concibió, como su creador, una cultura libertina y apartada de la religión que le entregaba voz propia a las mujeres de su época, los personajes de O´Connor le cogen la mano al catolicismo y entregan, por medio de oraciones muchas veces expuestas, un aire de temor hacia un Dios desconocido y sin embargo caracterizado por el don de la ubicuidad.

O´Connor, escritora con imaginación suficiente para aislarse por más de una década  y con la locura y la perversidad necesarias para combatir a sus personajes (falsos profetas, criminales, idiotas, ancianos delirantes, niños perversos) agita, en su literatura, esa condición humana que tanto debió arderle, aún, en sus pocos años de vida. En sus historias, personajes como ‘El Desequilibrado’, asesino en serie y prófugo de una cárcel de Florida  del cuento ‘Un hombre bueno es difícil de encontrar’, pareciera crear en el cuerpo del lector la misma sensación que describe el apodo de su protagonista y en el momento de la lectura del cuento ‘El Lince’, ese viejo Gabriel, católico, negro y ciego, pareciera ser cada uno de nosotros, confrontando la muerte y aún así esperanzados en la inmortalidad:

“No había ni un negro en cien kilómetros a la redonda que pudiera oler como él. Oyó otra vez los arañazos, no venían del mismo lugar, venían del rincón de la casa donde estaba la gatera. Toc… toc… toc. Era un murciélago. Sabía que era un murciélago. Toc… toc. “Acastoy”, susurró. No es ningúnmurciélago. Afirmó los pies para levantarse. Toc. “El señor m’espera –murmuró–. No va quererme con toda la jeta rota. ¿Por qué no te vas, lince, por qué vienes a buscarme?”
Daniella Sánchez Russo

http://onpoint.wbur.org/2013/11/12/flannery-oconnor-prayer-journal
http://blogs.elespectador.com/elmagazin/2010/05/27/flannery-o%C2%B4connor-imaginacion-y-perversidad/
http://www.famousauthors.org/flannery-oconnor

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