Sueli Carneiro (São Paulo, 24 de junio de 1950) es una escritora, catedrática y activista brasileña en pro de los derechos de las mujeres y del denominado Movimento Negro en su país.
Nació en el barrio paulista de Lapa en 1950; fue la primera hija —de siete— de José Horácio Carneiro y Eva Alves Carneiro, un ferroviario y una costurera respectivamente. Estudió filosofía en la Universidad de São Paulo, y posteriormente cursó el doctorado en Educación de la misma institución de educación superior.
Incursionó en el ámbito feminista partir de la década de 1970; en este contexto, fue fundadora del Colectivo de Mujeres Negras de São Paulo en 1980, la primera organización de su tipo en dicho estado, y del Geledés - Instituto de la Mujer Negra, la primera organización negra y feminista de São Paulo que ha liderado la lucha contra el racismo en Brasil al otorgar visibilidad a las mujeres afrobrasileñas; actualmente es su directora. En 2012 es nombrada miembro del Consejo Nacional de Derechos de la Mujer.
Ha colaborado para varias revistas, entre ellas se encuentran Correio Braziliense, Estudos feministas, Revista Espaço Acadêmico, Presença da mulher y Raça Brasil, entre otras.
En 1998 recibió el Premio de Derechos Humanos de la República Francesa, mientras que un año antes había sido finalista del Premio Claudia, una de las mayores premiaciones femeninas de América Latina.
Ennegrecer al feminismo
Por Sueli Carneiro
Son suficientemente conocidas las condiciones históricas en las Américas que
construyeron la relación de cosificación de los negros en general y de las
mujeres negras en particular. Sabemos también que en toda situación de
conquista y dominación la apropiación sexual de las mujeres del grupo
derrotado es uno de los momentos emblemáticos de afirmación de superioridad
del vencedor.
En Brasil y en América Latina la violación colonial perpetrada por los señores
blancos a mujeres negras e indígenas y la mezcla resultante está en el origen
de todas las construcciones sobre nuestra identidad nacional, estructurando el
decantado mito de la democracia racial latino-americana que en el Brasil llegó
hasta sus últimas consecuencias. Esa violencia sexual colonial es también el
cimiento de todas las jerarquías de género y raza presentes en nuestras
sociedades configurando aquello que Angela Gilliam define como "la gran
teoría del esperma en la formación nacional" a través de la cual, y siguiendo a
Gilliam: 1. "el papel de la mujer negra es rechazado en la formación de la
cultura nacional ; 2. la desigualdad entre hombre y mujer es erotizada ; y 3. la
violencia sexual contra las mujeres negras ha sido convertida en un romance."
[1]
Lo que podría ser considerado historias o reminiscencias del periodo colonial
permanecen, sin embargo, vivas en el imaginario social y adquieren nuevos
ropajes y funciones en un orden social supuestamente democrático que
mantiene intactas las relaciones de género, según el color o la raza instituidos
en el periodo esclavista. Las mujeres negras tuvieron una experiencia histórica
diferenciada que el discurso clásico sobre la opresión de la mujer no ha
recogido. Así como tampoco ha dado cuenta de la diferencia cualitativa que el
efecto de la opresión sufrida tuvo y todavía tiene en la identidad femenina de
las mujeres negras.
Cuando hablamos del mito de la fragilidad femenina que justificó históricamente
la protección paternalista de los hombres sobre las mujeres, ¿de qué mujeres
se está hablando? Nosotras -las mujeres-negras- formamos parte de un
contingente de mujeres, probablemente mayoritario, que nunca reconocieron
en sí mismas este mito, porque nunca fueron tratadas como frágiles. Somos
parte de un contingente de mujeres que trabajaron durante siglos como
esclavas labrando la tierra o en las calles como vendedoras o prostitutas.
¡Mujeres que no entendían nada cuando las feministas decían que las mujeres
debían ganar las calles y trabajar!
Somos parte de un contingente de mujeres con identidad de objeto. Ayer, al
servicio de frágiles señoritas y de nobles señores tarados. Hoy, empleadas
domésticas de las mujeres liberadas. Cuando hablamos de romper con el mito
de la reina del hogar, de la musa idolatrada por los poetas, ¿en qué mujeres
estamos pensando? Las mujeres negras son parte de un contingente de
mujeres que no son reinas de nada, que son retratadas como las anti-musas de
la sociedad brasilera porque el modelo estético de mujer es la mujer blanca. Somos parte de un contingente de mujeres para las cuales los anuncios de
empleo destinan la siguiente frase: "Se exige buena presencia" y cuyo subtexto
es: negras no se presenten.
Por lo tanto, para nosotras se impone una perspectiva feminista en la cuál el
género sea una variable teórica más, tal como afirman Alcoff y Potter, que no
"puede ser separada de otros ejes de opresión" y que no "es posible de un
único análisis. Si el feminismo debe liberar a las mujeres, debe enfrentar
virtualmente todas las formas de opresión". [2] Desde este punto de vista se
podría decir que un feminismo negro, construido en el contexto de sociedades
multirraciales, pluriculturales y racistas -como son las sociedades
latinoamericanas- tiene como principal eje articulador al racismo y su impacto
sobre las relaciones de género dado que él determina la propia jerarquía de
género de nuestras sociedades.
En general, la unidad en la lucha de las mujeres en nuestras sociedades no
sólo depende de nuestra capacidad de superar las desigualdades generadas
por la histórica hegemonía masculina sino que también exige la superación de
ideologías complementarias de este sistema de opresión como es el caso del
racismo. El racismo establece la inferioridad social de los segmentos negros de
la población en general y de las mujeres negras, en particular, operando
además como factor divisionista en la lucha de las mujeres por los privilegios
que se instituyen para las mujeres blancas.
Desde esta perspectiva, la lucha de las mujeres negras contra la opresión de
género y de raza viene diseñando nuevos contornos para la acción política
feminista y anti-racista enriqueciendo tanto la discusión de la cuestión racial,
como también la cuestión de género. Este nuevo mirar feminista y anti-racista
se integra a la tradición de lucha de los movimientos negros como a la del
movimiento de mujeres, y afirma esta nueva identidad política que resulta de la
condición específica de ser mujer y negra. El actual movimiento de mujeres
negras al traer a la escena política las contradicciones resultantes de las
variables raza, clase y género está promoviendo la síntesis de banderas de
lucha que históricamente han sido levantadas por los movimientos negros y
movimientos de mujeres del país, ennegreciendo de un lado las
reivindicaciones feministas para hacerlas más representativas del conjunto de
las mujeres brasileras, y por el otro lado promoviendo la feminización de las
propuestas y reivindicaciones del movimiento negro.
El peso de la raza Ennegrecer al movimiento feminista brasilero ha significado,
concretamente, demarcar e instituir en la agenda del movimiento de mujeres el
peso que la cuestión racial tiene en la configuración, por ejemplo, de las
políticas demográficas ; de la caracterización de la violencia contra la mujer
introduciendo el concepto de violencia racial como un aspecto determinante de
las formas de violencia sufridas por la mitad de la población femenina del país
que es no blanca ; en la incorporación de las enfermedades étnicoraciales o de
las enfermedades de mayor incidencia sobre la población negra,
fundamentales para la formulación de políticas públicas en el área de salud ; o
introducir en la crítica a los mecanismos de selección en el mercado de trabajo, el criterio de la buena presencia como un mecanismo que mantiene las
desigualdades y los privilegios entre las mujeres blancas y las negras.
Se debe estudiar y actuar políticamente sobre los aspectos éticos y
eugenésicos que la investigación en el área de la biotecnología y, en particular,
la ingeniería genética pone hoy en el debate. Un ejemplo concreto lo tenemos
en la cuestión de Salud y Población. Si históricamente las prácticas genocidas
tales como la violencia policial, el exterminio de niños, la ausencia de políticas
sociales que garanticen el ejercicio de los derechos básicos de ciudadanía han
sido prioritarios en la acción política de los movimientos negros, los problemas
evidenciados hoy en Salud y Población nos sitúan frente a un cuadro más
alarmante aún en relación al riesgo de genocidio del pueblo negro en el Brasil.
En el nuevo contexto, a la reducción poblacional a través de la esterilización
masiva, a la progresión del SIDA y al uso de drogas entre nuestra población, se
le suman las amenazas de las nuevas biotecnologías, en particular de la
ingeniería genética, y sus posibilidades para que las prácticas eugenésicas se
constituyan en nuevos y alarmantes aspectos del genocidio, sobre los cuales el
conjunto del movimiento negro precisa actuar.
La importancia de estas cuestiones para las poblaciones consideradas
descartables como son los negros y el creciente interés de los organismos
internacionales en el control del crecimiento de estas poblaciones, ha llevado al
movimiento de mujeres negras a desarrollar una perspectiva internacionalista
de lucha. Esta visión internacionalista está promoviendo la diversificación de
las temáticas, se están desarrollando nuevos acuerdos y asociaciones y se
está ampliando la cooperación interétnica. Crece entre las mujeres negras la
conciencia de que los procesos de globalización determinados por el orden
neo-liberal que -entre otras cosas- agudiza la feminización de la pobreza,
vuelven necesaria la articulación y la intervención de la sociedad civil a nivel
mundial. Esta nueva conciencia nos ha llevado a desarrollar acciones
regionales en América Latina, en el Caribe y con las mujeres negras de los
países del primer mundo, para fortalecer nuestra participación en los foros
internacionales donde gobiernos y sociedad civil se enfrentan y definen la
inserción de los pueblos tercer mundistas en el tercer milenio.
Esta intervención internacional, en especial en las Conferencias mundiales
convocadas por las Naciones Unidas a partir de la década de los 90, nos ha
permitido ampliar el debate sobre la cuestión racial a nivel nacional e
internacional y sensibilizar a los movimientos, gobiernos y a las NN.UU. para la
inclusión de la perspectiva anti-racista y del respeto a la diversidad, en todos
sus temas.
Con esta perspectiva actuamos en la Conferencia de El Cairo sobre Población
en la cual las mujeres negras operaron a partir de la idea de que "en tiempos
de difusión del concepto de poblaciones superfluas, la libertad reproductiva es
esencial para las etnias discriminadas y para impedir políticas controladoras y
racistas". Así estuvimos en Viena en la Conferencia de Derechos Humanos de
la cual salió el compromiso-sugerido por el gobierno brasilero-de realizar una
Conferencia Mundial sobre Racismo y otra sobre Migración para antes del año
2000. Así trabajamos en el proceso de preparación de la Conferencia de Beijing, dentro de la cual realizamos en Mar del Plata un seminario con mujeres
negras de 16 países de América Latina y del Caribe, donde resultó un
documento consensuado pró-Beijing que fue incorporado también por mujeres
negras organizadas del primer mundo.
Estas Conferencias Mundiales se volvieron espacios importantes en el proceso
de reorganización del mundo luego de la caída del muro de Berlín y se
constituyen hoy en foros de recomendación de políticas públicas para el
mundo.
El Movimiento Feminista Internacional ha operado en estos foros con el lobby
más eficiente entre los segmentos discriminados del mundo. Esto explica los
avances de la Conferencia de Derechos Humanos en Viena en relación a la
cuestión de la mujer, los avances de la Conferencia de Cairo sobre Población y
de la Eco 92.
En los esfuerzos realizados por las mujeres hacia Beijing uno de los resultados
fue que Brasil, por primera vez en la historia de la diplomacia internacional,
obstruyó la reunión del G-77, grupo de los países en desarrollo del cual forma
parte, para discrepar con el retiro del término étnico-racial del artículo 32 de la
Declaración de Beijing, cuestión que era innegociable para las mujeres negras
del Brasil y de los países del Norte. La firmeza de la posición brasilera aseguró
que la redacción final del artículo 32 afirmase la necesidad de "intensificar los
esfuerzos para garantizar el disfrute en condiciones de igualdad, de todos los
derechos humanos y libertades fundamentales de todas las mujeres y niñas
que enfrentan múltiples barreras para su desarrollo y su avance debido a
factores como raza, edad, origen étnico, cultura, religión..." La lucha ahora es
asegurar que esta conquista se concrete en la vida real. El próximo paso es
monitorear la implementación de estos acuerdos por parte de nuestros
gobiernos.
El origen blanco y occidental del feminismo estableció su hegemonía en la
ecuación de las diferencias de género y ha determinado que las mujeres no
blancas y pobres, de todas partes del mundo, luchen por integrar en su ideario
las especificidades raciales, étnicas, culturales, religiosas y de clase social.
¿Qué lugar para el feminismo negro?
¿Hasta dónde las mujeres no blancas avanzarán en estas cuestiones? Las
alternativas de izquierda, de derecha o de centro se construyen a partir de
estos paradigmas instituidos por el feminismo que, según Léla Gonzalez,
padece de dos dificultades para las mujeres negras : por un lado el sesgo
eurocentrista del feminismo brasileño se constituye en un eje articulador más
de la democracia racial y del ideal de blanqueamiento al omitir la centralidad de
la cuestión de raza en las jerarquías de género y al universalizar los valores de
una cultura particular (la occidental) al conjunto de las mujeres, sin mediarlos
con los procesos de dominación, violencia y explotación que están en la base
de la interacción entre blancos y no-blancos. Por otro lado, también revela un
distanciamiento de la realidad vivida por la mujer negra al negar "toda una
historia de resistencias y de luchas, en las que esa mujer ha sido protagonista gracias a la dinámica de una memoria cultural ancestral (que nada tiene que
ver con el eurocentrismo de ese tipo de feminismo)" [3]. En ese contexto,
¿cuáles serían los nuevos contenidos que las mujeres negras podrían aportar
en la escena política más allá del "toque de color" en las propuestas de
género?
La feminista negra norteamericana, Patricia Collins, argumenta que el
pensamiento feminista negro sería (...) un conjunto de "experiencias e ideas
compartidas por mujeres afro-americanas que ofrece un ángulo particular de
visión del yo, de la comunidad y de la sociedad... que involucra interpretaciones
teóricas de la realidad de mujeres negras por aquellas que la viven..."
A partir de esta visión Collins elige algunos "temas fundamentales que
caracterizarían el punto de vista feminista negro". Entre ellas se destacan: 1. el
legado de una historia de lucha 2. la naturaleza interconectada de raza, género
y clase 3. el combate a los estereotipos o "imágenes de autoridad".
Acompañando al pensamiento de Patrícia Collins, Luíza Bairros usa como
paradigma la imagen de la empleada doméstica como elemento de análisis de
la condición de marginación de la mujer negra, y a partir de ella busca
encontrar especificidades capaces de rearticular los puntos colocados por
Patricia Collins concluyendo que "esa marginalidad peculiar es la que estimula
un punto de vista especial de la mujer negra (permitiendo) una visión distinta de
las contradicciones en las acciones e ideología del grupo dominante". "La gran
tarea es potenciarla afirmativamente, a través de la reflexión y de la acción
política".
El poeta negro Aimé Cesaire dice que "las dos maneras de perderse son: por
segregación siendo encuadrado en la particularidad, o por dilución en el
universal". La utopía que hoy perseguimos consiste en buscar un atajo entre
una negritud reductora de la dimensión humana y la universalidad occidental
hegemónica que anula a la diversidad. Ser negro sin ser solamente negro, ser
mujer sin ser solamente mujer, ser mujer negra sin ser solamente mujer negra.
Lograr la igualdad de derechos es convertirse en un ser humano pleno y lleno
de posibilidades y oportunidades más allá de su condición de raza y de género.
Ese es el sentido final de esta lucha.
Notas
[1]
Angela Gilliam en "Anais do Seminário Internacional "Multiculturalismo e
Racismo: O papel da açaô afirmativa nos Estados Democráticos
Contemporáneos" pg. 54, Ministério da Justicia, Secretaria Nacional de a
Direitos Humanos. Brasília, julio de 1996.
[2] Adriana Piscitelli, ibdem , pg. 10/11
[3] Lélia Gonzalez citada por Bairros, Luiza "Lembrando Lélia Gonzalez" en "O
livro da Saúde das Mulheres Negras". Organizadoras : Jurema Werneck, Maísa
Mendonóa y Evelyn C.White. Editora Pallas/Criola, pg 57. Rio de Janeiro. Año
2000
Racismo, Sexismo E Desigualdade No Brasil.
Mulher negra, en coautoría con Thereza Santos (1985).