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martes, 7 de marzo de 2017

María Angélica Luna Parra y Trejo Lerdo experta en políticas públicas y planeamiento del desarrollo


María Angélica Luna Parra y Trejo Lerdo (14 de febrero de 1943, Ciudad de México- 29 de noviembre de 2017 ) experta en políticas públicas y planeamiento del desarrollo . Entre las batallas que ha librado se cuenta haber disminuido la violencia urbana con un programa integral de creación de espacios públicos y regeneración de la cohesión social, cuando se desempeñó como delegada política en la delegación Álvaro Obregón.
 Como legisladora y promotora social, impulsó leyes para atender y prevenir la violencia intrafamiliar, los derechos de las mujeres, para combatir la dis criminación y defender a las personas con discapacidad y a las y los adultos mayores. 
Ocupó el cargo de de directora del Centro de Estudios sobre Desarrollo, Mar ginación y Pobreza del Estado de México, y ha sido coordinadora y expositora en seminarios sobre política de género, derechos humanos, incorporación de grupos vulnerables, liderazgo y vinculación con la sociedad. 

Entre otras actividades que desarrolla ahora, es miembro fundador y presi denta de México Ciudad Humana, A.C., y directora de Desarrollo y Transpa rencia, S.C. Cultiva el arte de ser compañera de sus amigas, porque le ayudan a vivir mejor. 

Sus principales causas son analizar críticamente la realidad, soñar utopías y rebelarse contra la injusticia. Son sorprendentes las luchas que ha asumido, como la vocación de libertad y la reacción moral contra la intolerancia. 
 
 Traemos parte de un texto por ella escrito : 

La lucha por la equidad de género y en contra de la discriminación 


... Las mujeres de todo el mundo han tenido que aprender a luchar para lograr algunos cambios y para evitar las nuevas amenazas: ¿quiénes se oponen a esas luchas?, ¿dónde están?, ¿quiénes han construido esos muros infranqueables, esos techos de cristal? y ¿quiénes intentan regresar a las personas oprimidas a los calabozos y a las mujeres a la sumisión, a la abnegación y a la prudencia de las virtudes de castidad y obediencia que exigen las buenas conciencias? Son las mismas fuerzas que durante siglos construyeron la cultura de “la moral” impuesta por los hombres poderosos y de las costumbres y reglas de una sociedad basada en una forma de dominio y poder patriarcal. 

 Ese poder reforzó creencias, mitos, costumbres, que se definieron en las religiones afirmando que la creación de los seres humanos venía únicamente de Dios padre y de los hombres, y los papeles de la mujer sólo se debían limitar a la crianza, desde la concepción hasta la muerte, esto implica el cuidado de niños y niñas, de las personas enfermas, de las personas adultas mayores, lo cual ha hecho que las mujeres a través de los siglos cuiden los bienes del hogar pero no los posean, sin descansar nunca, sin poder pensar en sí mismas o por sí mismas. Para eso hay que mantener a las mujeres siempre sumisas y evitar su derecho a ser y a pensar, porque éste saldría muy caro a los sistemas establecidos: ¿quién pagaría esas horas de trabajo?, ¿a qué botín se le quitarían esos costos que hoy absorben las mujeres? 

Además, todas esas obligaciones, virtudes y limitaciones se plasmaron en leyes y códigos que dejaban a las mujeres al marguen de las decisiones, de poder acceder al conocimiento, al trabajo remunerado, a la posibilidad de “administrar sus bienes y los bienes familiares”, ya que el patrimonio se refería a la capacidad del padre de administrar los bienes personales y familiares, en tanto que la patria potestad remitía a la capacidad del padre de decidir por todos en el hogar, a penalizar a la mujer por el aborto y a no considerar como delitos graves la violación, la violencia familiar: éstos ni siquiera podían ser causales de divorcio.

 Por todo este entramado cultural, legal, político y social ha sido tan difícil avanzar en la equidad de género. El camino ha sido largo y tortuoso. En cada país las mujeres tuvieron que diseñar su estrategia, aprovechar las oportunidades, influir en la vida pública, en los cambios que afectan o benefician a todas las personas pero también en los que las afectan o benefician en lo particular, por eso nos dimos cuenta con gran desilusión de que participar en la Revolución y en las luchas libertarias para conquistar la democracia electoral en México no era lo mismo que conquistar el voto de las mujeres y mucho menos su acceso a puestos de elección popular, que conquistar la seguridad social no era lo mismo para los hombres trabajadores, quienes sí podían registrar a sus esposas o concubinas, que para las mujeres, quienes no podían registrar a sus esposos y menos a sus parejas, que mientras se lograba el acceso de las mujeres al trabajo no se lograba el derecho a un salario igual, y menos el acceso a puestos de decisión

Parecía que la lucha por los derechos humanos en general tampoco era suficiente, porque al parecer la violencia hacia las mujeres era justificable y nadie tenía que preocuparse ni ocuparse de ella.

 Por ello fue necesario establecer luchas paralelas por la justicia, por la no discriminación, por la transparencia, por la paz del mundo, pero al mismo tiempo concentrarnos en la equidad para las mujeres, en la igualdad de oportunidades, en la lucha contra la violencia de género, hasta penalizar con mayor rigor a los violadores y establecer esos delitos en el código penal...

...No podemos ignorar que hay grupos, instituciones y personas que no admiten lo que ellos llaman la “emancipación” de las mujeres. En las últimos años la Iglesia católica y personas reaccionarias de todos los partidos han impulsado reformas constitucionales en 18 estados para definir el derecho a la vida desde la concepción, lo cual implica –y ya está sucediendo en varios estados– penalizar implacablemente a la mujer en casos de aborto e incluso al tomar anticonceptivos como la píldora del día siguiente.  En fechas recientes presenciamos el triunfo de tres ministros de la Suprema Corte de Justicia con vista retardataria sobre siete ministros que expresaron con claridad los efectos que esas decisiones tendrían en la penalización de la pobreza. Se están presentando tendencias dramáticas de aumento de crímenes de odio, como los feminicidios, que según la concepción de algunos “juristas” no existían porque no estaba tipificado ese delito en el Código Penal.
Por eso es tan importante que estamos alertas para fortalecer esa masa crítica, ese cuerpo social cada vez más integrado por personas formadas e informadas, capaces de ser impulsoras de cambios y de defender sus logros pero sobre todo de no aceptar retrocesos. 

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