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miércoles, 18 de octubre de 2017

Aprendiendo de la vida de mi madre María Beatriz Couto



Mi madre duerme... Duerme un silencio tranquilo de pastillas; duerme un silencio de toda la vida.
Duerme el haber estudiado y duerme su cuadro de honor.
Duerme sus trabajos y sus estudios de piano.
Duerme el cuidado de su madre y duerme el cuidado de su hijo y de su hija.
Duerme el encierro, duerme el servicio de su esposo, duerme el servicio a mi padre.
Mi madre el haber cuidado de mi hijo y mi hija mientras yo trabajaba.
Mi madre duerme el no tener que "ocuparse de".
Duerme su amado magisterio y sus alumnos y alumnas.
Mi madre duerme el sueño de su sueño...
Mi madre es quien dio su vida a todos y todas las que cupiere ser cuidados y cuidadas con el rigor.
Mi madre postergó sus sueños que hoy duermo con pastillas y doctores.
Mi madre fue rigurosa guardiana de los valores que le inculcaron callarse y callarnos.
Mi madre trabajó duro.
Muy duro trabajó mi madre.
Hoy duerme no saber quién era esa mujer amante del Arte y libre ganando su dinero.
Mi madre dio su vida por este sistema y hoy no sabe para qué.
Para que yo no deje que eso pase nunca más con ninguna mujer, amada madre.
María Beatriz Couto, madre amada mía




María Beatriz Couto  nació el 26 de febrero de 1935.
Hija de Concepción Biscione e Ignacio José Couto; la seguna de cuatro hermanas mujeres. Estudió su escuela promaria y su escuela secundaria en el barrio de Villa Lugano, ciudad de Buenos Aires; y en su quinto año del comercial fue galardonada con el cuadro de honor por sus calificaciones.
Al recibirse comenzó a trabajar en contaduría dentro de la fábrica Piazza Hnos.; y recuerdo que siempre contaba que votó en la primera votación femenina de la historia argentina y además fue presidenta de mesa.
Se compró un piano; tomó clases de piano por años. Gustaba de la ópera y de la música clásica, sacaba abonos en los teatros y concurría a las audiciones radiales con orquestas en vivo.
Conoció a mi padres, se casó.
Siguió trabajando ahora en Jabón Federal, accedió a un crédito por vivienda y vino a vivir a la provincia.
Tuvo a mi hermano y a mí, vinieron tiempos de desempleo y violencia.
Comenzó a coser en su máquina de casa para una textil; casi ni le pagaban.
Mi padre no quería que saliera de casa mucho tiempo pues necesitaba que lo atendieran, tampoco gustaba del teatro o de las salidas, por lo que ella se fue quedando aislada.
Cada vez más y más amarga la vida y las relaciones familiares para ella y para mi que debíamos servir a mi padre y a mi hermano.
Decidió a sus 40 años comenzar el Magisterio porque necesitaba trabajar; así que fue maestra de primaria hasta que se jubiló.
Fue maestra de adultas y adultos también; yo reemplazaba sus labores en la casa mientras tanto y ella al llegar, la comida y atenciones a su marido y a mi hermano. Esos cuidados eran como los que se le hacen a un niño... 
Y finalmente los cuidados a su madre, viajar hasta la capital los fines de semana para cuidarla y a su vez dejar todo preparado para mi padre y soportar a su regreso las recriminaciones por la ausencia.
Atender a mi hermano cuando venía a la casa familiar.
También ha cuidado de mi hijo e hija cuando yo salía a trabajar.
Murió su madre a los 99 años y comenzó una espiral de senilidad que no le permitieron poder disfrutar de nada de lo que podría disfrutar si no la hubieran adoctrinado al servicio sacrificado.
Murió mi padre y su hijo la abandonó para nunca más visitarla siquiera.
Demencia senil severa es su diagnóstico; irreversible y progresiva.
La cuidamos con mi hijo y mi hija.
Susana Mora Couto

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