Amparo Moreno Sardá es Catedrática, emérita, de Historia de la Comunicación del Departamento de Periodismo y Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona y directora del Laboratorio de Periodismo y Comunicación para la Ciudadanía Plural. La crítica al androcentrismo del pensamiento académico y del periodismo la ha conducido a utilizar los recursos digitales para construir explicaciones no-androcéntricas, plurales, posicionadas, distribuidas territorialmente, en red, y de forma cooperativa.
Cuando afirma que la crisis de la democracia es la crisis del Periodismo, ¿no le atribuye demasiada responsabilidad al Periodismo?
Yo creo que le atribuyo la responsabilidad que tiene. Las explicaciones sobre el pasado y el presente son fundamentales para que las ciudadanas y ciudadanos podamos intervenir en una sociedad democrática, y también para que los representantes políticos puedan identificar los problemas y plantearse qué políticas públicas establecer para solucionar esos problemas.
En un escenario de democracia ideal, ¿qué rol tendrían que tener los medios de comunicación?
Han de ser un espacio donde la gente pueda identificar lo que está viviendo, sus condiciones de vida y necesidades, incluso sus expectativas, y que a partir de allí se pueda establecer un debate. Ahora, esto que no tendría por qué ser tan ideal se ve que está bastante lejos.
AMPARO MORENO SARDÁ: Androcentrismo es un sistema que está relacionado y se deriva de la práctica de formas de dominio de unos pueblos sobre otros
Traemos una entrevista que le hizo la revista "Con laa" que nos ayuda a entender donde estamos y pensar como cambiar la situación de inequidad del mundo desde lo más profundo de las reglas que todas las personas tenemos interiorizadas :
Señora Moreno, ¿podría definir qué es el androcentrismo y en qué se diferencia del patriarcado?
Yo prefiero siempre hablar de androcentrismo, no de patriarcado. Androcentrismo es un sistema que está relacionado y se deriva de la práctica de formas de dominio de unos pueblos sobre otros. Los pueblos que ejercen el dominio sobre otros pueblos necesitan jerarquizarse interiormente para poder poner en práctica esa misma formulación en todas las relaciones. Por tanto, el androcentrismo legitima ese sistema de jerarquización que articula sexismo, edad, etnocentrismo y clasismo.
¿Y “el arquetipo viril”, ese concepto, articulado por usted, que vertebra buena parte de sus investigaciones?
El arquetipo viril sería el modelo construido para fabricar varones adultos de clases y pueblos dominantes. Inicialmente, su primera práctica es ejercer como guerreros que dominan el mundo, que dominan otros pueblos. Se han de convertir en guerreros con capacidad para matar a otras personas y para saquear otros pueblos, con el fin de llevar todo lo que acumulan a sus lugares de origen, cosas que disfrutan después con las mujeres y los hijos de su propio pueblo. Así, el arquetipo viril es el modelo que está vinculado al acceso de los varones, de los pueblos dominantes, al ejército. Cuando esas sociedades se hacen más complejas, se da una división más especializada del trabajo y, además de la guerra, esos varones gestionarán la política, el comercio y otras formas de dominio, como el propio pensamiento académico. Este es un arquetipo históricamente definido para fabricar varones. Es lo que hasta hace unos años se inculcaba a los chicos cuando se les decía: “Irás a la mili y te harás un hombre”. Eso quiere decir que antes no lo era, no al menos con ciertas características, y que la instrucción militar va a servir para convertirlo en lo que debe ser. Cuando para acceder al gobierno, además de instrucción militar, se necesita instrucción alfabética, académica, incluso dominio económico, ese modelo se va adaptando al nuevo tipo de necesidades y, precisamente por ser un modelo, puede asumirlo cualquier mujer o cualquier hombre de todo color de piel, raza o procedencia. Basta que haya seguido ese sistema de instrucción propio de la escena pública y de la posibilidad de vivir con recursos en las sociedades de los pueblos dominantes, es decir, de los que vivimos del saqueo de la riqueza de otros pueblos.
¿Considera que los medios de comunicación refuerzan, transmiten y perpetúan el arquetipo viril? ¿Cómo?
Los medios de comunicación son construcciones que hacen representaciones simbólicas de la realidad, como las ha hecho la Iglesia, o como las hacen las explicaciones de las Humanidades y las Ciencias Sociales. Son sistemas de construir explicaciones sobre el mundo que se realizan enfocando y tratando a las personas de determinadas maneras. Este modelo del que estamos hablando no es permanente, no es inamovible, no es estático, sino que se va modificando y adaptando porque la lógica de la dominación y la necesidad de expansionarse de los pueblos dominantes está obligando, sistemáticamente, a que el pueblo que practica el dominio tenga que transformarse, porque si no lo hiciera perdería su capacidad de ser hegemónico. De entrada, para ampliar un dominio territorial hay que aumentar también la cantidad de personas y el consenso entre gente que tiene diferentes condiciones. Los medios de comunicación de masas obedecen a una cultura de masas y a una democracia de masas. Esto quiere decir que, allí donde antes el poder solo era gestionado por minorías, a lo largo del siglo XX, en las sociedades occidentales, se fueron incorporando mayorías antes excluidas. Los medios, además de jugar con el modelo puramente androcéntrico, dirigido a los varones, también construyen modelos dirigidos a mujeres y hombres de distintas edades y condiciones. Se trata de modelos que tienen que ver con esos procesos de movilidad, de ascenso a espacios privilegiados de gente, por ejemplo que emigra del campo a las ciudades, que pasa de unas clases sin recursos a unas clases medias o acomodadas, y de dentro de casa a fuera de casa. Se dan una serie de procesos de movilidad y los modelos de comportamiento más plurales, más diversos, también están en los medios de comunicación, apelando no solamente a la racionalidad sino también a los sentimientos. Analizar los medios de comunicación, obliga a replantearse un modelo tan restrictivo como es el del pensamiento androcéntrico.
¿Existe un arquetipo femenino? Y de ser así, ¿cómo y a través de qué mecanismos se perpetúa?
Existe un arquetipo femenino, o mejor, unos arquetipos femeninos, que yo he estudiado poco y que me gustaría estudiar mejor. Pero sabemos que entre las mujeres hay una clasificación fundamental entre las consideradas “la legítima” y “la otra”. En esta clasificación, “la legítima” es la mujer vinculada a la gestión de la propiedad, a los intereses de las familias que tienen propiedades, y está representada en nuestra cultura por el arquetipo de mujer madre que, además, en su máxima representación, es una virgen. Evidentemente, hay un arquetipo de madre-virgen que no es un modelo simplemente de supeditación sino que, desde mi punto de vista, asume el modelo expansivo y la responsabilidad de educar a los hijos y a las hijas para que perpetúen el sistema de dominio de otros y de acumulación de riqueza; que controla las relaciones matrimoniales para, a su vez, controlar este sistema; y que se dota de unas características propias, como puede ser esa idea de virginidad a pesar de ser madre, que es una cosa tremenda. Ese modelo se construye presentando negativamente a aquellas mujeres que no aceptan dichos parámetros pero que, sobre todo, no disponen de recursos económicos. Esas serían “la otra” y por eso en nuestra cultura también hay una tradición que diferencia los hijos legítimos, es decir, concebidos de acuerdo con la ley, y los que se definen como hijos naturales, que son los hijos de “la otra”, los excluidos de la herencia del patrimonio (aunque por ley haya cambiado esta situación, culturalmente prevalece). Yo creo que estos modelos de mujer también son reproducidos en los medios de comunicación de masas. Pienso que son modelos en los que las mujeres de las clases dominantes han tenido interés en participar y que han defendido y perpetuado. En este tema, el feminismo ha de hacer una revisión porque a veces habla de un solo modelo de mujer y con unos tintes victimistas muy encubridores.
A su juicio, ¿las políticas de igualdad son de utilidad para transformar las relaciones de hombres y mujeres en los espacios en los que se desarrolla la vida de las personas? Me refiero a las esferas doméstica, privada y pública.
Hace falta que revisemos, sobre todo, nuestros proyectos etnocéntricos y clasistas
Es evidente que poner sobre la mesa la necesidad de que haya, más que igualdad yo diría equidad, en las relaciones sociales, puede transformar la realidad social, pero a veces las definiciones de hasta dónde llegan los iguales o las iguales tienen unos límites. Aunque eso no se confiesa, esos límites hacen que ciertos avances acaben beneficiando solo a unos pocos grupos y estas son las limitaciones y las contradicciones en las que podemos caer. Las políticas de igualdad pueden ayudar, siempre que no acabemos convirtiendo esas propuestas de igualdad de derechos y equidad en algo restrictivo que afecte apenas a unas clases, unas castas o unos grupos, que son los que se acaban beneficiando de ello siempre en detrimento del “otro”. Por tanto, para que realmente haya una sociedad igualitaria -aunque es una palabra que no me gusta nada porque lo más igualitario que existe es un ejercito uniformado y por tanto no hay que hablar de igualdad, sino de equidad, de justicia social- para eso, insisto, hace falta que revisemos, sobre todo, nuestros proyectos etnocéntricos y clasistas, y de ahí se derivará que no haya necesidad de estas jerarquizaciones internas. Centrarnos solo en el tema de la mujer me parece una falacia de un feminismo de clases medias ilustradas, que se benefician de la situación actual pero que no conducen a un cambio real, y que se pueden reducir a un feminismo muy conservador.
¿Cómo considera que se debería intervenir sobre la ciudadanía para que la sociedad sea más equitativa?
Hasta aquí hemos hablado de los diferentes modelos que están en juego. Luego, resulta que, como personas que ejercemos nuestro papel como ciudadanas y ciudadanos, también tenemos nuestras contradicciones, aspiraciones, intereses, medios… Desde esa vertiente de que somos ciudadanas y ciudadanos diversos, plurales, de diferentes procedencias, de diferentes clases sociales, de diferentes condiciones, necesidades y capacidades, yo creo que es absolutamente imprescindible abrir las posibilidades de la participación para el control democrático de los sistemas de poder actuales. Desde el Laboratorio, que ahora llamamos de Periodismo y Comunicación para la Ciudadanía Plural, estamos trabajando en cómo desarrollar herramientas para que podamos participar en nuestro control democrático y saquemos a flote lo mejor de cada persona, no solamente lo que hemos aprendido, en cuanto a parámetros para dominar al otro, sino también los parámetros para entendernos, para convivir y para poner en práctica formas de equidad, de justicia social y relaciones de entendimiento.
Por último, como catedrática de periodismo, ¿qué considera que habría que cambiar en la Comunicación en general, y en los Medios de Comunicación en particular, para que la percepción de hombres y mujeres sea más ecuánime, equilibrada y justa?
Por lo que he estado haciendo y por como veo que van las cosas, lo primero que habría que cambiar es el paradigma androcéntrico que está conduciendo en este momento a unas formas de comunicación y de conocimiento verticales, restrictivas, jerarquizadas, excluyentes y que se reproducen en algunas actividades de género porque, a veces, desde el género no se ponen en cuestión todos estos prejuicios. Por tanto, creo que es imprescindible sustituir el paradigma vertical, restrictivo y excluyente, y sustituirlo por uno horizontal que nos permita pensar la pluralidad desde distintas posiciones, y tener formas de comunicación cooperativas, distribuidas territorialmente. Todo eso es posible y es, precisamente, lo que nos proponen las actuales tecnologías. Las tecnologías de la información y de la comunicación nos están proponiendo cambiar ese paradigma, el problema es que las entidades puramente androcéntricas, como pueden ser el mundo académico y el de los medios de comunicación de masas, especialmente el periodismo considerado más serio, persisten en un esquema que tiene más que ver con el siglo XIX o con la primera mitad del XX que con el XXI. En eso estamos trabajando, de hecho estamos desarrollando y aplicando herramientas en Internet para cambiar ese paradigma.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
MORENO SARDÁ, Amparo: De qué hablamos cuando hablamos del hombre. Treinta años de crítica y alternativas al pensamiento androcéntrico. Icaria, 2007.
MORENO SARDÁ, Amparo: La mirada informativa. Bosch, 1998
MORENO SARDÁ, Amparo: Pensar la historia a ras de piel. Ediciones de la Tempestad, 1991
MORENO SARDÁ, Amparo: La otra “Política” de Aristóteles. Cultura de masas y divulgación del Arquetipo Viril. Icaria, 1988
MORENO SARDÁ, Amparo: El Arquetipo Viril protagonista de la historia. LaSal, Edicions de les Dones, 1986
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