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miércoles, 3 de enero de 2018

María Zárraga fotógrafa

María Zárraga nació en 1963 en Valencia, donde actualmente vive y trabaja. Entre 1985 y 1990 cursó estudios de Bellas Artes, en la especialidad de Pintura, en su ciudad natal. Empezó a exponer en 1989, y desde entonces ha presentado públicamente su obra en numerosas ocasiones, utilizando diversas técnicas y soportes: piezas textiles, dibujo, cerámica, o escultura, aunque últimamente se expresa sobre todo a través de la fotografía. 


 En 1994, obtuvo el Primer Premio en la V Bienal de Pintura de Mislata, Valencia. Entre 1996 y 1998 disfrutó de una Beca en la "Casa de Velázquez", de Madrid. De octubre de 1999 a agosto de 2000 ha residido en Nueva York, realizando un proyecto en el International Studio Program, gracias a una Beca concedida por la Fundación Marcelino Botín, de Santander. En estos momentos trabaja en la realización de una pieza centrada en la transparencia y la luz, que será presentada como "Project Room" en la próxima edición de ARCO por la Galería Salvador Díaz.


  Marí­a Zárraga from mav on Vimeo

Durante los últimos años el inicial punto de partida  de sus inquietudes creativas se ha desplazado hacia la técnica fotográfica montada sobre caja de luz o impresa sobre vidrio galvanizado y la instalación videográfica, moviéndose desde unos parámetros pictóricos y escultóricos que han ido derivando hacia unos trabajos reflexivos con la imagen como principal elemento comunicativo, una evolución presupuestaria que se desplaza en el medio elegido hacia una narrativa documental muy sugerente.

El motor creativo de María Zarraga se apoya en la propia mirada de la artista, en un saber observar lo circundante, el mundo que nos rodea, mirar en primer lugar y después devolvernos esas miradas en dosis objetuales que se mueven entre la fotografía y la escultura, dosis que problematizan acerca de cuestiones sociales, dosis que cuestionan el mundo desde la mirada de la autora.

Con un uso casi agresivo del objetivo de la cámara en cuanto al uso del color y unas sugerencias en cuanto al retrato de los personajes que conforman la obra, Maria Zarraga nos entrega una modulación de la realidad laboral más cotidiana, un ejercicio de voyeurismo en el que el ojo del artista a través de la cámara  transforma lo vulgar y diario en algo más interesante, una dotación de energía y fuerza a actos vulgares y normales.

La temática de la actividad laboral es el medio escogido para desarrollar un discurso quizás cercano  a algunas fases productivas del trabajo del artista Alfredo Jaar  en cuanto a temática y formato con la diferencia que mientras por un lado Jaar centraba sus ejercicios en  las clases más desprotegidas de la sociedad Zarraga retrata a gente de una clase social menos precaria.



María Zárraga  sugiere personajes que están colocados en el limite de la fotografía, se muestran a medias, se entreven, puede que como metáfora de sus propias vidas, unas vidas que se entreven, medio fuera medio dentro, sin tener muy claro donde se encuentran, vidas que fluctúan en esas aguas intermedias, en esa tierra de nadie. Maria nos seduce gracias a su capacidad para desarrollar un lenguaje de insinuación en vez de la posibilidad de mostrar lo obvio, unas sugerencias que se conjugan con una estructuración de la escenificación de esos lugares, inquietantes escenas de los interiores de las fabricas y tiendas donde se lleva a cabo una tarea repetitiva, desoladora y triste, una insoportable condición humana de condena vital.

El trabajo de María Zarraga obedece a un análisis descarnado de la cotidianeidad, en la que nos informa con sus imágenes de una clara incertidumbre de las posibilidades futuribles,  una nueva definición de la figura del fisgón, donde la incandescencia de la mirada del voyeur se transforma aquí en una objetividad distanciada que permite al espectador asisitir a esas actividades como si su posición fuera la de un ser anónimo que tiene la seguridad de que nadie lo ve mirar.

Un voyeur que asiste a su vez a un espectáculo un tanto frio y  distante, donde las imágenes ejercen de narraciones escenográficas lo bastante fuertes como para conmovernos, para  mostrarnos pequeñas obras teatrales donde se nos muestra el desasosiego que puede llegar a producir la propia existencia, la vida misma.






ESCENOGRAFIASS
por José Jiménez


La mirada del artista se apropia del mundo exterior, de lo que nos rodea, y lo devuelve transformado en la obra. Es un juego sutil: saber mirar, primero, y luego saber proyectar desde el espejo interior de la fantasía hasta plasmar una imagen que brota del mundo y, sin embargo, lo problematiza, lo pone en cuestión. Ese proceso de transposiciones caracteriza el talante creativo de María Zárraga, como ella misma indica: "Me gusta observar lo que me rodea, me gusta hablar sobre lo que veo, y esto que veo y que es real me gusta reconvertirlo, reinventarlo".



Se trata de elaborar una especie de escenografía, de ámbito de la visión, del que ésta sale renovada. María Zárraga buscó muy pronto la expansión de la forma visual más allá de la pintura. En la primera mitad de los noventa, emplea materiales textiles, como el algodón o el lino, para inscribir en ellos formas y siluetas, utilizando hilo, alambre, clavos o cerámica. De forma inmediata, la tela, con su carácter moldeable, con sus pliegues, con su diversidad de color, le sirvió como soporte de un tipo de escultura blanda y flexible.



Justamente en ese momento, entre 1993 y 1994, comienza a utilizar la fotografía como medio expresivo. La cámara le permite desdibujar "el límite no precisado entre realidad e irrealidad", utilizando la capacidad perversa de apropiarse de la realidad y transformarla que la fotografía conlleva: "Yo me apoyo en esta capacidad perversa que permite además prolongar el interrogante que existe entre lo real y lo ficticio, agrandar o empequeñecer la frontera en esta dualidad, es decir, que la duda permanezca latente".



Aunque desde entonces, la fotografía se va poco a poco convirtiendo en su principal vía de expresión, María Zárraga no se limita a ella, pues como hace notar la considera "una herramienta más". Pero es cierto, no obstante, que la potencia de fabulación, ese poder para convertir lo real en ficción y para modular ficciones como si fueran algo real, tan característico del medio fotográfico, parece expandirse en todas sus piezas, también en las no fotográficas.



La escultura de pequeño formato recrea una ficción, o contaminación, de las figurillas de las Cícladas, con todo su poder de evocación ancestral gravitando sobre nuestro sueño de la imagen. El pelo, el cabello, recubre el cuerpo femenino o una silla, en una excrecencia a la vez inverosímil y espectral, en una especie de envoltura fetichista de nuestros ensueños y obsesiones latentes. El pelo suelto y envolvente. Su eco no sólo en la imagen, también en el poema de María Zárraga sobre una mujer "que un día se miró al espejo/ y descubrió que tenía cuatrocientos años". Y que culmina así, en sus versos finales: "Decidió, pues, actuar. Desplegar sus cabellos,/ y esperar sentada".



Sus trabajos fotográficos destacan por su capacidad para sugerir situaciones y crear ambientes. Personajes que caen, flotantes en el vacío, en patios de vecindad, figuras emboscadas en misteriosas masas de intenso color rojo, formas indescifrables abiertas a la anamorfosis, extrañas escenas de interiores con figuras humanas entrevistas, más o menos fragmentarias. El fotomontaje, el uso casi violento del color, la superposición, se convierten en procedimientos técnicos para desvelar un intramundo soñado o imaginado que se funde con nuestra percepción cotidiana de las cosas.



María Zárraga indica que su obra intenta dar respuesta "al desafío del espacio". Pero ese espacio, en el que deambulan sus personajes, es a la vez un espacio exterior e interior, gracias al poder de síntesis de la fotografía: "Estas imágenes, espacios oscuros, densos, construidos, y los personajes que los transitan son una representación de la mente, la visualización de una posible estructura mental".



En el trasfondo está el psicoanálisis, el gusto por los juegos visuales y narrativos que plantean enigmas y demandan una interpretación, en la línea abierta por Freud con sus teorías sobre la interpretación de los sueños. "Mi trabajo", observa María Zárraga, "sería, desde un planteamiento psiconalítico, la materialización en imágenes de procesos mentales". Juegos protagonizados por hombres y mujeres, en los que la dimensión erótica y la comunicación anclada en los fantasmas convierte a la pareja en una imagen redundante de la soledad. Pero en ese deslizamiento por los espejos cóncavos del deseo, la mirada de María Zárraga, como ella misma señala, "es tranquila". Implicada, pero distante: "Yo adopto la posición 'voyeurista' del fotógrafo".



En último término, todo desemboca en la ficción, gracias a la cual recuperamos el tiempo que fluye inaprehensible: "Recurrimos a la ficción. Es una cuestión de tiempo. Nos permite recuperar un tiempo perdido o no vivido". La ficción, también la que procura la imagen fotográfica con su magia, como vía de enriquecimiento de la realidad: "La ficción es una metáfora de la realidad. El cuento, el relato, las fábulas recrean el mundo. Y esto mismo vale para la ficción cinematográfica, el teatro y todas las formas artísticas".



Es en ese plano, en lo que podríamos llamar la responsabilidad de la ficción, donde se sitúa el eje de gravedad de la tarea del artista. Para María Zárraga, el artista tiene la llave para abrir la puerta que lleva a lo desconocido: "La experiencia artística es un instrumento de poder en nuestras manos. Es la llave que permite adentrarnos en una dimensión desconocida y la función del artista es abrir la puerta. El artista tiene la llave". Pero ese ir a lo desconocido no debe ser entendido en ningún caso como escape o huida. Al contrario, se trata de intentar mantener la vinculación social del arte, de buscar a la vez su autonomía y su capacidad de descubrimiento, de "dar una visión que es diferente de la que dan los demás medios".



Las últimas piezas de María Zárraga, el trabajo que ha ido desarrollando durante casi un año en Nueva York, muestran un proceso de despojamiento. Los personajes desaparecen y ahora el centro de atención es el espacio mismo en su desnudez. La transparencia se convierte en motivo central y la luz, directa o tamizada, desempeña el papel que en las obras anteriores correspondía a las figuras.



La escenografía gira sobre sí misma, sin necesidad de ofrecerse a los personajes que desarrollan la trama. Pero entonces, en ese seno dramático abierto, en ese "espacio vacío", la fórmula que Peter Brook emplea para llamar al teatro y que María Zárraga utiliza como referente, al no haber personajes explícitos, todos nos convertimos en posibles actores del drama. El espectador se introduce en la obra, se interpone entre la transparencia y la luz, contrasta su cuerpo y sus sueños con la escenografía sin límite que le lleva más allá de la experiencia cotidiana. Hacia una dimensión desconocida.




http://www.cadadiaunfotografo.com/2015/12/maria-zarraga.html
http://tienda.lafabrica.com/es/catalogo-de-la-fabrica/3275-the-a-z-of-spanish-photographers.html?search_query=Diccionario+&results=7
http://static1.squarespace.com/static/53cbe41ee4b09faa58cd2c0e/t/56be335f5559865c0d9dfaee/1455305573149/Art%C3%ADculo+revista+en+pdf+para+subir+a+web.pdf
http://www.mariazarraga.com/
http://www.artszin.net/vol1/zarraga.html
http://www.elmundo.es/cultura/arteXXI/zarraga/criticazarraga.html
https://es.pinterest.com/mujeresyarte/maria-zarraga/
http://www.elcultural.com/revista/arte/En-el-trabajo-con-Maria-Zarraga/3961

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HH

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