A dos años de la partida de Ana Amado (1946-2016) queremos conocer más y mejor los aportes de esta mujer que unió a los múltiples conocimientos de su vida el de varios países de América Latina
Ana Amado, intelectual del cine y la política
Sus ensayos son de referencia en los estudios de género. Fue una gran animadora de la vida universitaria.
Mauro Libertella
Hay personas que contienen, ellas mismas, toda una época. Funcionan como un radar, como un canal de energías colectivas: capturan lo que está en el aire y lo retransmiten. Ana Amado fue una de esas personas, una intelectual influyente y comprometida con sus objetos de estudio. Su pasión por el cine, los años de militancia, el feminismo, la relación de toda una vida con el ensayista Nicolás Casullo, la docencia, la escritura. Una figura clave en toda su parábola, desde los años setenta con su militancia y el posterior exilio, hasta el presente. Murió ayer en Buenos Aires, acompañada por su familia y sus amigos, sin estridencias.
Santiagueña de origen (nació en 1946), guardó de su terruño un acento singular que nunca quiso maquillar y una proverbial impuntualidad. Se mudó a Buenos Aires a los 27 años, dice que a raíz de una tragedia familiar, y encontró en la Capital mucho de aquello que estaba buscando: una red abierta de librerías, cines de barrio, discusiones políticas, bailes y noches largas. Le interesaba el periodismo y ya en Santiago daba las noticias en la televisión local. En Buenos Aires lo hizo por un tiempo más, en Canal 7. Hay una foto de 1972 en la que conduce, junto a César Mascetti, el incipiente noticiero de Telenoche. “Por un lado, militaba en Montoneros y, por otro, era la chica bonita de las noticias detrás del escritorio”, escribió alguna vez su hija Liza .
A Nicolás Casullo lo conoció en 1974. Se casaron a los pocos meses y una semana antes de irse al exilio. Se instalaron en México, donde nació su hija Mariana y luego Liza. Dieron cursos, trabajaron en la UNAM, escribieron, armaron una familia; hicieron, como pudieron, que ese país fuera por un rato su país y se diría que lo consiguieron. Volvieron en 1983, en la primera camada de los llamados “argenmex” que celebraba el regreso a la democracia. En México, Amado había terminado de precisar el campo de su interés: el cruce entre cine y relaciones políticas. Su casa del barrio de Almagro se convirtió en un espacio de puertas abiertas para volver a pensar los temas republicanos. En los noventa su actividad académica se terminó de consolidar. Fue titular de la Cátedra de Análisis de Películas y Crítica Cinematográfica en la Carrera de Artes, donde también fue Directora de la Carrera durante dos períodos. Y fue, sobre todo, una de las fundadoras del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA, donde trabajó con las estudiosas que han marcado ese campo en la última década, como Dora Barrancos y Nora Domínguez, entre otras.
Los tiempos de la Argentina fueron cambiando. Amado se mantuvo fiel al kirchnerismo y también a otras pasiones, como Godard, el peronismo de izquierda, los teóricos europeos, Resnais, Antonioni, el documentalismo.
Escribió en el suplemento Cultura y Nación, de Clarín, la revista Confines, en Mora, en Página/12. Publicó tres libros, La imagen justa. Cine argentino y política 1980-2007; Lazos de Familia (un exhaustivo estudio sobre la familia en la literatura, junto con Nora Domínguez) y Espacio para la igualdad. Dejó una fuerza, una ética, un estado de ánimo abierto para cruzar disciplinas. Se la podría definir como integrante de ese pensamiento nacional que nunca desconsideró el aliento cosmopolita ni el ánimo de aventurarse en otras fronteras.
Del texto de D, LInk Los ecos de Ana Amado tomamos algunos fragmentos :
En México, exiliada durante la Dictadura (antes había vivido dos años en Caracas), realizó el documental Montoneros, crónica de una guerra de liberación (1976, 117 min, blanco y negro) junto con Nicolás Casullo (lo firmaron como Cristina Benítez y Hernán Castillo, por si acaso). Es una de las pocas muestras de cine hecho en el exilio, junto con Las vacas sagradas de Jorge Giannoni (1977), cuyo original está en Cuba; Esta voz entre muchas de Humberto Ríos (1978); Resistir (1978) de Jorge Cedrón (aka Julián Calinki); y Las tres A son las tres armas : firmada por Cine de la Base (1979).
...Por fortuna nos quedan sus libros. Junto con Susana Checa hizo Participación sindical femenina en el Sindicato Gráfico (1999); con Nora Domínguez, Lazos de Familia. Herencias, cuerpos, ficciones ; con Norma Valle y Bertha Hiriart hizo Espacio para la igualdad .
El ABC de un periodismo no sexista , títulos en los que volcó algunas de sus preocupaciones militantes. Pero es en la lectura del cine donde mejor brilla, donde mejor lucen sus interrogaciones éticas, donde más se siente su calidez, su agudeza, sus inclaudicables (y para nada ingenuas) posiciones históricas: Imagens afetivas no cinema latino-americano (2002) y La imagen justa. Cine argentino y política (2009), donde el título robado a Jean-Luc Godard le sirve para sostener una idea de justicia al tiempo que la precisión formal. Uno de sus lectores (Patricio Fontana) señaló que “A menudo se tiene la sospecha de que el cine argentino tiene mejores críticos de los que se merece” y concluyó subrayando que “Este libro de Ana Amado le aporta argumentos contundentes a esa intuición”.
Sí, Ana ponía su talento al servicio de un material que no estaba a su altura y que, generosamente, mejoraba con su mirada y atención al detalle. Era una de esas personas que, como dijo Georges Didi-Huberman, a quien ella citaba, “buscan experimentar lo que no ven, lo que ya no veremos, o más bien experimentan lo que con toda evidencia no vemos (la evidencia visible)”. El cine era para Ana la patria de los gestos (y por eso mismo hizo pasar toda la política por el cine) pero también una memoria espectral, un trabajo de duelo magnificado.
Cómo concebir lo político en tiempos de normalidad despolitizadora de las sociedades de mercado y sus nuevas mitologías? Buscar respuestas fue el desafío que asumió Ana Amado en este libro, cuyo título hace referencia y honor a la conocida expresión de Jean–Luc Godard, incluida en un cartel del filme Viento del Este (1969): “No (es) una imagen justa, sino justo una imagen”. El abordaje fílmico de las obras analizadas en el libro se realiza mediante la narración, que es portadora de sentido, con el que narrador–director intenta que el espectador se enfrente a las cuestiones fundamentales de su existencia. Gracias a la narración, el ser humano vive el pasado en el presente, no como recuerdo, sino que comprende que el pasado sigue abierto, que no ha concluido.
http://www.centrocultural.coop/revista/5-6/la-imagen-justa-cine-argentino-y-politica-1980-2007-de-ana-amado-buenos-aires-colihue
https://www.clarin.com/cultura/Ana-Amado-intelectual-cine-politica_0_H11L7Yz-x.html
https://www.clarin.com/rn/ideas/ecos-Ana-Amado_0_HyH_LuwXl.html
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