Soffy Arboleda de Vega (Palmira, 2 de diciembre de 1930 - Cali, 11 de febrero de 2018) fue una académica, historiadora, líder social y gestora de música colombiana.
Soffy Arboleda nació en Palmira Valle del Cauca, desde su niñez se radicó en Cali. Estudió música en el Conservatorio de Cali, en New England Conservatory de Boston y el Conservatorio Nacional de París. Además, se formó en historia del arte en Boston, en La Sorbona y Ecole du Louvre, en París y redondeó con un Máster en Historia del Arte en Boston University.
Durante su rol como académica y docente durante 30 años en la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle, además dio sus aportes como cofundadora del Museo La Tertulia e integró las juntas de entidades como el Teatro Municipal y el Jorge Isaacs, Colcultura, Centro Cultural Comfandi, Bellas Artes, Museo La Merced, entre otros. Entre los reconocimiento que recibió en vida se destaca la Gran Orden del Ministerio de Cultura, la cual se le otorgó en el 2012, en el marco del X Festival Gastronómico de Popayán, por contribuir de manera significativa a la formación cultural y artística de varias generaciones de colombianos. También fue reconocida por la Universidad del Valle y el Departamento de Historia de dicha universidad. Falleció a sus 87 años en un hospital de Cali tras de sufrir neumonía meses atrás.
Soffy Arboleda, la mujer que dejó un legado en la cultura caleña
La muerte de doña Soffy Arboleda de Vega, música, historiadora del arte, gourmand, columnista y considerada una gran dama de la cultura y la docencia, enluta a la sociedad caleña.
Soffy Arboleda, considerada la mujer más importante de la cultura caleña, murió a las 8:00 a.m. del 11 de febrero, a los 87 años, en su residencia. Se fue tranquila, rodeada de su hermana Pubenza, de su hija y de sus dos nietos, después de haber dejado un vasto legado de conocimientos como historiadora de arte, gastronomía y forjadora del Museo La Tertulia.
Exalumna del Liceo Benalcázar, cofundadora de La Tertulia, exconcejal de Cali, académica y docente por 30 años en la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle, fue directora de Bellas Artes, integró las juntas de entidades como el Teatro Municipal y el Jorge Isaacs, Colcultura, Centro Cultural Comfandi, Museo La Merced, entre otros.
Su amplia visión artística fue tenida en cuenta en Cali y Colombia, de allí que toda una generación de maestros de la pintura y la escultura honró su amistad: Edgar Negret, Alejandro Obregón, Fernando Botero, Eduardo Ramírez Villamizar, Débora Arango. A Luis Caballero y a Darío Morales los conoció en París, la ciudad que amó desde su primer viaje. Fue curadora de una exposición de Obregón para el Museo Nacional de Colombia e hizo el inventario de la obra de Grau en Cali.
Su amor incondicional por Cali y el Valle del Cauca la llevó a acompañar a su mamá, Rosa Cadavid de Arboleda, bajo un sol inclemente, a sembrar los árboles que hoy en día embellecen la recta Cali-Palmira.
De la gran vocación de servicio de Soffy da fe la concejal Clementina Vélez, quien la consideraba su ángel de la guarda y su maestra de vida. “Me enseñó que uno jamás habla de lo que no ha estudiado, jamás opina de lo que no conoce y que lo único que hay que hacer en la vida es estudiar, estudiar y estudiar, ser honrado, trabajador y luchador, lecciones que he seguido al pie de la letra”.
Soffy Arboleda aseguraba que sus obras de arte seguramente se las dejaría a Cali. Desde joven estuvo dispuesta a compartir su conocimiento.
Precisamente, aunque Soffy fue columnista de El País desde el 27 de marzo de 1987 a diciembre de 2017, y escribió varios artículos en Gaceta, siempre pidió que no la llamaran “periodista”, decía que no quería atribuirse méritos que no tenía. “Soy música de profesión”,aclaraba la historiadora del arte y reconocida gourmand que dio clases y orientó a los amantes de la gastronomía.
“No creo que vuelva a nacer otra Soffy Arboleda de Vega, lo que ella hizo en la vida no tiene igual. Se fue sin dolor porque, como ella se lo merecía, Dios en su infinito amor, le dio esa tranquilidad para morir”, cuenta Clementina, quien ahora tiene 71 años y tenía 19 cuando la conoció.
Soffy nació en Palmira, el 2 de diciembre de 1930, pero desde muy niña vivió en Cali. Y justamente, en diciembre pasado, sus amigas le celebraron el cumpleaños en su casa. “Le llevamos la serenata, como lo hacíamos cada año, estuvo muy contenta, bailó con Paula, su hija, disfrutó la serenata, la torta, se rió mucho, adoraba a sus nietos y compartió mucho con ellos en los últimos días”, relata Clementina.
Por su parte, Beatriz López, amiga suya, asegura que “además de su pasión por la cocina, la lectura y el liberalismo de trapo rojo, que la hizo merecedora de participar cada mes en una mesa del Club Colombia, donde era la única mujer, fue la mejor anfitriona que he conocido”.
Así lo constata el relacionista público Juan Carlos Uribe: “Ir a la casa de Soffy era deleitarse con los gustos más grandes y elegantes de una mujer sencilla. Amante de las sopas, hacía recetas tradicionales como la sopa de patacón, acompañada de jugo de lulo, pues, aunque era conocedora de la gastronomía internacional, en su casa nunca faltaban los platos típicos de su región. Y eso sí, la mesa la servía como si fuera a llegar la mismísima reina de Inglaterra. Definitivamente, ella sabía del arte de atender con buen gusto a sus invitados”.
Solía regalar a sus amigos sus mermeladas de naranja, uva y ají, revela el crítico de arte Miguel González.
La columnista de El País, que cada viernes, religiosamente, en esta sección, escribía temas de arte y gastronomía, con visos de política y sin nunca descuidar los aconteceres de la ciudad, amaba que le regalaran lápices y que sus lectores le escribieran a su correo electrónico.
Fue merecedora en vida de múltiples reconocimientos, como la Gran Orden del Ministerio de Cultura, y otros más de la Universidad del Valle y del Departamento de Historia y algunos gastronómicos, como los Premios La Barra Makro. Luchó por su ciudad desde la academia, las artes, la política y las causas cívicas. “Estuvo siempre involucrada en todas las juntas que tenían que ver con los grandes eventos culturales de la ciudad”, enfatiza el crítico de arte Miguel González.
De su padre heredó la inquietud intelectual, a través de un lema: “Nunca te acuestes sin haber aprendido algo y si no has aprendido algo, anda al diccionario”. Eso mismo ella se lo inculcó a sus hijos y alumnos.
Liceísta total, amaba al Líceo Benalcázar, del cual se graduaron mujeres ejemplares del Valle del Cauca; estudió música en el Conservatorio de Cali, en New England Conservatory de Boston y en el Conservatorio Nacional de París. Se formó en historia del arte en Boston, en La Sorbona y Ecole du Louvre, en París. Y tenía un Máster en Historia del Arte en Boston University. En medio de su vida en Boston y París cultivó su otra pasión, la cocina. Tomó clases en el Cordon Blue de París con la famosa Julia Child. “No soy graduada de allá, tomé clases, allí puede ir cualquiera, el que compre la boleta”.
Soffy con las manos de los santos que ella coleccionaba. “Soy historiadora de arte y musicóloga, eso es lo que estudié y todavía estudio”, comentaba.
La habilidad para la culinaria no la heredó de su mamá, “era pésima cocinera. Lo supe cuando yo vivía en París. El gusto viene porque me gusta comer”. Relataba que cuando estudiaba en Boston y luego en París con su hermana Mireya, ella le puso el reto de cocinar todo lo que probaban en los restaurantes, y mejorarlo. “Me regaló libros de cocina”, decía esta defensora de la cocina tradicional.
Tenía tantos libros, que regalaba muchos. “Me gusta leer mucho sobre el español, sobre el idioma, no soy escritora, pero me cuido de los términos y las cosas, que sean en buen español. Me gusta leer cosas bien escritas”.
Conformó un hogar con el ingeniero Alfredo Vega Córdoba. Ella liberal y él conservador, tenían en común su humor negro. “Qué godo tan godo, pero era sensacional. La política nunca fue motivo de discusión. Tuve novios y todos me propusieron matrimonio, menos Alfredo, entonces, yo se lo propuse, me fascinaba su rectitud impresionante y no tenía doblez”.
Perderlo a él, en diciembre de 2005, y luego a su hijo Lorenzo, en mayo de 2007, fueron los duelos más grandes de su vida. Desde entonces, guardó los colores y vistió de luto.
Abuela permisiva, era amante de ejercitar su mente, sentada ante su computador. “Noctámbula, tenía la manía de revisar todos los periódicos locales que circulaban durante sus ausencias de la ciudad. Le molestaba que no se hicieran las cosas rápido y como ella quería, debido a su perfeccionismo y no permitía que a sus columnas de El País les tocaran una coma”, contó su hija.
En 2012, cuando este medio le propuso hacerle un perfil, dijo con su peculiar humor: “Me huele a muerto. Cuando a la gente le hacen tantos reconocimientos es porque ya está bien viejita o quieren hacerlo antes de que se muera, para que la medalla no se les quede”, le respondió con risas a la periodista Claudia Bedoya.
Por esos días Soffy había recibido varios reconocimientos. Sobre estos y el salón que lleva su nombre en la Escuela Gastronómica de Occidente, dijo en esa ocasión: “no me las doy de nada y me parece que no lo merezco. Sin embargo, pienso que he ayudado muchísimo con la columna de El País a la gastronomía, porque la cocina me apasiona, me encanta estudiarla”.
A ella no solo la extrañarán sus seres queridos, también sus lectores de la ‘Columna de Soffy’, quienes incluso, coleccionaban sus recetas
Tomado del articulo de Bernardo Peña / El País
https://www.elpais.com.co/entretenimiento/cultura/conozca-la-vida-de-soffy-arboleda-madame-de-la-cultura-y-gastronomia.html
http://www.elpais.com.co/entretenimiento/cultura/soffy-arboleda-la-mujer-que-dejo-un-legado-en-la-cultura-calena.html
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