María Luisa Suárez Roldán ( 1920- 4 de enero de 2019) falleció saludando el albor del 2019 a los 95 años. Pionera de laboralistas en los años 60 contribuyó a mostrar que la lucha de la clase trabajadora y de oposición democrática a la dictadura no era cosa solo de hombres.
Única mujer de su promoción de Derecho de 1941 fue activista entre los jóvenes abogados del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid (ICAM) participó en la lucha política democrática dentro del Colegio de Abogados de Madrid, dónde se aunaban letrados de muy diferentes ideologías.
En 1965, María Luisa Suárez fue pionera junta a otros ilustres letrados en abrir las puertas de la representación letrada a los trabajadores con uno de los primeros despachos laboralistas de la capital que fue cambiando de sede desde Españoleto a Alcalá.
Recordaba con especial devoción su trabajo, lamentablemente improductivo, en la defensa de Julián Grimau, ya que, como otros tantos abogados de esos años, su actividad discurría entre las magistraturas de Trabajo y el Juzgado y Tribunal de Orden Público.
Orgullosa de su condición de mujer, atribuía a su educación en la Institución Libre de Enseñanza, “donde convivíamos los chicos y las chicas”, su manera de ver las cosas en una sociedad machista en la que los problemas laborales o políticos eran los protagonistas.
En los últimos años las avanzadas ideas de Suárez han tenido reflejo en la agenda del Colegio de Abogados de Madrid que ha organizado las Cumbres de Mujeres Juristas.
Carlos Capa
“En aquellos años de silencio, soledad y muerte, caldas y cerrojos, guardianes y rejas, fuiste mensajera de la luz para los presos, corazón al unísono, mano solidaria. Voz de nuestra voz, grito de nuestra garganta. Aliento y alegría, eslabón con la vida, canto de esperanza. CANTO DE ESPERANZA”. (Vicente Cazcarra.)
El libro de memorias de María Luisa Su árez Roldán, “Recuerdos, nostalgias y realidades, (Sobre la defensa de las víctimas del franquismo), editado por Bomarzo, nos mete de lleno en una historia de España poco dada a ser estudiada, aunque sólo sea para servir de puente entre aquellas luchas contra el franquismo y la llamada transición democrática.
Ese agujero de treinta y seis años parece que no existió, como si del franquismo hubiésemos pasado a lo que hoy tenemos, que es prácticamente igual aunque no nos metan en la cárcel por nuestras opiniones (hay otras que sin van a las cárceles).
El libro está estructurado sobre memorias, con personas cercanas a María Luisa, pero que bien pudieran ser personas cercanas a nosotros, a cada uno de los que lo leamos, porque transcurre con una cantidad de personajes que a muchos nos traen esos recuerdos de vivencias acurrucadas en el corazón y la memoria, que nos hace leer y leer, porque es historia, nuestra historia, contada con una sencillez y una grandeza como solo las personas que formamos ese tejido de vivencias por un mundo mejor, por otro mundo que es posible.
Los hechos históricos que se suceden, antes de la caída del llamado muro de Berlín, físicamente, pero que otros muros cayeron antes, ante la incomprensión de lo que estaba ocurriendo y que hoy, con una mirada –no diría crítica- terriblemente calculada de lo que está acaeciendo en el mundo y que sin la caída de aquella sociedad más justa para los trabajadores, aunque con sus defectos que siempre son mejorables, no nos encontraríamos en este mundo injusto, porque ahora tienen las manos libres. Se han cargado a los que le podían hacerles oposición con sus ideas de una sociedad más justa.
María Luisa, con su mirada, nos hace recorrer tramos de historia, como mujer, como abogada de los presos antifranquistas, y al mismo tiempo como comunista, pionera de una generación que aunque se ha callado –por disciplina-, no ha dejado de pensar por ella misma y ver lo que se nos venía encima. Carlos Álvarez, nuestro poeta siempre reivindicativo, le dedicó un poema que está en el libro, que dice así:
No eres sólo
la reposada espera del guerrero
lejano
que viene a acariciarte…Eres tú misma
liberada del tallo de las flores;
cumplidora tenaz de tu destino,
que hablas de igual a igual al tronco de los robles.
Sí, María Luisa habla de Marcelino Camacho, de la pseudodemocracia, y saco de nuevo de entre sus páginas esto “…el tiempo fue pasando, y el dictador murió. Se hace la transición. Llega la pseudodemocracia los trabajadores recuperan sus derechos sociales y políticos pero la contrarrevolución conservadora que fue la transición avanza y va destruyendo todo lo logrado”.
Sí, merece la pena leer y releer este libro de María Luisa Suárez, porque muchos de nosotros en alguna de sus páginas nos encontraremos, encontraremos nuestra historia silenciada.
María Luisa Suárez, maestra de abogados
Conocí a María Luisa Suárez Roldán en 1964. En aquellos años yo misma, junto a otros estudiantes, habíamos creado el primer Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Madrid. El SDEUM era, claro, ilegal. Estábamos en plena dictadura de Franco. El único sindicato legal era el SEU, de cariz falangista. La policía nos detuvo varias veces y el rector de la Universidad de Madrid decidió expedientarnos a algunos de nosotros y expulsarnos de la universidad. Todos acabamos por trasladar nuestras matrículas y finalmente nos examinamos en otras universidades nacionales que nos admitieron. Sin embargo, y mientras se resolvían nuestros expedientes de traslado, algunos despachos de abogados que nos habían prestado su ayuda para los recursos que teníamos que plantear nos ofrecieron colaborar con ellos. Así conocí yo a María Luisa.
Una vez que acabé la carrera de Derecho me incorporé -verano de 1965- al propio despacho que lideraba María Luisa Suárez junto con Antonio Montesinos y José Jiménez de Parga en la calle de la Cruz, número 16, de Madrid. Este seria el primer despacho laboralista que creaba en Madrid Comisiones Obreras, un sindicato que, con su sagaces análisis de la sociedad, era consciente de que se necesitaban abogados que pudieran defender a ese nuevo movimiento obrero que se estaba gestando.
María Luisa Suárez Roldán era una persona singular. Tenía un gran prestigio en el Colegio de Abogados de Madrid y en los tribunales, a pesar de que en aquellos años oscuros de la dictadura se intuía su ideología y afiliación política. Era de educación exquisita y aparentemente se comportaba en lo privado como una persona de «orden conservador». Bien arreglada, bien vestida y acompañada de su marido Fernando aparentaba ser una señora acomodada del barrio de Chamberí.
María Luisa atendía a los clientes con lo que hoy llamaríamos empatía. Los escuchaba con inmensa atención, papel blanco por delante y la pluma estilográfica lista. Y casi sin excepción pronto convertía en algo propio el problema que el cliente, el obrero, le exponía. Digamos que se producía una ósmosis de un alcance singular entre abogado y cliente.
En muchas ocasiones las demandas que se instaban eran la constatación de las grandes injusticias, de la explotación y privación de derechos de la clase obrera. María Luisa, como buena abogada, conocía el derecho y sabía que en muchas de las actuaciones solicitadas no había remedio legal.
Pero ella era una roca, además de enormemente positiva, y siempre estaba dispuesta a rastrear en el complejo mundo legal para encontrar alguna salida. Recuerdo su entusiasmo por la reforma del título preliminar del Código Civil que recogía que las normas, entre otros conceptos, se interpretarían conforme «a la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas». Ella se aferraba a argumentar que la realidad social estaba en evolución y que había que abrir el marco legal.
Nunca se daba por vencida y en sus alegatos ante los tribunales mostraba esa seguridad, con un toque de cierta ingenuidad, que presumía que obtendría, sin duda esa sentencia justa que buscaba.
Pero ese perfil singular de abogada progresista no la hizo distanciarse de sus compañeros de la abogacía. Ella, que era una de las poquísimas mujeres abogadas de aquellos años, se mimetizaba con su colegas para empaparse de la inevitable cultura de de la profesión.
Recuerdo cómo un día de tantos en los que me daba consejos (para mí sólo observarla ya era un aprendizaje) me dijo como avergonzándose un poco de trasladarme una procacidad machista: «Mira, Manuela, como dicen siempre los abogados, en un pleito hay que mirarlo todo como a las mujeres: hay que verlo de la boca al culo».
Ella sabía que para luchar por la clase obrera no sólo había que ser esa abogada valiente y convincente, sino que también tenía que ser una eficiente profesional en las estrategias de la profesión. Entrar en el mundo del Derecho de su mano fue para mí un privilegio inmenso.
He querido dedicar estos recuerdos a quien fue mi maestra en el Derecho, pero evidentemente ella fue mucho más que abogada. Sobre su carrera política en el Partido Comunista de España y en el feminismo otros dirán más de ella.
Ahora solo quiero añadir que hace menos de dos años la visite cuando estaba en una residencia del Ayuntamiento para situaciones de emergencia. Allí estaba, como siempre, disfrutando de lo que se le presentaba: “Qué buena es la comida” me dijo. Pero a la vez me trasladó algunas reivindicaciones de las empleadas del establecimiento. Así era: infatigablemente dispuesta a reivindicar los derechos de los demás.
María Luisa vivió siempre en Madrid. Madrid no la olvidará y pronto habrá un parque o una calle que llevará su nombre en su recuerdo.
Manuela Carmena.
https://www.madridiario.es/463887/orgullo-de-maria-luisa-suarez-roldan-abogada
http://www.elotropais.com/index.php/solidaridad-mascosas-62/420-la-enriquecedora-memoria-de-maria-luisa-suarez-roldn
https://elpais.com/politica/2019/01/07/actualidad/1546883562_273804.html
https://www.buscalibre.com.ar/libro-recuerdos-nostalgias-y-realidades-sobre-la-defensa-de-las-victimas-del-franquismo/47990725/p/47990725
https://www.youtube.com/watch?v=S3uRY8yxng0
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