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lunes, 24 de octubre de 2022

Patricia de Souza escritora peruana


Úrsula María Patricia de Souza López (Coracora, Ayacucho,9 de abril de 1964-París, 24 de octubre de 2019)​ fue una literata, escritora y profesora peruana. Fue autora de novelas, como Cuando llegue la noche (1995) y Vergüenza (2009), y de ensayos, como Eva no tiene paraíso (2011) y Ecofeminismo decolonial y crisis del patriarcado (2018). Fue traductora al español de la poesía de Michel Leiris y de la narrativa de Jean Echenoz.


Patricia de Souza nació en Coracora, Ayacucho. Sus infancia transcurrió en Chaclacayo, a las afueras de la ciudad de Lima. Fue licenciada en Letras, y realizó estudios de ciencias políticas, periodismo y filosofía. Obtuvo el Doctorado en Literatura francesa por la Universidad Sorbonne nouvelle Paris III con la tesis doctoral Flora Tristán et Lautréamont, ou l'invention de soi, entre deux langues et deux continents.​

Escribió para la revista Caretas y fue profesora de francés en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.​

Falleció en Pau en octubre de 2019 a causa de un cáncer.​




Su primera novela, Cuando llegue la noche (Lima, 1994), suscitó el interés del público por su madurez y por los temas que abordaba: violencia, desarraigo, soledad... Sin embargo, la autora afirmó que su trabajo era un análisis del discurso que en la obra realizan las mujeres. En su obra la escritora muestra los nuevos modelos de mujer, dentro de la perspectiva de igualdad, en la que busca la ruptura con los roles tradicionales de la mujer.​ Colaboradora en la obra colectiva Líneas aéreas (Lengua de Trapo 1999).



Entre sus obras más representativas se encuentran El último cuerpo de Úrsula (2000), que ha sido traducida al inglés, francés y alemán, y Electra en la ciudad (2006).



Su segunda novela La mentira de un fauno fue publicada en España y el Perú. La revista literaria francesa de l'NRF (Gallimard), publicó un texto corto Désert. Las últimas obras publicadas fueron Ellos dos (2007), y Erótika, escenas de la vida sexual (2008), Tristán (2010), y la novela Vergüenza (2014).

Escribía artículos para LaMula.pe, El País​, y otros medios en México.

Ha traducido poesía de Michel Leiris y narrativa de Jean Echenoz.







Por: Gabriela Wiener

“¿No es una locura un lenguaje que se ignora dentro de un cuerpo, de una vida, una existencia, un lenguaje sin rostro?”, escribe Patricia de Souza en su libro Descolonizar el lenguaje, (Los libros de la mujer rota), edición chilena de este conjunto de ensayos que la escritora y estudiosa peruana dedica al legado espiritual de un puñado de míticas desobedientes y a la reflexión crítica y liberadora de la experiencia intelectual y la identidad femeninas. “Lo que quise decir es que hay que ocupar la vida, encarnarla, salir de esa ausencia en la que se puede vivir siendo mujer–explica la autora de novelas como “El último cuerpo de Úrsula” y “Verguenza”, desde su actual residencia en Francia, donde vive hace años–. Hay una ausencia de sujeto, de subjetividad en la lengua al hablar con instrumentos que no nos pertenecen. Lo que ha habido es una imagen de consenso sobre una manera de entender y leer el mundo. Lo que hubo (y hay) es dominación”.




¿Cuáles son los pasos para descolonizar el lenguaje?
Es tiempo propicio para que se diversifique el lenguaje, sobre todo para las mujeres que somos capital simbólico en esa “forma” de interpretar el mundo, que es ahora mismo un credo neoliberal y un dictamen mundial que es siempre maniqueo, estereotipado y lejos de la vida concreta. El “vicariato”, es decir el poder laico del dinero y la religión, nos sigue viendo como objetos intercambiables, mujeres para armar, tipo Ikea. Hay que cambiar de chip. Descolonizarse. Como decía Simone Weil, arrancar el árbol para plantarlo de nuevo.

¿Qué tienen en común Flora Tristán, Blanca Varela, Marguerite Duras, Simone Weil, Teresa de Ávila, Joyce Mansour, Catherine Pozzi, Elena Garro…?

Son mujeres que pueden ayudar a construir nuevos arquetipos menos esmaltados. Creo que las mujeres sufrimos de imágenes que no sean binarias, madre-prostituta, por ejemplo, y es en el terreno del lenguaje en donde se puede cambiar el esquema para replantear  lo que se acepta como “verdad natural”.  Son mujeres que salieron a la plaza pública, no a gritar (que encaja muy bien en el papel de histérica), sino a hablar, a crear sentido. Aunque las instituciones evolucionen, lo que más lento evoluciona es la mentalidad, por eso hay esa separación entre lo que se dice y se hace.

¿Cuáles son los mejores ejemplos de desobediencia femenina que encontraremos en este libro?

Una forma de desobediencia clara es no aceptar que te colonicen. Escribir es una manera de desmontar esa dominación masculina globalizada, sea cual sea la elección sexual, gay o trans… Hay una frase que me gusta mucho de Flora Tristán: “Lo importante es nombrar”. Levantar la voz es un acto de desobediencia civil. Escribir novelas es también una forma de desobedecer el mandato de la tribu, es entrar en el mundo “masculino del discurso”. Las mujeres debemos descolonizarnos, desaculturarnos, para poder emprender nuestro propio camino,  soltar las ataduras… O cortarlas.

Dices: “una mujer sin relato es una mujer inexistente”, ¿Cómo podemos hacer una revolución no elitista, que incluya y libere, también desde el discurso?

Se hacen muchas leyes, pero la sociedad no las sigue. La palabra testimonial de las mujeres está neutralizada, estigmatizada como falsa, incluida en el decorado. Una legislación que no se reproduce en la vida común, infantiliza, salva conciencias, pero no cambia nada. Lo de relato siempre lo digo, se trata de decirse con sus propios instrumentos, es una “narratología” aplicada a la vida que tiene que ver con crear trama, poder escribirnos con nuestros códigos. No todas serán escritoras, porque eso exige una pasión (y cierto entorno), pero podrán salir del sujeto-objeto. Una revolución copernicana de pensamiento es necesaria, pero no desde una manera elitista de ver las cosas, es decir, superior, inferior, sino más como un tejido que se ensanche abarcando otros horizontes. Como es ahora la comunidad hablante mundial de las redes sociales.

Así, es tu propio lenguaje también importante en este libro. ¿Por qué eliges la primera persona y el tono confesional en un libro de ensayos como este?

La primera persona es subversiva cuando viene de una mujer. Se hace política porque nos sacude los esquemas de la organización social naturalizada, es decir, que el lugar que ocupamos en la sociedad nos corresponde por ser mujeres (sic). El tono confesional es porque no se trata de “producir” un discurso midiendo el alcance mediático, sino construir, traducir, ocupar el lenguaje para justamente, hacer ver una subjetividad. La espontaneidad es mal tolerada en la época de la contabilidad, el cálculo moral y el maquillaje, vivimos con muchas máscaras. Y algunas asfixian.

¿Por qué los temas de género importan tan poco en el Perú y sus diversos espacios de debate, sin que la literatura sea una excepción?

En el Perú estamos bajo dominio de la doxa neoliberal, es decir, lo social y lo individual prima sobre lo colectivo, el “bien común”. No se piensa en el aborto porque no es un tema que cotice en la bolsa de valores (sic), sino aquellos que den más visibilidad y rindan más votos, es totalmente clientelista.  Nuestra lentitud en materia de derechos de la mujer también tiene que ver con los distintos feminismos, no hay uno solo, y entiendo que se quiera salir del dominio europeo o norteamericano, aunque eso no debería impedir un debate.

Francia, Europa y sus (refugiados) expulsados. ¿Cómo es dormir con el enemigo? ¿Se duerme, se sueña, se tienen pesadillas?

El primer enemigo lo llevamos dentro. Es una intuición fuerte: luchar contra nuestras propias limitaciones, nuestras fobias y miedos. De ahí a que una geografía nos defina, no estoy segura, es más el mapa del modelo de civilización indolente y egoísta el que está llevando a una crisis horrenda y a la impasibilidad. Hay gente que se implica, pero otros solo quieren echarlos ignorando que mueren en condiciones infames. No creo en la maldad como ontología, sino como experiencia, es decir, que una situación puede sacar lo peor o lo mejor de cada persona. Hay que ver que la cultura no detiene esto, pero si hay poesía, tal vez no haya ganas de hacer daño.




En cierto modo, podría decirse que Patricia de Souza siempre luchó por visibilizar a otras mujeres olvidadas desde su propio cuarto de sombras. Lo resume a la perfección la periodista Fietta Jarque en uno de los poquísimos obituarios que la prensa ha publicado sobre la autora después de que tristemente nos dejara el pasado 24 de octubre —tenía apenas 55 años, la enfermedad se la llevó velozmente—: “Tampoco figura en los cánones más populares de la literatura peruana contemporánea pese al peso sostenido de su obra literaria. Era una escritora incómoda, una feminista resuelta, independiente, obstinada. Necesaria. Tras su muerte Patricia de Souza se ha quedado hecha palabra o tal vez grito, reclamo. Palabra, pero palabra decolonizada”.
Luna Miguel 



https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/dejar-colonicen_129_1266997.html

https://francescagargallo.wordpress.com/?s=patricia+souza

https://es.wikipedia.org/wiki/Patricia_de_Souza
https://surblogspot.wordpress.com/2016/08/15/patricia-de-souza-una-forma-de-desobediencia-clara-es-no-aceptar-que-te-colonicen/
https://francescagargallo.wordpress.com/

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