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lunes, 31 de mayo de 2021

Svetlana Aleksiévich Nobel de literatura de 2015


Svetlana Aleksándrovna Aleksiévich​ (Stanislav, Ucrania soviética, Unión Soviética, 31 de mayo de 1948) es una escritora y periodista bielorrusa de lengua rusa, galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2015.


Hija de maestros, el padre fue bielorruso y la madre, ucraniana. Aleksiévich nació en el pueblo de Stanislav –actual Ivano-Frankivsk– en la Ucrania socialista, pero se crio en la República socialista de Bielorrusia. Estudió periodismo en la Universidad de Minsk desde 1967 y al graduarse marchó a la ciudad de Biaroza, para trabajar en el periódico y en la escuela locales como profesora de historia y de alemán. Durante ese tiempo se debatió entre la tradición familiar de trabajar en la enseñanza y el periodismo.


Fue reportera en la prensa de Narowla, en la provincia de Gómel. Desde sus días de escuela había escrito poesía y artículos para la prensa escolar y también en la revista literaria Neman de Minsk, donde publicó sus primeros ensayos, cuentos y reportajes.

 Representa un nuevo género de escritura polifónica que  se  ha denominado «novela colectiva», «novela-oratorio», «novela-evidencia» o «coro épico», entre otras fórmulas. En sus textos a medio camino entre la literatura y el periodismo usa la técnica del collage que yuxtapone testimonios individuales, con lo que consigue acercarse más a la sustancia humana de los acontecimientos. Para esto tuvo que transformarse en viajera y visitar casi toda la Unión Soviética. Usó este estilo en su primer libro La guerra no tiene rostro de mujer (1985), en el que, a partir de entrevistas, abordó el tema de las rusas que participaron en la II Guerra Mundial. El estreno de la adaptación teatral en Moscú supuso un gran antecedente en la glásnost o apertura del gobierno soviético iniciada por su dirigente Mijaíl Gorbachov.

En Tsínkovyie málchiki (Los chicos de zinc, traducida a veces como Ataúdes de zinc), 1989, compila un mosaico de testimonios de madres de soldados soviéticos que participaron en la Guerra de Afganistán; en Zacharóvannye smertiu (Cautivos de la muerte), 1993, ofrece la visión de aquellos que no pudieron sobrevivir a la idea de la caída del gobierno soviético y se suicidaron. Voces de Chernóbil (1997), uno de los pocos libros suyos traducidos al castellano (2006), expone el heroísmo y sufrimiento de quienes se sacrificaron en la catástrofe nuclear de Chernóbil. Libro traducido a veinte idiomas, todavía sigue prohibido en Bielorrusia. En su última obra, Época del desencanto. El final del homo sovieticus, publicado a la vez en alemán y en ruso en 2013, procura hacer un retrato generacional de todos los que vivieron la dramática caída del estado comunista soviético.​ También ha compuesto numerosos guiones para documentales y varias obras de teatro.

Su obra es una crónica personal de la historia de los hombres y mujeres soviéticos y post soviéticos, a los que entrevistó para sus narraciones durante los momentos más dramáticos de la historia de su país, como por ejemplo la II Guerra Mundial, la Guerra de Afganistán, la caída de la Unión Soviética y el accidente de Chernóbil. Enfrentada al gobierno y la censura abandonó Bielorrusia en el año 2000 y estuvo viviendo en París, Gotenburgo y Berlín. En 2011 Aleksiévich volvió a Minsk. Varios libros suyos fueron publicados en Europa, Estados Unidos, China, Vietnam e India. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 2015. Es la primera escritora de no ficción con este premio en un siglo.

Obras
Ciclo artístico-documental Voces de la utopía
1985: La guerra no tiene rostro de mujer (У войны не женское лицо). Editorial Debate, 2015.
1985: Últimos testigos. Los niños de la Segunda Guerra Mundial (Последние свидетели (сто недетских рассказов)). Editorial Debate, 2016.4​
1989: Los muchachos de zinc. Voces soviéticas de la Guerra de Afganistán (Цинковые мальчики). Editorial Debate, 20164​
1994: Fascinados por la muerte (Зачарованные смертью). No traducido al español.

1997: Voces de Chernóbil. Crónica del futuro (Чернобыльская молитва: Хроника будущего). Casiopea, 2002; Siglo XXI, 2006; Debolsillo, 2015; Debate, 2015.5​6​
2013: El fin del "Homo sovieticus" (Время секонд хэнд). Acantilado, 2015. Traducción al español de Jorge Ferrer.

Adaptación teatral
La guerra no tiene rostro de mujer, estrenada en el Teatro de la Taganka (Moscú) en 1985.




Svetlana Alexievich, escritora y periodista bielorrusa, compone en este duro y hermoso, terrible y humano libro de entrevistas a mujeres soviéticas que participaron en la Segunda Guerra Mundial, una memoria olvidada. Da voz en esos relatos al “tremendo rictus de lo misterioso". En palabras de la autora, "la guerra femenina tiene sus colores, sus olores, su iluminación y su espacio. Tiene sus propias palabras. En esta guerra no hay héroes ni hazañas increíbles, tan solo hay seres humanos involucrados en una tarea inhumana" (p. 14).

Cuarenta años después de finalizada la contienda Alexievich comienza la titánica tarea de recuperar la memoria de estas mujeres, realiza cientos, miles de entrevistas. Viaja por toda la URSS visitando a esas luchadoras olvidadas en sus casas, en asilos, en granjas. Y vuelve con una historia sublime, cercana, que remueve las tripas. Que horroriza pero nos acerca a los ideales que movieron a todas ellas, jóvenes en su mayoría de 15 o 16 años a luchar en una guerra cruenta que, en principio, no estaba hecha para ellas. Pero se hicieron un hueco, con tesón, grandeza, fuerza de voluntad y una fe inquebrantable. Después, el silencio… impuesto desde el Estado, la sociedad, los hombres y mujeres que salvaron y defendieron.

Encuesta, charla, toma el té con ellas, desde las lavanderas, panaderas y enfermeras hasta las aviadoras, zapadoras, artilleras, partisanas que durante cuatro años, de 1941 a 1945, primero aguantaron la embestida del ejército alemán y, más tarde, le hicieron retroceder hasta Berlín. Pueblos quemados, actos de tortura, asesinatos masivos son descritos desde la mirada tensa y horrorizada, pero con férrea voluntad de resistir y luchar hasta el final. Mirada coral que nos descubre un universo hasta ahora silenciado y desconocido: "recorrí un largo camino junto a mis personajes. Como ellas, pasó mucho tiempo hasta que pude asumir que nuestra victoria tenía dos caras: una es bella y la otra es espantosa, cubierta de cicatrices. Mirarla es doloroso" (p. 40)
Al finalizar la lectura del libro, sus voces, la de estas luchadoras, resuenan en nuestra mente y nos enfrentan al pasado para poder comprender el presente. Sin olvido. Por justicia. Con ese poso amargo en el estómago de a quien se le ha narrado el horror desde una mirada diferente, cargada de connotaciones, de ternura y de perplejidad.

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