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jueves, 15 de abril de 2021

María Francisca de Sales Portocarrero (VI condesa de Montijo), ilustrada de la España del XVIII


La Condesa de Montijo de niña

María Francisca de Sales Portocarrero de Guzmán y Zúñiga, VI condesa de Montijo, (Madrid, 10 de junio de 1754 – Logroño, 15 de abril de 1808) fue una figura clave de la Ilustración en España.


María Francisca  fue hija única de Cristóbal Pedro Portocarrero Osorio y Guzmán (1728-1757),  y de María Josefa López de Zúñiga y Girón, su mujer. En 1757, murió su padre. A raíz de ello, su madre se retiró a un convento, y ella —con cuatro años de edad— fue admitida en el de las Salesas Reales de Madrid, pensionado femenino fundado por la reina Bárbara de Braganza, donde las niñas de la nobleza recibían una educación esmerada.​ Tenía nueve años cuando murió su abuelo paterno, a quien sucedió en sus numerosos títulos nobiliarios y estados: entre ellos el de condesa de Montijo, por el que desde entonces fue conocida.

Salió del colegio con catorce años, tras haberse concertado su matrimonio con Felipe de Palafox y Croy (1739-1790): un militar quince años mayor que ella. Tuvieron ocho hijos, de los que sobrevivieron seis: dos varones y cuatro hembras.

Francisca quedó viuda en 1790, y cinco años después se volvió a casar con Estanislao de Lugo y Molina (1753-1833), hombre de rango social inferior al suyo pero con quien compartía una profunda amistad y muchas afinidades. Fue un matrimonio secreto pero con licencia real, necesaria por pertenecer ella a la grandeza de España.

 Su aportación tocaba distintos campos : 
Ya fuera en la Comisión de Educación, al frente de la Escuela Patriótica de San Andrés, impulsando la educación  física,  moral  e  intelectual  de  las  mujeres;  ya  fuera  intentando  mejorar  la situación  personal  y  la  vida  cotidiana  de  las  mujeres  presas  en  las  cárceles  existentes, mediante  la  creación  de  una  Asociación  que  cosechó grandes  éxitos  hasta  el  punto  de servir  de  modelo  para  la  creación  de  asociaciones  similares  en  otras  provincias españolas como Oviedo, Valencia o  Zaragoza. O acometiendo la reforma de la  Inclusa madrileña para atajar los elevados niveles de mortalidad infantil existentes, debidos a la mala  gestión  económica,  a  los  abusos  cometidos  por el  personal,  a  la  deficiente alimentación,  y  a  las  nulas  condiciones  higiénicas y  sanitarias;  no  fue  una  tarea  fácil, emprendida  en  1789  no  llegaría  a  fructificar  hasta 1794,  teniendo  que  hacer  valer  toda su  autoridad  y  empeño  hasta  conseguirlo.  Pero  le  valió  la  pena  ya  que  desde  1799, siendo  nombrada  "curadora  de  expósitos",  logró  poner  orden  en  el  centro  y  empezar  a invertir la situación tan negativa con que se había encontrado.


Desde muy joven, Maria Francisca  manifestó una gran inquietud intelectual, se impregnó de ideas ilustradas y sintió el impulso de difundirlas en la sociedad. Su conocimiento del francés le dio acceso a una amplia literatura y le facilitó el trato con personas de otros países. Su afán de fomentar el progreso en todos los órdenes de la sociedad, la llevaba a interesarse por cuantos compartían este ideal, así fueran intelectuales, artistas, técnicos... También le permitió mantener una importante correspondencia con escritores de toda Europa.

Una de las iniciativas a las que brindó su protección fue el periódico El Censor.

Con solo veinte años, tradujo del francés las Instrucciones christianas sobre el sacramento del matrimonio y sobre las ceremonias con que la Iglesia lo administra (1774): extracto parcial de una extensa obra del sacerdote Nicolas Letourneux, prior de Villers, que versaba sobre los siete sacramentos. Francisca hizo la traducción por encargo del obispo de Barcelona, José Climent, para remediar una necesidad de catequesis que este había detectado en su diócesis. Pero el autor fue sospechado de jansenismo, y esto acarrearía graves problemas a la traductora.

 Francisca mantuvo en su casa un salón literario al que concurrían numerosos ilustrados. Estos salones —donde se compaginaban recreo y reflexión— abrían a las mujeres un espacio que, aunque privado, tenía proyección pública.​  Se reunía en su palacio de la calle Duque de Alba, de Madrid, y lo frecuentaban académicos, eclesiásticos, religiosos, altos funcionarios, artistas y aristócratas. El ambiente era amistoso, casi familiar: los asistentes reían, recitaban, charlaban o redactaban el correo particular,. Los asunos preferidos de conversación eran la filosofía, la moral, la religión y la política.

La sospecha de jansenismo que se cernió sobre sus contertulios más asiduos fue injusta. En general, abogaban por una religión más pura, predicada por sacerdotes cultos y libre de superstición, sentimentalismo y milagrerías. Daban a conocer obras de esta tendencia, sobre todo italianas y francesas, y despreciaban la autoridad del Santo Oficio, considerando que solo los obispos estaban legitimados para velar por la fe católica.​ Muchos de ellos serían acusados de jansenismo durante la verdadera persecución —más política que religiosa y más jesuítica que inquisitorial— que desató Godoy contra los partidarios Urquijo a raíz de la caída de este ministro (1800).

La condesa de Montijo,  fue acusada también de jansenismo, fue desterrada de la corte el 9 de septiembre de de 1805, y en esta situación seguía tres años después, cuando falleció.


La condesa de Montijo participó en la creación de la Junta de Damas de Honor y Mérito, adscrita a la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. Fue elegida secretaria y permaneció en el cargo durante dieciocho años. Perteneció a la Comisión de Educación Moral, creada en 1794, y dirigió la Escuela Patriótica de San Andrés, que contaba con noventa y seis alumnas. También participó en la creación de una Asociación de Presas de la Galera, que facilitaba el aprendizaje de oficios a las reclusas de dicha cárcel, e intentaba aliviar sus pésimas condiciones de vida. Acometió también la reforma de la Inclusa de Madrid, tras ser nombrada curadora de expósitos: en solo un año, logró que la mortandad bajara de un 80 % al 46 %.​

Las Escuelas Patrióticas, dedicadas a la instrucción de niñas pobres, fueron preconizadas por Campomanes en su Discurso sobre la educación popular de artesanos y su fomento. En Madrid impartían un programa de tres años, durante los cuales se mantenía y vestía a las alumnas mientras aprendían un oficio: sobre todo los relacionados con el tejido de telas corrientes.

Hubo un intento por parte del gobierno de Floridablanca de imponer a la mujer un traje nacional para controlar el gasto que suponía la moda femenina. Consultada la Junta de Damas, fue ella quien dio la respuesta demostrando lo absurdo de dicha propuesta. La solución era la educación.


Falleció el 15 de abril de 1808 en Logroño, donde estaba desterrada de la corte, contagiada de unas fiebres que apestaron esta ciudad.


http://ellegadodeclio.blogspot.com/2016/08/la-vi-condesa-de-montijo-una-mujer.html
https://studylib.es/doc/7678797/la-condes-de-montijo---universidad-complutense-de-madrid
https://es.wikipedia.org/wiki/Mar%C3%ADa_Francisca_de_Sales_Portocarrero_(VI_condesa_de_Montijo)

1 comentario:

  1. Abuela de Eugenia de Montijo y tatarabuela de la duquesa de Alba. Curiosa señora. Un saludo.

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HH

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