Delia del Carril Iraeta (Polvaredas, Argentina, 27 de septiembre de 1884-Santiago de Chile, 26 de julio de 1989), conocida como «La Hormiguita», fue una grabadora, pintora y dibujante chileno-argentina.
Delia del Carril nació , en Polvaredas, la estancia familiar en el partido de Saladillo, en la provincia de Buenos Aires. Su padre Víctor, era hijo de Salvador del Carril, ferviente unitario con una vasta carrera política y su madre Julia Iraeta Iturriaga, hija de un comerciante vasco. De los trece hijos del matrimonio, Delia era la más revoltosa. Su infancia la pasó en esa estancia en plena pampa. Institutrices primero y luego escuelas de monjas, tanto como los viajes de su aristócrata familia a Europa, fueron cultivando a la inquieta Delia. Y, luego, París. El campo, Buenos Aires y la Ciudad Luz fueron testigos de sus rebeldías. Cómo lo fue su casamiento con el artista bohemio Adán Diehl. Duró sólo cuatro años.
El año 1929 la encuentra en París nuevamente. Descubre otro mundo, conoce a artistas e intelectuales e ingresa al Partido Comunista francés. Llegaba su gran transformación. “Fue una mujer fascinante, muy adelantada para su época y al mismo tiempo muy invisibilizada. Para su propia familia fue una oveja negra, se divorció, era artista, pintora, comunista, tenía ideas que no les cerraban por ningún lado”, comenta Morán.
En 1934, en plena época republicana, llega a Madrid. Aquí es donde nació la intensa relación con Neruda. Él todavía estaba casado con Maruca (la holandesa María Antonieta Hagenaar). Delia tenía en ese momento 50 años, le llevaba unos 20 a Pablo. Son años convulsionados. Vuelven a Chile. Fiestas y reuniones, las puertas siempre abiertas para sus amigos. Luego viene la clandestinidad del poeta. Pero es en esta época donde Neruda completa Canto General. Se levantaba, escribía, tomaba su almuerzo y dormía su sagrada siesta. Delia tipeaba los poemas. Siempre junto con él.
Mercedes Morán lo explica así: “De las mujeres que tuvo el poeta, ella fue muy importante, lo constituyó bastante como la celebridad que fue, lo convirtió al comunismo y lo presentó a toda esta gente. Entonces, La Hormiguita financió al Partido, financió la vida de Neruda, los viajes, las excentricidades… Se enamoró de Neruda. Tuve la posibilidad de estar con mucha gente que la conoció, era una mujer muy, muy querida. Terminó en la pobreza, muy longeva, mantenida y ayudada por las amistades que tenían conciencia de lo que había sido y que la adoraban”.
Delia del Carril murió el domingo 13 de agosto de 1989, en su casa de Avenida Lynch Norte, en La Reina. Era la residencia que Neruda había llamado “Michoacán”, en alusión a la región mexicana. Delia tenía ciento cuatro años y era la misma casa donde ocurrió la separación definitiva de Neruda, en febrero de 1955.
Ese día hacía calor, estaban en el jardín, Pablo quería que Delia aceptara seguir siendo su mujer y que Matilde Urrutia quedara como su “querida”. Algo que La Hormiguita jamás aceptó. Discutían. Algunos amigos estaban con ellos, tratando de interceder. Ella se fue ese mismo día. Tenía 70 años. Se sabía que el poeta tenía una amante desde hace años. Los malabares para ocultarse tuvieron una grieta. Cuando ella supo del engaño, no quiso verlo más. Pero, tampoco, nunca habló mal de Neruda, ni dio pormenores de su separación, ni permitióque otros lo hicieran. Sobrevivió veintinueve años al poeta. Más que Matilde Urrutia.
Delia del Carril: la mujer, la artista
Por
Cecilia Valdés Urrutia
El Mercurio, Artes y Letras. Domingo 6 de agosto de 1989
Vivió 20 años con Neruda. Lo admiró, lo ayudó, lo amó y le fue fiel hasta el final. Al separarse, se integró al Taller 99, donde alcanzó la fama como artista. Junto a uno de sus grandes amigos, quien le tendió la mano en el momento más difícil -Nemesio Antúnez-, revivimos, a una semana de su muerte, algunos aspectos de su vida.
El doctor Pedro Castillo, quien habló en el cementerio, señaló: ''Confieso que entre los 90 y los 100 años amé a Delia del Carril''. Yo, nos cuenta Nemesio Antúnez, también la amé. Muchos hombre y mujeres amaron a esa mujer extraordinaria, única, irreproducible''.
Su huella es profunda. Y no sólo en sus amigos, sino que también en la intelectualidad española, donde la ''Hormiguita'' alentó y participó junto a García Lorca, Alberti, en sus causas creativas e ideológicas. En Neruda, con quien esta mujer, 20 años mayor que él, permaneció casada 20 años. Y a quien nunca olvidó. En el arte, donde a los 70 incursionaron con toda su fuerza, logrando realizar una obra única.
La libertad, la autenticidad, un gran sentido de la ética y el amor fueron los principales móviles de esta mujer proveniente de la gran aristocracia argentina. Su niñez en las estancias de la pampa, sus viajes en barco a Europa, los estudios en París, su estada en Madrid, México, la casa de Avenida Lynch, de la que nunca quiso irse y en donde vivió hasta los 104 años, adquieren ya connotaciones de leyenda.
Nemesio Antúnez la conoció bien. Fue uno de sus grandes amigos. También de Neruda. Y fue quien la invitó a participar en el famoso Taller 99, gracias al cual Delia del Carril salió adelante.
-¿Cuándo la conoció?
-A Hormiga y a Pablo los conocí cuando volvieron de España, en la misma casa de Avenida Lynch, que fue construida por el arquitecto español Rodríguez Arias. Estuve en la inauguración. Yo tenía como 20 años. Frecuentemente iba a almuerzos, a comidas, a tomar té. La casa tenía un jardín muy grande, donde Pablo mandó hacer un escenario y un teatro de títeres. Todas las fiestas eran con recitación y actuaciones. Asimismo, cuando recién comenzaba a hacer acuarelas me prestaron la casa de Isla Negra; yo aún estaba en la Escuela.
-¿Cómo era ella?
-Un ser extraordinario: hermosa, aristócrata, distinguida, de una gran elegancia en el caminar y en su hablar. Delgada, con un bonito cuerpo. Tenía mucha gracia; uno la veía y se encantaba con ella. Era amable con todo el mundo. Recuerdo un almuerzo en avenida Lynch, en el que estaba el embajador de Francia y unos mineros. Los sabía tratar a todos por igual. Pertenecía a la aristocracia argentina. Su familia era de las que viajaban a Europa en un barco, con los nietos, empleadas, y con vacas para tomar leche fresca de la hacienda. Pero ella se oponía a todo eso. Cuando se casó por primera vez, con un intelectual, pasó su luna de miel en Alaska. Algo totalmente desusado.
-Fue un gran puntal de Neruda
-Sí, y más de lo que se sabe. Cuando llega Neruda a Madrid, era como un muchacho de Temuco, socialmente muy tímido, pálido, delgado y se encuentra con todo ese grupo de exaltados: García Lorca, Alberti, Miguel Hernández y la Hormiga. La conoce y se enamora. Ella lo introduce en ese medio, porque ya era íntima amiga del círculo de intelectuales españoles. Acudía frecuentemente donde Carlos Morla Lynch, el embajador de Chile. Allí se reunían. El mismo Matta me contaba que cuando era muy joven estuvo alojado en la casa de Morla, y conoció a García Lorca, a la Hormiga y Pablo. Asimismo, Delia del Carril fue política antes que Neruda. Ella le hizo tomar conciencia social y lo convenció que entrara al Partido Comunista. Desde joven fue una revolucionaria.
También dicen que la Hormiguita asesoraba en sus escritos a Neruda. Ella misma en una ocasión reconoció que corregía las erratas de sus textos: ''No dejaba ni una falta. Tenía secretarios, pero la verdadera secretaria era yo. Lo ayudé mucho en eso. 'Las erratas no pueden estar en sus poemas, le decía' ''.
-¿Cómo veía usted ese matrimonio tan singular, donde ella tenía 20 años más que Neruda?
-Adoraba y admiraba a Pablo. Cuando recitaba, la Hormiga estaba siempre en primera fila ensimismada. Tenían un trato con mucho sentido del humor y gran delicadeza. Por ejemplo, él le decía: Hormiga, usted se ha olvidado de tal cosa. Ella le respondía: No, Pablo, usted es el que tiene que hacer eso, porque usted es el hombre. También la Hormiga lo trataba algunas veces como niño chico: usted no puede hacer eso, usted no puede dejar plantado a fulano de tal.
Un hecho que demuestra el grado de amistad e intimidad que llegó a tener Nemesio Antúnez con Neruda y Delia del Carril sucedió en México. ''Cuando estaba como estudiante y tuve que volver como residente, porque se me acababa la visa. Estaba de cónsul Neruda. Me convidaron a almorzar. Pablo tenía gota en un pie, lo que no quitó que nos riéramos mucho y que me quedara hasta la hora de comida, con mi maleta y con la intención de ir a buscar un hotel. Pero, seguíamos hablando sin parar, tomábamos una aguita rosada, de un pétalo de una flor mexicana, hasta que se hizo medianoche y yo le expresé que debía irme. Pero Neruda exclamó (Antúnez imita su voz): Hormiga, Nemesio va a alojar aquí. Pero, cómo Pablo, si está el dormitorio y el living. Dónde va a alojarse, le contestó la Hormiga. En el clóset (que tenía una pequeña ventana), dijo Neruda. Sacaron toda la ropa, cupo justo un colchón de una plaza, y dormí allí. La idea era por un día o dos, pero permanecí un mes, que fue el tiempo en que se demoraron en darme la visa de estudiante. La Hormiga y Pablo no me dejaron irme al hotel. Con toda esta situación, ella se moría de la risa. Recuerdo que yo les gritaba desde adentro: el pintor del clóset va a pasar al baño. Adelante, me decían. Pasaba en bata, y ella se arropaba. ¡Fue una intimidad notable!
Nunca más vio a Pablo
-¿Qué sucede cuando se aleja Neruda?
-La imagen de ella era como ver a una novia que la dejan plantada en el altar. Una niña, que tenía 70 años... Quisimos que se cambiara a un departamento, pero no quiso salir de esa casa. Y allí murió. Quedó sola en su dormitorio y todo el resto vacío.
-Al separarse, fue usted quien la invitó a su ''Taller 99''
-A raíz de que se quedó ''viuda'', sola, la convidé. Dije, si es artista y ha tratado de pintar toda su vida y no ha tenido tiempo, por ese oficio que significa ser esposa de Neruda, que haga ahora todo lo que no pudo hacer antes. Yo sabía que ella había hecho grabado en el primer taller de Hayter en París, y que fue también fue alumna del famoso artista Fernand Lejer. Entró, entonces, a trabajar, y lo hizo a fondo. Se integró a nuestro grupo que era muy unido, con
Roser Bru, Dinora Doudchtizky, Eduardo Vilches, Pedro Millar, Jaime Cruz... Recuerdo que en el Taller siempre nos sentábamos a las cinco a tomar un té, como descanso obligatorio, y en una ocasión le dije: Hormiga, venga a tomar su té, está servido. ''Mijito, me explicó, trata de entender que el tiempo mío es muy corto. Yo, mientras trabajo, oigo todo''.
-Pero era, parece, muy poco práctica y distraída.
-Sí y en todo. Por ejemplo, no sabía nada de lo que pasaba en la cocina. La comida llegaba a la mesa, y decía ¡qué maravilla! Sucedía que sus amigas habían ido a comprar pollo y se habían preocupado, porque era una casa abierta, donde llegaban de repente 15 personas a almorzar, sobre todo con Neruda. En el arte, también tuvimos que ayudarla los del Taller. Generalmente, Eduardo Vilches le preparaba los papeles en un tablero grande de madera de álamo, con los chinches bien puestos, y los daba vuelta, de manera que ella pudiera dibujar; además, Eduardo le podaba el jardín. En su trabajo la Hormiga hacía, por ejemplo, una plancha, le ponía barniz, le decíamos que le pusiera en el ácido, pero volvía a decirnos que no pasaba nada; se debía a que la había puesto en el agua, entonces no comía el ácido. Una vez estaba entintando y yo le dije :''has puesto demasiada tinta''; me contestó: ''todo debe ser siempre demasiado''. Esa frase tan bonita la escribimos en la pared. Porque era otra de sus características.
-Del Taller 99 surgieron los caballos.
-Sí, y al respecto me decía que sus caballos no le cabían en el papel, porque quería hacerlos de tamaño natural, en circunstancias que pueden dibujarse de todos los portes. Entonces, para que cupieran en el papel, hacía cosas como torcerles el cuello y las patas. Surgía así un dibujo muy bonito, porque los doblaba como quien mete a un cajón. Todo, siempre, en grandes dimensiones: dos caballos corriendo, dos caballos saltando.
-Su obra alcanzó gran importancia.
-Sí y pienso que debemos montar una gran exposición de su obra. La Hormiga trabajó cerca de diez años en el Taller 99. Su trabajo es muy importante y no se le ha dado toda la relevancia que tiene. Su obras tocan a la gente, comunican el amor, ternura. Fue realmente una gran creadora. Creó sus caballos completamente imaginarios, como de la Edad Media, con unos ojos grandes, con una líneas muy gruesas, con mucho negro. Tenían mucha fuerza, reflejaban su fuerza interior. Expuso en París, México, Buenos Aires, Perú. El caballo lo trabajó a fondo, como monotema. Le llenaron su vida. Todos los sentimientos humanos los hizo allí. Por ejemplo, los caballos enamorados eran dos cabezas de caballo, con la cabeza de él grande que daba la vuelta, como un ''chic to chic'' de caballos. Había una yegua pariendo, pero como a ella la palabra yegua le parecía muy brutal, decía la caballita dando a luz. Hacía familias de caballos; caballos encabritados, caballos enojados. El caballo significaba para ella la juventud, la niñez. Cuando era muchacha, me contaba que corría en pelo por la pampa bajo la lluvia y saltaba cercas, acequias. Era una felicidad para ella esa libertad. Cuando estaba ya inconsciente, yo iba a verla y me preguntaba Who are you?, Who are you?; me decía: mira, los caballos me vienen a ver todas las tardes. Los caballos pasaron a ser lo más importante en su vida.
-Trabajó algún otro tema.
-Realizó algunos con figuras humanas, y una serie de grabados sobre la rosa: un botón de rosa, la rosa florecida, la rosa marchita, y la rosa muerta. Hizo otro cuadro que era una especie de príncipe gordo a caballo, con un sombrero; el título indicaba que era una alusión a Pablo.
-¿Vio, después, en alguna ocasión, a Neruda?
-Nunca más en su vida. Tampoco habló mal de él, jamás habló mal de nadie. A Pablo, cuando lo nombraba, decía: Neruda escribió eso en tal fecha; él dijo eso. Fue una mujer extraordinaria, de una pureza, de una gran integridad.
-¿Creía en Dios?
-Tenía un sentido de ética muy grande, un sentido moral. No era agnóstica, creía en algo superior.
-Fuera del arte, ¿qué rumbo tomó su vida personal después de separada?
-Ya no hizo vida social, no participaba como antes. Tenía también varios años. Era, eso sí, muy querida, de grandes amigos. Había gente que continuamente iba a verla.
-¿Cuándo la vio por última vez?
-Hace como dos meses, porque me daba también mucha pena, por las condiciones en que estaba. Entonces íbamos en grupo, tomábamos té, caminábamos por el jardín. La Rosita, que fue un ángel, la empleada, dormía en la misma cama con ella para ayudarla. Recuerdo que para uno de sus últimos cumpleaños fuimos los del Taller a verla, llevamos una botella de vino, té y pan. Cuando casi todos se habían ido, como a las 11.30 de la noche, la Rosita me dijo que estaba despierta y que pasara a verla. Fui, estaba tapada, absolutamente delgada, con su cara llena de cavidades. Me acerqué, le di un beso, y me dijo: ''Tenemos cosas muy lindas''. Me quedó grabado; ella, un estropajo, prácticamente inconsciente, me había dicho eso a sus ciento y tantos años.
-Murió en la pobreza máxima.
Totalmente indigente. Esa casa de Avenida Lynch la habían entregado con Pablo al Partido Comunista, y después el Gobierno la expropió, aunque dejó que continuara viviendo allí. Tampoco la Hormiga tenía familia, y era la menor de muchos hermanos. En el cementerio había un sobrino bisnieto suyo, que se me acercó. Le pregunté por sus abuelos; habían muerto todos.
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